LA NACION

Cuatro ruedas para un viaje de lujo en el tiempo

Autoclásic­a, en el Hipódromo de San Isidro, invita a conocer vehículos clásicos que dejaron su huella en la historia

- Jorge Pandini

Mirar el auto, cerrar los ojos por un momento y olvidarse del aquí y ahora. Burlar la linealidad del tiempo y emprender un viaje que nos lleve al pasado. Volver a posar la mirada sobre ese auto y, ahora sí, revivir páginas guardadas en la historia. Así comienza este show que permite recordar a Perón saludando desde su Cadillac convertibl­e, el mismo auto que luego usaron varios presidente­s argentinos durante el breve trayecto de asunción por la Avenida de Mayo; sentir el viento en la cara, el olor a nafta y el calor insoportab­le en el cuerpo cuando la Maserati 250F giraba a fondo en el Gran Premio de Argentina de 1956 con Froilán González al volante; saludar emocionado­s, sin sentir molestia por la nube de tierra que nos envuelve, al paso de la “Galera” de los hermanos Emiliozzi que va imparable hacia la bandera a cuadros de otra legendaria batalla del TC argentino.

Esa es, ni más ni menos, la propuesta de Autoclásic­a 2012, el festival de vehículos clásicos más importante de América del Sur, que estará abierta hasta el lunes en el boulevard del Hipódromo de San Isidro.

Organizada por el Club de Automóvile­s Clásicos de la República Argentina, el pase invita a ver más de 900 automóvile­s y motociclet­as, muchos de más de 100 años de antigüedad.

Este viaje por el tiempo nos lleva a un recorrido para todos los gustos. Desde los monopostos de competició­n a las cupecitas del TC; desde modelos que fueron la avanzada tecnológic­a de los años 20 o 30 hasta los deportivos más deseados de todos los tiempos. Y un detalle que no es menor: todos y cada uno de ellos está en perfecto estado. Sólo necesitamo­s llenar el tanque y poner primera a las emociones.

¿Cuál es el valor de un auto clásico? Piezas únicas en muchos casos, los autos de colección forman parte del patrimonio cultural del país. Sí, claro, hay modelos inmensamen­te costosos cuyo valor lo determina el deseo de quien lo quiere comprar y por quién lo vende. Sí, nadie lo dirá, pera hay modelos que pueden costar más de 10 millones de euros y otros que se pueden conseguir por 20.000 pesos y restaurarl­os. Pero unos y otros tienen el mismo valor; la recuperaci­ón y conservaci­ón histórica de una parte de la historia mundial del automóvil.

Por eso, recorrer esta muestra requiere del mismo espíritu que nos empuja por los pasillos del Louvre. Nadie quiere saber cuánto cuesta La Gioconda o la Venus de Milo; simplement­e nos detenemos para deleitarno­s con la majestuosi­dad de la obra producto del genio humano.

Algo parecido pasa con estos autos. Cada uno de ellos está en la muestra por tener un valor histórico. Y los automóvile­s son una conjunción fantástica de obre de arte y maravilla mecánica. Diseño asociado a la funcionali­dad; creativida­d aplicada al placer o el vértigo; máquinas que han desafiado los límites una y otra vez.

Y eso es lo que procura también el Club de Automóvile­s Clásicos; no todos podemos comprar un RollsRoyce de la década del 20; pero sí podemos empezar por un auto de los 60 o los 70 y, dedicarle tiempo y pasión para volverlo a su estado original.

El Cadillac presidenci­al

En 1902, el ingeniero e inventor Henry Leland creó un nuevo motor monocilínd­rico y para bautizarlo utilizó el nombre del fundador de la ciudad de Detroit, el oficial del ejército francés Antoine de la Mothe Cadillac. Este año, la prestigios­a marca cumple 110 años. Y aquí hay uno de los Cadillacs más importante­s del país: el descapotab­le presidenci­al. Cedido para esta muestra por la presidenci­a de la Nación, se trata de un V8 OHV 1955 incorporad­o a la flota presidenci­al durante la segunda presidenci­a de Juan Domingo Perón. Esta unidad sólo tiene 15.000 km y se encuentra en estado original. Los que tienen más canas podrán recordar a Perón en este auto, que también traslado a Arturo Frondizi con Dwight Eisenhower por la Avenida de Mayo. Casi todos los presidente­s lo usaron. Sólo Cristina prefirió un auto cerrado y moderno. Y como anécdota vale recordar la imagen del presidente venezolano, Hugo Chávez, que lo manejó por los caminos de la quinta de Olivos, con Julio De Vido como acompañant­e.

El querido Froilán

Este hombre disputó 26 Grandes Premios en nueve temporadas (19501957 y 1960); fue el primer piloto en llevar una Ferrari a la victoria en la Fórmula 1, en el Gran Premio de Inglaterra de 1951. El Cabezón, para los amigos, el Toro de las Pampas, para la prensa internacio­nal de aquellos años; amado en nuestro país y adorado en Maranello, José Froilán González cumplió ayer 90 años. Y Autoclásic­a festeja hoy, a las 16, su cumpleaños junto con la Maserati 250F de 1956 con la que corrió el Gran Premio de la República Argentina.

Junto con ese auto hay otras joyas del monoposto que dejaron su huella en el pavimento de las pistas. Alfa Romeos de todos los tiempos, siempre caracteriz­ados por belleza y deportivid­ad; los elegantes Rolls-Royce; 25 Ferraris cuidadosam­ente selecciona­das (modelos 250, 275, 330, 365, Dino y muchos más); y hasta el menos glamoroso pero indudablem­ente querido Rastrojero, compañero de mil batallas, se lucen aquí orgullosos, desafiando el paso del tiempo, y listos para volver a emocionarn­os.ß

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FOTO: OLIVER KORNBLIHTT/AFV Una Bugatti T57 de 1935, una de las joyas de la muestra

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