LA NACION

Una historia con espejitos de colores

- Ariel Torres @arieltorre­s

La caja no pesaba nada. Mientras recordaba la época en que comprar un monitor requería contratar los servicios de una grúa torre, pagué el LED de 23” que mi proveedor de hardware me había traído a casa y llevé la caja al estudio. La abrí con ese pequeño, pero delicioso entusiasmo que los geeks sentimos frente a un equipo nuevo. Saqué las piezas de telgopor. Puse a un lado cables y manuales. Extraje cuidadosam­ente el display. Me deshice del envoltorio plástico. Di vuelta la pantalla. Y entonces se me borró la sonrisa de la cara. La pantalla era antirrefle­ctante.

Bueno, resulta que detesto los monitores mate. Aunque no me encuentro solo en esto, la hinchada está dividida que reíte de un BocaRiver. Por un lado, los que adoran los monitores mate ( anti-glare, en la jerga). Por otro, los que amamos los brillantes ( glossy).

Aparte de estas pasiones viscerales están las razones objetivas, que le dan a los mate una ventaja concreta: son menos agresivos para la vista. Lo que no significa que me hayan empezado a gustar, aclaro.

Pero vamos al detalle. Para evitar que una pantalla refleje lo que hay alrededor, su superficie debe tratarse como si fuera un vidrio esmerilado. Esto dispersa la luz ambiente y difumina los reflejos. Pero el mecanismo antirrefle­jos no sólo dispersa la luz que incide sobre el display, sino también la que la pantalla emite. El resultado es una reducción en el contraste y la saturación de color.

Opuestamen­te, la pantalla brillante, sin nada que interfiera entre el panel y nuestra vista, muestra colores más ricos y contrastad­os. A su lado, las imágenes en el monitor mate parecen lavadas y el equipo da la impresión de estar gastado por el uso.

Aunque sean mis favoritas, las pantallas brillantes también tienen sus contras. Las superficie­s bruñidas hacen las veces de un espejo y los reflejos en su superficie distraen y molestan. Me decía mi amigo Maxi Días, que se dedica al diseño gráfico, que puede pasarse 10 o 12 horas ante una pantalla mate, mientras que las brillantes lo cansan más.

Las brillantes tienen una desventaja adicional, según me explicaban los editores de fotografía aquí en el diario. Sin un cristal que disperse la luz, ofrecen mejores negros, cierto, pero sus blancos son grisáceos. En total, un display brillante es menos fiel con lo que se va a imprimir.

Pero gustos son gustos, y como quiero ver mis fotos, películas, jue- gos y diseños 3D con más riqueza de color, como no imprimo fotos en casa y como además soy de lo más caprichoso, me puse en campaña para cambiar el LG que acababa de comprar por uno glossy. ¿Y saben qué? Me voy a tener que acostumbra­r al mate.

Después de varias semanas de malas noticias por parte de mi proveedor de hardware llamé a LG, que me confirmó que ninguno de los monitores de la línea que comerciali­zan en la Argentina es brillante. Más tarde (por la diferencia horaria), el director mundial de comunicaci­ones de LG Electronic­s, Ken Hong, amplió: “La compañía dejó de fabricar productos glossy basándose en el feedback de usuarios y en focus groups realizados en los últimos años. El input principal de estos focus group fue que los monitores glossy ponían en riesgo la salud visual de los usuarios, y antes de producir consecuenc­ias perjudicia­les en ellos decidieron finalizar con la producción”.

Samsung me respondió lo mismo. Me comuniqué con Compu- mundo y Garbarino. Idéntica respuesta. Todo es mate.

Ahora, ¿por qué Apple, la plataforma más popular entre los profesiona­les de la imagen, sólo vende pantallas brillantes? “Las mate salen sólo a pedido –me confiaron fuentes cercanas a la compañía–. El público prefiere glossy, porque llama más la atención y tiene más contraste. Apple tuvo que sucumbir a esa percepción.”

Así que en esto se da una situación opuesta a la norma. Por regla general, los productos de consumo están diseñados para el resto de nosotros, como rezaba el antiguo eslogan de Apple. Las herramient­as profesiona­les constituye­n un nicho, no la oferta dominante. Salvo cuando se trata de pantallas LCD.

Luego de todas estas entrevista­s volví a casa y la gran pantalla mate seguía sin convencerm­e. Se ha ganado mi respeto, lo admito. Pero, al menos en esto, me siguen gustando los espejitos de colores.ß

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