Venezuela y la Argentina Dos países, un modelo similar
Descalificación a la oposición, sociedad dividida, inseguridad e inflación, ejes de la vida cotidiana
Ramiro Pellet Lastra CARACAS.– Si al bajar del avión en Caracas el visitante recién se despierta de una siesta en su asiento, puede creer que una tormenta obligó al piloto a dar la vuelta y regresar a Buenos Aires. Escucha charlas sobre los precios, la inseguridad, la sociedad dividida. Quiere que le devuelvan el pasaje, cree que es una estafa. Pero no, es un espejo.
Inflación, violencia, polarización, tres síntomas o, mejor dicho, tres muestras de un modelo similar que, a veces, sólo se distingue por la intensidad. Pero, para asegurarse de que se está realmente en Vene- zuela y no en la Argentina, basta encender el televisor y encontrar una cadena nacional, cualquier día de la semana, con el comandante Hugo Chávez a la orden. A la misma hora, allá lejos en las pampas, tal vez Cristina Kirchner esté con su propia cadena, inaugurando una obra por videoconferencia y criticando a los medios desobedientes.
Porque en eso también cuesta distinguir a un país del otro, en la descalificación a los medios y periodistas que se salen del libreto oficialista. En los dos casos, la “extrema derecha y la oligarquía neoliberal” embarran la cancha porque tienen el “monopolio mediático”.
Claro que esos monopolios deben estar escondidos en alguna parte. Porque, de otro modo, no se explica cómo una complaciente entrevista con Hugo Chávez fue transmitida al filo de la veda electoral, anteanoche, de manera simultánea en siete canales de la televisión venezolana. Siete. Un conteo al que se llegó con la sola y rápida ayuda del control remoto, sin requerir los servicios de la CIA ni de ninguna conspiración opositora.
A esa misma hora, en soledad, Globovisión, un canal multado con sumas millonarias, acusado de golpista y hostigado en los últimos años por ser insumiso al gobierno, estaba pasando un programa de interés general.
Viene de tapa
división de poderes y la democracia representativa es ser, en una y otra capital, de la derecha golpista que quiere “volver al pasado”, según otra muletilla binacional. Para eso, para no volver al pasado, mejor es quedarse, dicen los dos presidentes.
Deficiencias
Chávez afirma que pasado mañana empezará “un nuevo gobierno”. Se podría pensar que habla de Capriles, porque el comandante está en el poder desde 1998. Pero no, se refiere a sí mismo. Queda mucho por hacer, reconoce. Y admite deficiencias… que sólo podrán ser resueltas si continúa en el Palacio de Miraflores.
La admisión de problemas, de fallas de infraestructura y de promesas incumplidas fue una novedad en esta semana por parte de Chávez. ¿Estrategia de campaña? Es probable. Del lado argentino, en 2011, no se escuchó nada parecido. En ese momento, el modelo chavista, es cierto, todavía no había dado el ejemplo.
En materia de reelección, la sintonía es absoluta. Mediante sendos plebiscitos, Chávez consiguió cambiar la Constitución dos veces. En 1999 introdujo la posibilidad de reelección, y diez años después consiguió validar la reelección ilimitada. La Argentina, en ese rubro, está algo rezagada, pero los voceros del gobierno se están ocupando de achicar distancias.
Mejor dejar la televisión, la política y salir a la calle… con precaución. Los índices de inseguridad subieron a niveles alarmantes en los dos países, con la diferencia de que en Venezuela el gobierno la admite y no se empeña en decir que es una mera “sensación” de los sectores acomodados. Pero, una vez más, el estilo los convoca y desde el Palacio de Miraflores y la Casa Rosada se acusa a los gobernadores y a otras autorida- des de no saber administrar sus distritos como es debido. En la Argentina, el presupuesto. En Venezuela, la seguridad.
Por cierto, otros índices mejoraron. La bonanza de la soja y el petróleo permitió la financiación de programas sociales que, en efecto, disminuyeron la pobreza en los dos países. Hay miles de argentinos y venezolanos agradecidos.
Pero esa bonanza también maquilló, según los economistas, una política económica errática de nacionalizaciones arbitrarias, restricciones cambiarias y el desaliento de la inversión privada, sobre todo la extranjera. Todo lo cual hubiera permitido una mayor eficiencia, mayor productividad, más empleo y mejores programas sociales.
Los males que no se puedan disimular con las divisas del petróleo o de la soja siempre se pueden atribuir, además de a la derecha nostálgica del pasado, a los enemigos externos. El “imperio” que evoca Chávez en alusión a Estados Unidos, el mundo “que se nos vino encima” con su crisis y su adhesión al modelo neoliberal, según Cristina Kirchner.
Ahí está el discurso, el relato, siempre a mano y para todo uso. Para confrontar, por ejemplo. Quienes no están “con nosotros” están “contra el pueblo”. Los buenos y los malos. Y así está la gente, las mismas discusiones, la misma división.ß Por las dudas, las huestes oficialistas disponen en las dos capitales de programas televisivos dedicados exclusivamente a cuidar la corrección del discurso. Las mismas risas socarronas de los presentadores, las mismas cámaras ocultas a los enemigos del pueblo, el mismo batallón de empleados que rastrillan cada programa de radio o televisión, cada medio impreso o digital, buscando las declaraciones de políticos o periodistas que serán usadas en su contra.
Un famoso presentador chavista llamó “descerebrados” a los partidarios del opositor Henrique Capriles, luego de pasar una cuidadosa selección de comentarios a las cámaras durante el último acto de campaña en la avenida Bolívar de Caracas.
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