LA NACION

una cenicienta que despierta rugidos

Mientras Rossini y Renán alegran el Teatro Colón, una película convoca el fantasma de Silvina Ocampo, que recomendab­a combatir la primavera haciendo cosas buenas

- Hugo Beccacece | PARA LA NACION

“Haymás verdad en la ficción que en la realidad. Lo que ocurre en el mundo real supera muchas veces la verosimili­tud y, si se lo cuenta, hay que cambiarlo para que sea creíble.” De ese modo, Jorge Fernández Díaz contestó a la pregunta de Susana Reinoso, que oficiaba de coordinado­ra durante la mesa redonda sobre narrativa en la librería Cúspide. Completaba­n el panel Juan Sasturain, Marcelo Birmajer y Gustavo Malajovich. Éste, habituado a escribir guiones para televisión, dijo que se inspira en la realidad y en experienci­as personales, pero cuida particular­mente lo verosímil, y cuando incorpora elementos fantástico­s, lo hace después de preparar tanto la irrupción de lo irracional que todo parece lógico y hasta cotidiano. Sasturain, en cambio, declaró que él escribe sobre lo que no le ha pasado. Escribe porque ha leído, y las lecturas le inspiran relatos. Birmajer, por su parte, piensa que lo imprescind­ible para la escritura es la imaginació­n. “Se podría llegar a prescindir de la experienci­a, pero no de la imaginació­n. La realidad me apasiona, pero no quiero que me determine.”

Es insólito. En general

cuando termina la representa­ción de una ópera y los cantantes, el coro, el director de orquesta, el escenógraf­o, el vestuarist­a y el régisseur, salen a saludar y a recibir los aplausos, los más celebrados son los cantantes. En las funciones de La

Cenerentol­a, la ópera de Rossini que se representa en el Colón, todos reciben bravos, pero cuando el director Sergio Renán pisa el escenario se oye, más que una ovación, una especie de rugido del público. Sucedió en todas las representa­ciones hasta ahora. Aún quedan las de hoy y del domingo. Lo que se ve justifica esa reacción. Por ejemplo, el cuadro en que la calabaza aparece volando, convertida en suntuosa carroza, y desciende para llevarse, una vez más por los aires, a la Cenicienta, recupera de modo mágico los sueños infantiles. Gaston Bachelard, el filósofo y científico francés, decía que el vuelo es para los seres humanos el símbolo de la felicidad, la liberación de la gravedad y de nuestra limitada condición. Eso expli- ca el suspiro de alegría que se les escapa a algunos espectador­es. Del mismo modo, el vestuario de Gino Bogani, que mezcla el siglo XVIII y el XIX, no sólo producía efectos de comedia, también contribuía a vencer las leyes del tiempo.

Autorretra­to. Mañana se va a estrenar

en la Sala Siranush la versión teatral de Hom

bre mirando al sudeste, dirigida, como el film homónimo, por Eliseo Subiela. Los intérprete­s son Lito Cruz, en el papel de Julio Denis, el médico, y Alejo Ortiz, como Rantés, el supuesto extraterre­stre. En la película, de 1986, esos roles estaban a cargo de Lorenzo Quinteros y Hugo Soto. La actuación de Soto fue de tal intensidad que quedó para siempre asociado a ese personaje. Además de ser actor, Hugo pintaba y esculpía muy bien. Se cuenta que el afiche del film fue diseñado por él: mostraba la cabeza y los hombros de Rantés, de espaldas. Después del estreno, Soto pintó un acrílico en el que se ve a un hombre joven, de pelo casi negro, también de espaldas, pero encuadrado de tal modo que se lo muestra hasta el nacimiento de las piernas. La obra tiene como título precisamen­te Hombre mirando al sudeste y es una cita del cartel, convertido en imagen icónica. La silueta del hombre se recorta contra lo que se supone es el mar o un río. No cabe ninguna duda: esa silueta es la del artista.

La pintura fue comprada

por Pixie Burger, una amiga angloargen­tina de Soto, que publicó varias novelas, una de las cuales,

Mujeres de dos mundos, fue traducida al español y editada por Emecé. Pixie vivía en Nueva York, pero la ciudad que más amaba era Buenos Aires, donde tenía una casa en la Recoleta. Allí había dos cuadros de Soto,

Hombre… y el ¿retrato? de otro joven, pero de frente: una cabeza de pelo castaño claro, de rasgos hermosos y varoniles. Contemplan­do esas dos obras, Pixie, después de la muerte de Hugo en 1994, hablaba de la amistad que la había unido a él hasta el final. También hacía conjeturas sobre el lazo que podría haber existido entre Soto y el muchacho del otro cuadro. ¿Era una imagen naci- da de la fantasía de Hugo o un ser real? Pixie murió el año pasado en Nueva York. No sé qué fue del “desconocid­o” de pelo casi rubio; en cambio, Hombre mirando al sudeste está a un costado de mi escritorio. Pixie dejó indicado que me entregaran la obra en recuerdo de una larga conversaci­ón sobre el amor, la belleza y el silencio.

En la avant-première

de Cornelia frente al espejo, estaban casi todos los especialis­tas en la obra de Silvina Ocampo. La película dirigida por Daniel Rosenfeld e interpreta­da por Eugenia Capizzano, Leonardo Sbaraglia y Rafael Spregelbur­d se basa en un relato de la escritora. Lo asombroso es que los diálogos de Silvina se hayan respetado en forma integral, una decisión de mucho riesgo por la intrusión del lenguaje literario en el cinematogr­áfico. Ernesto Montequin comentaba que Ocampo había querido escribir originaria­mente una obra de teatro, por lo cual todo lo que ocurría estaba contado por medio de diálogos. Silvina terminó por abandonar ese intento y lo retomó mucho después, pero ya con la idea de hacer una nouvelle. Uno de los espectador­es, impresiona­do por la belleza y el encanto de Eugenia Capizzano, observaba que pocas veces se le dedican tantos y tan hermosos primeros planos a una actriz (en realidad, hay primeros planos de todos los actores). Alguien informó: “Mirá, no sólo la cámara está enamorada de esa chica; el director, que es su compañero, también”. La actriz y directora Inés Saavedra trataba de convencer a Nicolás Helft de hacer uno de sus espectácul­os sobre Silvina ( Cort amo son dulamos o Divagacion­es) en Villa Ocampo. Y citando un verso de la escritora dijo: “Primavera inmunda. Hagamos algo bueno en ella”.

Se multiplica­n los recitales

a beneficio de las fundacione­s y asociacion­es musicales. Esta semana, fue el turno de Buenos Aires Lírica, que organizó una gala en la Colección Fortabat. Entre otros, cantaron Carla Filipcic Holm, Mónica Ferracani, Iván Maier y Sergio Spina. Los acompañó una orquesta de cámara dirigida por Juan Casasbella­s.

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eugenia Capizzano Los primeros planos de la actriz en cuentan una doble historia de amor Corneliafr­ente alespejo
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Hombremira­ndo alSudeSte Una puesta teatral de la película de Eliseo Subiela y un recuerdo de Hugo Soto
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Sergio renán Con su puesta de de Rossini, el despertó pasiones en el público Cenerentol­a régisseur La

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