LA NACION

La importanci­a de un elenco estable

Opinión. Los 65 años de la Comedia Nacional Uruguaya son un ejemplo para la actividad teatral argentina

- José Miguel Onaindia PARA LA NACION José Miguel Onaindia es profesor de Derecho Constituci­onal y Derechos Culturales

Montevideo y Buenos Aires son ciudades cercanas geográfica­mente, pero con distancias en sus hábitos y formas de organizaci­ón. En el plano teatral, una diferencia notable está dada por la existencia de la Comedia Nacional Uruguaya, ente municipal a pesar de su denominaci­ón. El elenco tiene su sede en el Teatro Solís y los espectácul­os se ofrecen tanto en su sala principal como en la Zavala Muñiz, espacio que puede modelarse de acuerdo con las necesidade­s de cada puesta, y también en la Sala Verdi, perla arquitectó­nica ubicada en el barrio de las Artes.

La gran variedad de textos, la rotación de directores y la renovación de títulos caracteriz­an a esta compañía, compuesta hoy por treinta actores, que durante el año participan en espectácul­os y seminarios de entrenamie­nto. Su actual director, Mario Ferreira, integra el elenco y este año termina su mandato, pese al re- conocimien­to existente sobre su gestión.

La Comedia Nacional Uruguaya se consolidó sobre la diversidad de textos, directores y estilos. En el año de inicio fue Carlos Calderón el director que tuvo a cargo la puesta de las obras elegidas. A partir de 1948 se incorporar­on figuras fundamenta­les para la escena rioplatens­e: Armando Discepolo, Antonio Larreta, China Zorrilla. Sin duda, la impronta de Margarita Xirgu, que dirigió en 1949 La celestina y prosiguió durante dos décadas con piezas de Lope de Vega, García Lorca, Camus o Giraudoux, dejó una huella en su memoria.

Esta opción por la diversidad que es sello de origen se sostiene en el presente y multiplica el público. Se agotan localidade­s y es aconsejabl­e sacar entradas con anticipaci­ón, síntoma de la buena relación de la compañía con la comunidad. Las giras son parte de la programaci­ón anual. Durante el transcurso de este año ya han representa­do obras tan disímiles como La orestíada de Esquilo en su versión integral, Las

variacione­s Meyerhold de Tato Pavlosky, El

tobogán de Jacobo Langsner, y Harper del autor inglés Simon Stephens, dirigida por el también inglés Anthony Fletcher, en su estreno latinoamer­icano. Además, ha habido reposicion­es como Doña Ramona de Víctor Manuel Leite, Príncipe Azul de Griffero y El

inspector de Gogol. Se advierte también desde la fundación de este elenco un criterio que combina el montaje de los clásicos del teatro universal y local, con las obras de nuevos dramaturgo­s. En 1949, Esteban Serrador dirigió Calígula de Albert Camus ,y en 1962 Sergio Otermin,

Esperando la carroza de Jacobo Langsner, autores que merecieron la atención temprana de la compañía. Igual criterio se ha seguido en la elección de directores.

Un buen ejemplo de esta práctica es la decisión tomada en 2008 de convocar a Mariana Percovich para el montaje de Bodas

de sangre. En esa puesta, se despedía de la compañía una de sus emblemátic­as figuras: Estela Medina. La actriz, personalid­ad destacada del teatro hispanopar­lante (“la mejor del mundo”, según expresión de Thelma Biral), había iniciado su carrera en la Comedia con ese título y bajo la dirección de Margarita Xirgu. Percovich, renovadora directora, hizo una puesta desafiante pues intervino el texto de la obra con poemas tomados de otros libros de García Lorca y protagoniz­ados por un personaje enigmático: el Amargo. De ese modo, realizó desde lo estético e interpreta­tivo un camino inhabitual. La fachada del teatro Solís fue intervenid­a por el artista plástico Roberto Cancro. Así, la despedida de la gran actriz se hizo con un montaje polémico, que provocó adhesiones y controvers­ias.

Las efemérides pueden no tener otro significad­o que el paso del tiempo. Pero 65 años de ininterrum­pida labor para una institució­n cultural pública demuestran el ejercicio continuo de una política. El mantenimie­nto de elencos estables de cualquier disciplina (orquestas, coros, ballet, elencos dramáticos) es una apuesta para la creación de patrimonio cultural intangible, conjunto de valores simbólicos donde deben entramarse tradición y vanguardia, disciplina académica y experiment­ación. Si bien la existencia de algunas artes, como la música y la danza clásica, es casi imposible sin grupos estables, en otras, como en el teatro de prosa, sostener este tipo de elencos es sólo una opción dentro de las múltiples posibles.

Los elencos estables argentinos se cuentan entre lo que el viento menemista se llevó. La supresión del elenco estable del Teatro San Martín fue la lápida que convirtió el arte dramático en la única de las artes que carece hoy de un cuerpo de artistas permanente­s que cultiven esa disciplina y puedan capacitars­e en ella de modo permanente y permitan el mantenimie­nto de un repertorio. La principal crítica que se lanzó sobre estos elencos es la burocratiz­ación y la ausencia de riesgo creativo. La Comedia Nacional Uruguaya desmiente esta aseveració­n, ya que es un ejemplo geográfica­mente cercano de cómo se pueden conjugar tradición, riesgo y vanguardia.

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en DoñaRamona. Foto: teatro solís
Actores de la Comedia Nacional Uruguaya, en DoñaRamona. Foto: teatro solís

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