“Nos recordó que, si estamos atentos, la vida tiene música. Que el arte, cuando ataca, es irresistible”
enseñanza central del budismo: el yo es una ilusión, una congregación de sensaciones, pensamientos y deseos”, dice Paz en un ensayo sobre el surrealismo. “La sistemática destrucción del yo –o mejor dicho: la objetivización del sujeto– se realiza a través de diversas técnicas. La más notable y eficaz es la escritura automática; o sea: el dictado del pensamiento no dirigido, emancipado de las interdicciones de la moral, la razón o el gusto artístico.” [...]
Hace unas cinco décadas, el escritor francés Michel Random visitó la casa de Yukio Mishima, en Japón, y le llamó la atención que fuese tan europea en su estilo y en su decoración. “¿Cómo se explica –le preguntó– que en su casa no haya nada japonés?”. Mishima sonrió y le dijo: “Aquí tan sólo lo invisible es japonés”.
Los grandes artistas poseen el don de comunicar con lo invisible: no únicamente de lograr que lo invisible se vuelva palpable, sino de ayudarnos a ver de otra manera lo que damos por obvio. Las libélulas son pimientos para los ojos creativos. [...]
Cuando muere alguien como Spinetta, dos sensaciones aparecen con la sensata velocidad de los lugares comunes: que la gente como Spinetta nunca muere y que la muerte de la gente como Spinetta hace que muera una parte de quienes crecimos con él y gracias a él.
Nada más cierto que estas sensaciones. Pero la mejor manera de darle gracias, sospecho, es luchar para que no muera en nosotros aquello que nos enseñó su arte.
[...] Ángel-poeta, “hombre de luz” (como rezaba una vieja canción de Almendra), Spinetta nos ayudó salvar la piel (y el alma) en medio de la noche de la dictadura. Nos recordó que, si estamos atentos, la vida tiene música. Que nuestro ego es, en el fondo, “un silbido más en el viento”. Que el arte, cuando ataca, es irresistible. Que “deberás crear/ si quieres ver a tu tierra en paz”. Que hay que abrirse al “mágico y misterioso” mundo. Que hay que amar y ver si uno es capaz de amar con la libre osadía del viento. Nos enseñó, en fin, que para los días de la vida (“vida siempre”, contra el instinto de muerte) hay que pensar que mañana es mejor.