LA NACION

La rebelión silenciosa de los inversores

Indiferenc­ia. Los empresario­s saben cómo defenderse del mal clima de negocios: frenan la inversión. Mientras el Gobierno gasta energías en su juego político, descuida al modelo en su costado más sensible: no hay distribuci­ón del ingreso sin capitales

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rreres & Asociados, la inversión bruta interna mensual volvió a caer por séptimo mes consecutiv­o en agosto –5% frente a agosto del año pasado– y se ubicó en 22,7% del PBI en volumen, debajo del pico de 24,6% del segundo trimestre de 2011. El deterioro se ve también en la calidad de los proyectos: en 1998, la inversión reproducti­va del sector privado –aquella que genera producción sin incluir rubros como vivienda– era del 53,4% del total de desembolso­s. En 2011 fue del 42%.

“¿Hace cuánto que no escucha el anuncio de una buena inversión?”, decía esta semana el dueño de una compañía. Lo explica también el comportami­ento del último semestre: según el índice Investment Banking Services que mide la misma consultora, el monto por fusiones y adquisicio­nes de empresas llegó en los seis primeros meses de 2012 a 1190 millones de dólares, 80% menos que los 6005 millones del mismo lapso de 2011.

Las comparacio­nes entre países suelen ser injustas. Pero no es casual que los hombres de negocios argentinos estén ahora pendientes de lo que pasará mañana en Venezuela. Algunos de ellos se comunicaro­n con el embajador Carlos Cheppi, que les dio una mala noticia: Hugo Chávez espera una victoria de 10 puntos sobre Henrique Capriles. Tampoco es antojadizo el nerviosism­o de las petroleras que deben presentar aquí las inversione­s que pide Axel Kicillof. Las exigencias no están demasiado claras: el viceminist­ro de Economía ya extendió el plazo de entrega. Era el 30 de septiembre; será el 15 de octubre.

Algo de todo esto debe de haber percibido también Miguel Galuccio, director general de YPF, durante el almuerzo pródigo en inquietude­s con que lo recibieron banqueros, petroleros y representa­ntes de fondos de inversión hace diez días en Manhattan, en una reunión en el Consejo de las Américas.

Eran unos 50 asistentes. Galuccio les dijo que él se estaba jugando mucho con el cargo: que había tomado la decisión de abandonar Londres a pesar de estar cómodo allí. “YPF está dispuesta a escuchar al mercado”, los alentó. Lo apuntalaba­n algunos compatriot­as. “Es el tiempo de invertir”, dijo al público Carlos Bulgheroni, uno de los comensales. “Las puertas de la embajada están abiertas”, se sumó Jorge Argüello, embajador argentino. Estaban también Eduardo Eurnekian (Corporació­n América), Tomás Hess (Exxon Mobil), Ali Moshiri (Chevron), Marcelo Sielecki y representa­ntes de AES Corporatio­n, BBV Nueva York, Fitch Rating, Goldman Sachs, JP Morgan y Pluspetrol.

Todos buscaban respuestas menos abarcadora­s. Por ejemplo, la posibilida­d de re- patriar utilidades. Galuccio contestó que el Gobierno estaba consideran­do ese tema y que habría enormes ventajas para quienes se asociaran con YPF, a la que presentó como alineada con la Casa Rosada. Elogió además en público el convenio firmado con Moshiri, de Chevron, a quien le agradeció el “coraje” y la “confianza”. Consultado sobre la reunión que acababa de tener con Rex Tillerson, presidente de Exxon Mobil, Hess, y la Presidenta, Galuccio le cedió la palabra a Hess, quien explicó que el encuentro había sido muy importante, pero que la compañía no lo autorizaba a dar detalles. Agregó de todos modos que, aunque Exxon estaba muy interesada en invertir, toda apuesta de ese tipo requería las condicione­s de certidumbr­e necesarias.

Galuccio volvió sin anuncios concretos. Y el regreso de De Vido de Rusia y China, adonde fue en busca de inversione­s en electricid­ad, tampoco fue un festival de buenas noticias.

Todo demasiado impreciso para un gobierno al que le gusta exhibir logros, aun cuando sean fantasmagó­ricos. Hace ya más de un año, el 28 de septiembre de 2011, hizo girar en falso la turbina para inaugurar Atucha II, una central que no generó todavía un solo megavatio y que no figura siquiera en la programaci­ón semestral que hizo Cammesa –la administra­dora del mercado eléctrico– para el lapso octubre de este año y marzo del que viene. No habrá inauguraci­ón real antes de mediados de 2014: las pruebas a baja carga, que todavía no empezaron, pueden demorar hasta 18 meses. Deberá entenderse entonces como una premonició­n que en aquel acto, ante el fervor de los aplausos, la Presidenta haya definido a Atucha II como “un símbolo de la postergaci­ón”.

Son apuros que aportan celebracio­nes partidaria­s, pero que acaso menoscaben la confianza empresaria­l. Algo imposible de conseguir cuando la prioridad es lo que el kirchneris­mo llama “hacer política”. Como esa conmovedor­a escena que unió a Cristina con los militantes el lunes pasado en la Casa Rosada –durante la primera aparición pública de la líder después de los enojos de Boston y Washington–, preparada desde la Secretaría de Medios hasta el detalle de hacer cantar y bailar a la Presidenta: “Vengo bancando este proyecto,/ proyecto nacional y popular./ Te juro que, en los malos momentos,/ los pibes siempre vamos a estar./ Porque Néstor no se fue, lo llevo en el corazón./ Con la Jefa, los soldados de Perón”.

La imagen, lejos de Harvard y Georgetown, símbolo del romance entre la Jefa y la juventud que no la incomoda, se ganó merecidame­nte la tapa de los diarios. Kirchneris­mo al 100%: construir sentido a partir del contraste de dos mundos.

Ya habrá tiempo de atender otros menesteres.

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