LA NACION

Martín reyna, en el camino

Argentino residente en París, sorprende este año con las obras recientes que produce en Francia, Buenos Aires y la Patagonia

- Por Celina Chatruc En el horizonte del color, de Martín Reyna, en Del Infinito (Av. Quintana 325, PB), hasta el 11 de octubre. Video: http://www.martinreyn­a.com/aquarelleV­erticale.html

De su pequeño atelier en la Porte de Saint-Cloud, en París, a un jardín en Vitry, en las afueras de la capital francesa. De allí a una terraza del barrio porteño de Villa Crespo para terminar pintando, literalmen­te, sobre la tierra patagónica. En esas escalas surgieron las obras recientes de Martín Reyna, que marcan una nueva etapa en su carrera. No sólo porque se distinguen de su producción anterior, sino también porque le dieron una visibilida­d imprevista a este argentino radicado en Francia desde hace dos décadas.

Luego de que una de sus pinturas ganara este año el Premio Adquisició­n Chandon, y se convirtier­a así en la primera obra comprada en arteBA 2012, la galería Del Infinito estrenó en julio su sede de Bogotá con una muestra suya. Ahora, Del Infinito le dedica otra exposición individual en Buenos Aires curada por Philippe Cyroulnik, y la galería MGE hará lo propio la semana próxima en París.

Si bien a los 22 años ya exponía en Nueva York junto con Guillermo Kuitca –con quien compartió taller en la década de 1980– y desde entonces ganó varios premios, publicó libros y realizó más de 30 exposicion­es, algo cambió en 2011 cuando Reyna decidió, durante una visita a su familia en Chubut, dejar de lado su cuaderno de bocetos y empezar a trabajar en papeles de mayor tamaño, al aire libre, sobre el piso.

En un intento por separar al máximo su propia subjetivid­ad de la obra, trabajó con materiales solubles en agua, a la que dejó fluir para que buscara caminos autónomos en su recorrido por la superficie, integrando a las pinturas el relieve del terreno y las condicione­s climáticas, como la lluvia y el viento. “Cuanto menos pueda controlar, más me interesa lo que va a pasar”, explicó Reyna durante su visita a la Argentina.

Así descubrió nuevos elementos plásticos –ritmos, caídas, accidentes de la materia–, que se reflejan en la serie Paralelo42, y que retomaría en Francia, pero también un elemento clave que no podría transporta­r: la intensidad del color. Esa vibración única, comprobó, era inseparabl­e de la luz y de su percepción del lugar. Entonces buscó tender puentes: cada vez que aterriza en uno de sus destinos habituales, se pone a pintar de inmediato, en esa zona franca donde las experienci­as se mezclan como los colores que fluyen en sus obras.

Así lo hizo también cuando aterrizó días atrás en Buenos Aires. Sobre una pared de la galería Del Infinito, en una planta baja luminosa sobre la Avenida Quintana, pegó dos enormes papeles y se puso en acción. Vale la pena visitar la muestra para ver el resultado. “Lo que pasa con la obra cambia mucho de un lugar a otro –señala Reyna–. Cuanto más espacio se me abre para producir, segurament­e mi obra va a modular alguna cosa que no tenía. En general estoy alerta para ver qué espacio posible podría proponer una obra diferente.”

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FOTO: eduardo carrera/afv Martín Reyna en la sede porteña de la galería Del Infinito.

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