Intensos lazos de sangre
Dos hermanas, distanciadas hace años, deben hacerse cargo del laboratorio genético familiar a la muerte de sus padres. La mayor, Elena, abogada, (María Onetto) quiere continuar la exitosa línea de tratamientos alimentarios definidos por el ADN que constituyen el mayor ingreso de GenHuman. La menor, Carmen (Erica Rivas) es bióloga como sus padres, pero trabaja en una dependencia forense, donde su talento es desperdiciado cotidianamente.
Queda claro desde la primera escena en la que interviene de 23
pares –la nueva serie de Canal 9, de una intensidad poco frecuente en la pantalla chica– que su compromiso para con la verdad supera con creces su apego a las buenas maneras. Las hermanas Iturrioz, opuestas y complemen- tarias en sus cosmovisiones y sensibilidades, son el principal de varios pares de opuestos que construyen la trama de esta atípica ficción, que por toda su seriedad –puesta al servicio de tópicos claramente trascendentes– se beneficiaría con algún respiro para el espectador.
Si bien por momentos los diálogos y hasta la verosimilitud de los personajes sufrieron con la necesidad de explicar las circunstancias de la historia (incluyendo un misterioso hermano del medio obsesionado con la genealogía),
23 pares redondeó su primer capítulo con un sólido esquema narrativo a la norteamericana: un caso de la semana (que comienza y termina en cada uno de los 13 capítulos) y la historia de cómo aquellos amplifican y modifican la vida de las hermanas. En el debut, Daniel Fanego se lució con el mutismo derrotado de un hombre que descubre simultáneamente que es adoptado y que tiene una gran familia. El mayor hallazgo, sin embargo, es la espartana dirección de Albertina Carri, cuya puesta en escena es tan reconcentrada como fluida: una rareza en un medio donde las únicas posibilidades parecen ser la extroversión o el preciosismo. ß