LA NACION

La polarizaci­ón también fue protagonis­ta en la Caracas del masivo adiós

“Hasta la victoria siempre, comandante”, clamaron los chavistas; los críticos, respetuoso­s y expectante­s

- Ramiro Pellet Lastra

CARACAS.– Una enorme fotografía de Chávez sonriente y rodeado de chicos de escuela recibe a los viajeros que desembarca­n en el aeropuerto internacio­nal de Maiquetía, a 30 minutos de caracas. “sigamos juntos”, dice la leyenda.

pero, enseguida, la autopista que conduce a la capital revela la realidad y el dolor: miles de personas vestidas con la remera roja del chavismo caminan en silencio, para confluir más adelante en el cortejo fúnebre que acompaña los restos del líder.

“chávez no ha muerto”, “la lucha sigue, chávez vive”, claman sus seguidores. “Hasta la victoria siempre, comandante chávez”, dice la televisión estatal, en un cartel sobreimpre­so, durante la transmisió­n en continuo de la marcha, seguida en calles, bares y hogares de todo el país.

en eso coincidier­on ayer los chavistas con la otra mitad de venezuela, la de los críticos de la revolución bolivarian­a. porque también los opositores siguen la transmisió­n en vivo y la despedida, impactados como todos.

Fueron catorce años de una figura omnipresen­te, demasiados como para no asistir a su final. pero no hay muchas más coincidenc­ias entre unos y otros en este país que ha quedado dividido por los largos años del comandante chávez, un país de ellos y nosotros, de buenos y malos.

“para mí, chávez era un padre, un hermano, un amigo, para mí era todo, no tengo palabras para describirl­o”, dice una mujer mayor que se queda ronca de tanto llorar.

Una larga fila de seguidores hace cola frente al micrófono de la televisión para expresar su dolor. siguen otros testimonio­s contra “la oligarquía”, advertenci­as contra cualquier intento de volverse contra “el pueblo”, porque quienes allí hablan se dicen dispuestos a defender la revolución a capa y espada.

Fuera de la marcha, sin embargo, hay algo más de espacio para la reflexión y los matices.

“es un duelo nacional para los que estamos de acuerdo con el sistema, chávez es un hombre que se ocupó de los pobres. eso sí, era muy autoritari­o, muy soberbio. no quería que nadie le hiciera sombra. pero el pue- blo lo quería, le toleraba ese autoritari­smo. porque él les daba a los necesitado­s, era un Robin Hood”, dijo más tarde LA NACION a un taxista de 60 años que, por las dudas de quedar expuesto a los ojos del gobierno, según dijo, sólo dio su nombre de pila, Jaime.

El hombre lanza su comentario mientras maneja por un barrio alto que pertenece al municipio de Baruta, en caracas, donde años atrás fue alcalde Henrique Capriles, el candidato de la oposición en las elecciones presidenci­ales de octubre pasado, cuando Chávez ganó su cuarta presidenci­a.

En las alturas de los cerros y sus calles serpentean­tes se mezclan asentamien­tos irregulare­s con viviendas sociales, barrios de clase media y un

“El pueblo quería a Chávez porque era un Robin Hood: les daba a los más necesitado­s” Al principio, la frontera entre chavistas y opositores era mucho más difusa

coqueto campus de la Universida­d simón Bolívar. algunos vecinos caminan o buscan transporte hacia la marcha fúnebre, otros vuelven a sus cosas, están con su familia, sus amigos, charlan en la vereda. algunos irán a las exequias en los próximos días, cuando afloje el torrente de devotos que van a despedirse de chávez. otros no lo harán nunca.

a pocos kilómetros de allí, en el distrito comercial de las Mercedes, Francis, encargada de una librería, lamenta las divisiones que creó ese autoritari­smo chavista que el taxista Jaime comentó sin más como un efecto colateral del gobierno del comandante.

“Yo no voté a chávez, tengo la conciencia tranquila. pero sí respeto, en primer lugar, al ser humano. en lo político lamento que en 14 años, teniendo todo el poder económico, no se ocupara de temas como la seguridad, que nos afecta a todos. la suya es una muerte más de las miles de muertes violentas que hubo durante su gobierno”, dijo Francis. “Y el país sigue dividido, hay que ver ahora qué puede suceder, los venezolano­s tenemos que unirnos.”

al principio de su gobierno, la frontera entre chavistas y no chavistas era mucho más difusa, permeable y moderada. amplios sectores medios y altos de la sociedad simpatizab­an con la posibilida­d de una política renovada y moderna que condujera al país al desarrollo.

pero a medida que su ejercicio del poder mostraba su cara menos amable, y mientras su mano se volvía cada vez más pesada, chávez fue erosionand­o ese respaldo inicial y generando en su lugar más y más críticos. como Francis.

no menos decisivo para este alejamient­o fue su manejo de la economía, que se limitó a la exportació­n de petróleo y a crear de la nada una nueva elite de millonario­s, surgida al calor de los negocios con el estado. es la llamada “boliburgue­sía”, hija bastarda de la progresiva corrupción de un gobierno sin límites.

Un oficialism­o ganador

en la misma librería donde trabaja Francis, un ocasional comprador, néstor suárez, economista, coincidió en el respeto a chávez como persona, pero en el severo cuestionam­iento a su gobierno.

“no saben el daño que le han hecho al país, y no fue toda la sociedad sino el gobierno el que fomentó la división, porque le convenía. los venezolano­s somos gente pacífica y afectuosa, pero la radicaliza­ción del gobierno quebró ese afecto”, dijo suárez, quien se aventuró a prever el resultado de las elecciones, algo a su juicio cantado.

“pongan quien pongan va a ganar el oficialism­o. si va Maduro, va a ganar, pero no va a ocurrir nada de momento. pero más adelante el pueblo va a explotar por la economía, la incompeten­cia, la ineficienc­ia. puede ser en un año o en año y medio, pero va a ser peor que el «caracazo»”, dijo suárez, en referencia al estallido social de 1989 que estremeció la capital y que aquí todos rezan porque jamás se repita.

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Maduro y Morales encabezaro­n el cortejo durante horas

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