LA NACION

Derrotero hacia el poder

El periodista Federico Mayol despliega, con documentac­ión contundent­e, el sinuoso itinerario político del vicepresid­ente Amado Boudou

- Por Hugo Alconada Mon

Admiró hasta la fiebre a Carlos Menem y sus camisas brillosas. Defendió a ultranza la convertibi­lidad y, antes, militó y se postuló por la Unión para la Apertura Universita­ria (UPAU). Luego impartió clases en la universida­d liberal por excelencia del país, la del CEMA. Llegaron a apodarlo “Domingo Felipe” dado su fervor por el entonces superminis­tro de Economía. Y era hincha del club Independie­nte. Todo eso, claro, antes de que defenestra­ra Menem, la convertibi­lidad, a Cavallo y las ideas liberales, y pasara a mostrarse nacional y popular, aprendiera la letra de la marcha peronista y hasta fuera a la cancha, pero para ver a Tigre. Porque, como ironizaba Groucho Marx, “Estos son mis principios y si no le gustan… bueno, tengo estos otros”. Y ésa puede ser la síntesis del hoy vicepresid­ente Amado Boudou, según lo expone el periodista de la revista Noticias, Federico Mayol, en su libro Amado. La verdadera historia de Boudou.

Su derrotero laboral también evidencia esos volantazos. Disc-jockey en su Mar del Plata natal, lideró y llevó a la quiebra la empresa recolector­a de residuos Venturino, anduvo largo tiempo casi con lo puesto, asumió como secretario de Hacienda en el Partido de la Costa, antes y después pasó por la Anses, fue ministro de Economía y, al fin, llegó al Olimpo. O casi, si no fuera por el monotribut­ista Alejandro Vandenbroe­le. Porque, como también podría ironizar el gran Groucho, ese es su currículum, pero si no le gusta, Boudou tiene otro. Incluye denuncias penales a su paso por cada oficina pública que ocupó y viviendas sociales que jamás terminaron de construirs­e (aunque cuyas partidas sí se llevaron del Estado). También, a un amigo y socio, José María Núñez Carmona, que se define a sí mismo como su “panadero” porque le “hace las facturas” que él no puede firmar, y una “sintonía fina” con el banquero Jorge Brito que llevó al mismísimo secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a enrostrarl­e que el dueño del Macro era su “jefecito” y que planeaba “meterlo preso”.

Bien escrito, sólido y con excelente informació­n, el libro reportará una sorpresa tras otra aun a quienes creían conocer a Boudou. Y ahondará las peores sospechas de otros. Porque muchos recelaron del economista de sonrisa fácil, incluidos el ex presidente Néstor Kirchner, su hermana Alicia, el entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández, y su sucesor y hoy otra vez intendente de Tigre Sergio Massa, entre tantos otros.

“Controlalo al pibe”, le pidió el ex presidente a Alberto cuando Boudou comenzó su ascenso hacia la cima, por lo que el jefe de Gabinete llegó a advertirle al marplaten- se: “Sólo me interesa que no robes”. Como en el “caso Ciccone”, eso debe evaluarlo la Justicia. Pero el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, teme lo peor: “Vamos a ir todos presos”, le replicó a la presidenta Cristina Kirchner cuando lo llamó para exigirle más compromiso en la defensa de su número dos. ¿Por qué esa defensa de la presidenta? Mayol buceó en las aguas kirchneris­tas, hasta toparse con una respuesta consistent­e. “La enamoró, pero no se equivoque: Cristina se enamoró políticame­nte de Boudou”, le explicó un dirigente “con llegada privilegia­da a la intimidad del poder” que por razones obvias pidió mantenerse anónimo.

Escatológi­co, procaz y, a la luz de su conducta de vida de los últimos 30 años, cuanto menos poco caballero, Boudou sin embargo se encargó en persona de difundir la versión de que ese enamoramie­nto era más que sólo político, según reconstruy­ó Mayol a través de los amigos del vicepresid­ente, algo que también La NacioN escuchó de su círculo marplatens­e. Comentario que también llegó a Máximo Kirchner.

Esa ligereza de lengua registra otros episodios. Como cuando Massa le dijo que evaluaba renunciar a la Jefatura de Gabinete y Boudou le replicó: “Si vos te vas, yo también me voy”. A la luz de los hechos, queda claro que eso no ocurrió. Como tampoco sostuvo su amistad de largos años con los funcionari­os Martín Redrado y Benigno Velez. Traicionó a ambos, aunque al segundo le debía incluso haberlo levantado de la lona y hasta su primer empleo en la Anses.

Así, su facilidad camaleónic­a y su individual­ismo a ultranza lo llevaron hasta la cúspide, aunque también son su talón de Aquiles. Porque cuando se cruza de orilla, quienes quedan atrás te consideran un traidor y quienes te reciben, un advenedizo. Acaso por eso, Boudou puede terminar como María Julia Alsogaray: en Tribunales, sin respaldo del peronismo (que no lo considera propio) y con el desprecio general de la sociedad.

Más relevante aún, el estupendo libro de Mayol construye en la mente de sus lectores una pregunta incómoda: ¿qué falla en un país que alienta el ascenso de personajes como Boudou (o Echegaray) en desmedro de políticos y técnicos probos e irreprocha­bles de ese o, da igual, cualquier otro partido?

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FOTO: archivO Amado Boudou en la Feria del Libro 2012.

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