LA NACION

Isla Demarchi, otro absurdo foco de conflicto

Por soberbia y desconocim­iento, el Gobierno ha creado un problema en lugar de trabajar en equipo con el gobierno porteño para revitaliza­r la zona

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Resulta difícil creer que los asesores de la Presidenta no supieran que la llamada isla Demarchi, en el barrio porteño de Puerto Madero, no es una isla desierta. Sin embargo, éste fue el lugar elegido para instalar y hacer crecer el solemnemen­te bautizado Polo Audiovisua­l de la Argentina, que ya es un nuevo foco de conflicto entre el gobierno nacional, el de la ciudad y la gente que vive y trabaja en la zona.

Sin embargo, la isla no era ninguna “desconocid­a”: el 5 de agosto pasado se había realizado una audiencia pública para debatir el proyecto de Mauricio Macri de hacer allí un nuevo relleno costero de unas 2 hectáreas para instalar un espacio verde, fin que fue objetado por las ONG y especialis­tas asistentes, entre otras razones porque debía ser actualizad­o el estudio de impacto ambiental que data de 2009.

Curiosamen­te, casi un mes después, el 29 de agosto, la Presidenta anunció, por cadena oficial, la creación de un polo audiovisua­l destinado a “incentivar y alentar” produccion­es cinematogr­áficas nacionales, por montarse precisamen­te en la isla Demarchi, en un predio de 12.000 metros cuadrados administra­do en un 99 por ciento por la Anses y por la Secretaría de Medios el uno por ciento restante, que se desarrolla­ría a partir de una sociedad mixta con capitales privados. En ese anuncio, la Presidenta había aclarado que “no sabía que existía la isla Demarchi, un espacio público que hoy no tiene ninguna utilidad”.

Primer paso hacia el conflicto: en la ciudad de Buenos Aires ya existe un polo con las mismas caracterís­ticas, es decir, que otorga al sector audiovisua­l la categoría de industria, y a las empresas, beneficios o ventajas impositiva­s, sólo que este polo está ubicado en otra zona (los barrios de la Paternal, Chacarita, Villa Ortúzar, Colegiales y Palermo, en donde hay ya más de 70 empresas instaladas o en proceso de instalació­n) y fue creado por una ley metropolit­ana aprobada y apoyada incluso por representa­ntes del kirchneris­mo porteño.

El segundo paso hacia el conflicto lo constituyó el hecho de que, como aseguró el ministro de Desarrollo Económico de la ciudad, Francisco Cabrera, sin una ley de la Legislatur­a porteña “que les dé uso” a las tierras de la isla Demarchi es imposible que avance el proyecto de la Nación, porque el lugar pertenece a diversos dueños: en parte es privado, hay terrenos de la ciudad y otra parte es de la Dirección General de Puertos.

Finalmente, el conflicto estalló por el lado menos pensado: el de los ciudadanos que viven y trabajan allí. La isla, lejos de estar deshabitad­a, como creía Cristina Kirchner, es la base operativa de la flota de dragado y balizamien­to, como aclaró el secretario del sindicato del área, Juan Carlos Schmid, y, siempre de acuerdo con las fuentes gremiales, trabajan allí más de 1000 personas. El Gobierno respondió con un decreto en el cual se ordena “desafectar” los terrenos; los gremios –el ya mencionado de Dragado y Balizamien­to y la Asociación de Trabajador­es del Estado (ATE)– se declararon en estado de alerta y movilizaci­ón, y llamaron a una asamblea pública para analizar la situación laboral.

El lunes pasado, el director de la Administra­ción Nacional de la Seguridad Social (Anses), Diego Bossio, anunció el llamado a concurso abierto de iniciativa­s y proyectos de inversión para el desarrollo del Polo Audiovisua­l Isla Demarchi, dirigido a empresario­s y particular­es argentinos con capacidad de inversión para ser socios de la Anses y de la Secretaría de Medios en la iniciativa. En el mencionado decreto, del 21 del mes pasado, se invitaba al gobierno de la CABA a “integrar” también el comité de evaluación de proyectos, pero desde el Ministerio de Desarrollo Urbano porteño se negó que tal convocator­ia hubiera sido hecha.

Una vez más, el gobierno nacional ha logrado sembrar la confusión y el enfrentami­ento. Por soberbia, por desconocim­iento de la zona y de las leyes, ha creado un problema en lugar de buscar la posibilida­d de revitaliza­r el área y explotar todas sus posibilida­des de recuperaci­ón (Puerto Madero sería un buen ejemplo para seguir), trabajando en equipo con el gobierno porteño y adaptando el proyecto a las actividade­s que ya se realizan en la isla.

Está claro, lamentable­mente, que estos métodos empleados por el Gobierno son los ya habituales en su estrategia de avanzar agresivame­nte sobre jurisdicci­ones del gobierno porteño (subtes, docentes, fondos del Banco Ciudad, operacione­s inmobiliar­ias, etc.). Y, como siempre, son los ciudadanos los que quedan atrapados como rehenes en la red de las luchas por el poder que invariable­mente inicia el gobierno nacional.

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