Defender bien no es igual que defender mucho
El frustrado partido de resistencia dejó inconcluso un debate: ¿es viable jugar defensivamente de ese modo sin resentir la creación? esa pregunta y sus derivadas auspician una discusión muy valiosa que apenas comienza. Hace tiempo que el fútbol argentino –especialmente la selección, y también algunos equipos– coquetea con la idea de conformar líneas defensivas integradas exclusivamente por zagueros. La escasez de laterales es una coartada ideal para justificar la teoría. defensas rocosas, altas y musculares, son una tentación para los entrenadores más adeptos al refugio que al descampado. en las escondidas, el instinto de conservación nos dice que es más seguro quedarse en el escondite que salir a buscar la piedra. también sabemos que es más aburrido. Para un equipo con ambiciones, a la altura de competir generosamente con las potencias, ceder premeditadamente campo, pelota y dominio, es más riesgoso. si la selección argentina perfila su equipo con muchos más jugadores en defensa que en ataque, contrariamente a lo que dice la intuición, arriesga. Arriesga deliberadamente. si la parte menos confiable del equipo es la defensa, mejor sería defender poco y no sumar zagueros. es preferible disponer de la pelota, aspirar a dominar siempre, jugar lo más adelante posible, acortar la transición defensiva, y que ese momento de la recuperación sea en campo rival. Lo opuesto es defender con un criterio de población, suponiendo que a más especialistas de marca, mejor será la defensa global. Lo que produce ese criterio, es sensación de seguridad, no seguridad.
Los mejores equipos y selecciones del mundo, valoran cada vez más a los laterales y a los extremos. se acabaron los carrileros y llegaron los interiores; mediocampos apretados y ataques y defensas amplias y variadas, con funciones más elásticas. desconocer esta tendencia con el pretexto de la cautela puede ser tan prudente como ir de contramano por la Panamericana. Pretender cerrar una defensa y volverla invulnerable, es poco probable. Mucho menos si predomina la intención de hacerlo en base a más cantidad de marcadores. el costo puede ser la dominación, un ataque pobre y esporádico, y el peor final, morir de precaución.
La discrepancia es sólo una mirada crítica, no un ataque. cada quién elige sus métodos. sabella tiene los suyos y los sostiene con argumentos. se esfuerza en explicar lo que quiere y va adecuando las formas a cada circunstancia. nadie se aparta fácilmente de una fórmula que alguna vez le dio frutos. La idea de repetir conductas esperando resultados idénticos es muy tentadora, pero los escenarios no siempre son iguales y éstos, también determinan resultados distintos. ß