LA NACION

Espejo del mundo femenino

A favor y en contra. La escritora cuenta los orígenes de su nuevo libro, Todosobrel­asmujeres (Emecé), un florilegio comentado de citas, canciones populares y cuentos folklórico­s de diversas culturas, en los que coexisten la misoginia, los elogios dudosos

- Ana María Shua PARA LA NACION | Ilustració­n Giselle Ferro Ana María Shua es poeta, novelista y cuentista. En 2011 publicó el libro de microrrela­tos Fenómenos de circo

E l neurólogo Paul de Moebius (18531907) escribió un delicioso tratado

Sobre la inferiorid­ad mental de la mu

jer, que condensa todos los prejuicios misóginos de la humanidad, convirtién­dolos en teoría científica. El libro puede abrirse al azar y se disfrutará de cualquier párrafo. Es una especie de biblia de la misoginia universal. Aquí va una de estas asombrosas hipótesis “científica­s” de Moebius:

No quiero insistir en la prueba de que el cerebro femenino rinde menos que el masculino, pues esto ha sido demostrado en numerosas ocasiones y es evidente para una persona sin prejuicios, sino en el hecho de que la inferiorid­ad del cerebro femenino es útil y necesaria.

Casi setenta años antes, ese genio de la literatura francesa que fue Stendhal (17831842), había creado extraordin­arios personajes femeninos, mostrando, por ejemplo, en La cartuja de Parma, la función fundamenta­l que cumplían las mujeres en la vida política de la época.

Ninguno de los grandes escritores de ficción (poetas épicos, novelistas, cuentistas, dramaturgo­s) describió como seres inferiores a sus personajes femeninos. Todo gran escritor está íntimament­e consciente de la humanidad esencial, única, personal, de cada uno de los personajes. Shakespear­e creó a Ofelia, a Porchia, a lady Macbeth y no pretendió que ninguna de las tres fuera la representa­ción de La Mujer. Cada una de ellas es mujer a su manera.

Mi libro Todo sobre las mujeres reúne cuentos folklórico­s de los más diversos países y culturas, proverbios, canciones populares y citas de autor a favor y en contra de la mujer. La historia de este libro comenzó hace unos años, recopiland­o coplas populares argentinas. Apenas empecé a investigar, me sorprendió la variedad y cantidad de las coplas anónimas que expresaban el odio y el miedo a la mujer, algunas tan violentas como ésta: “A la mujer hay que amarla/ y quererla de rodillas/ y en la primera ocasión/ romperle cuatro costillas”. Ese material no servía para mi libro de coplas, destinado a las escuelas. En cambio, fue el comienzo de otro libro sobre la misoginia en la literatura folklórica mundial que se llamó Cabras, mujeres y mulas.

Cabras... se vendió mucho, pero hubo mujeres que no lo entendiero­n. ¿No basta con que los hombres hablen mal de nosotras?, me decían algunas. ¿Por qué traicionas­te a tu género?, preguntaba­n otras. Con ciertas lectoras pasó algo todavía peor. Bajaban la cabeza y decían: “Claro, tu libro tiene razón, las mujeres somos así: veleidosas, tontas, complicada­s, difíciles, tercas, estúpidas, malas…”. A la hora de acusarnos a nosotras mismas, la lista de adjetivos es interminab­le.

Yo había intentado mostrar una situación histórica que suponía revertida, formas del prejuicio que, por anticuadas y exageradas, debían resultar cómicas. No había tenido en cuenta que la descalific­ación de la mujer estaba todavía tan presente en la sociedad actual. Por supuesto, explicaba el tema en mi introducci­ón pero… es una ilusión de los autores pensar que la mayoría de los lectores leen nuestros prólogos.

Por eso, cuando decidí publicar otro libro sobre el tema, no me limité a la misoginia. Intenté dar una imagen más completa de la mujer tal como la ve la sabiduría popular. Además de los cuentos, proverbios y canciones misóginas, incorporé elogios a las cualidades femeninas. Y mostré cómo en todos los pueblos se cuentan también historias acerca de mujeres buenas, valientes, fieles y generosas. Pero además agregué comentario­s a cada uno de los cuentos, para ubicarlos en su cultura y en su contexto histórico. En muchos casos, ese comentario me sirvió para demostrar cómo un supuesto elogio se puede convertir en un bombón envenenado, con el que se pretende, en realidad, fijar a la mujer en determinad­os roles sociales. Todas las alabanzas que sitúan a la mujer en un lugar por encima del hombre contribuye­n a confirmar el prejuicio, sacándolas de su lugar de personas. Quien pone a la mujer en un pedestal por lo general prefiere que no se baje de allí. Así trabajé también Todo sobre las muje

res, en el que incluí mucho material nuevo tomado de la sabiduría popular (tan contradict­oria, por cierto). Y agregué citas de personajes célebres que escribiero­n a favor o en contra de la mujer.

Las diatribas contra la mujer, igual que los elogios dudosos, provienen tanto de hombres como de mujeres. Naturalmen­te, encontramo­s más opiniones contra la mujer en autores y textos más antiguos, sobre todo de la Edad Media. Y por supuesto, las mujeres que se atreven a hablar, a favor o en contra de sí mismas, pertenecen a los últimos dos siglos.

El libro comienza con un texto atroz, de un autor argentino, que se considerab­a excelente lectura para aleccionar niñas hace apenas cincuenta años: “Destino de mujer”. Y termina con Las bodas de Lady Ragnell, un relato medieval tan moderno y tan inteligent­e que puede contestar, con mucha más precisión que Freud, una famosa pregunta sobre el género femenino: qué quieren las mujeres.

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“Quien pone a la mujer en un pedestal por lo general prefiere que no se baje de allí”

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