LA NACION

Para Cuba, un cimbronazo de impacto incierto

Había encontrado en Chávez un socio político y económico indispensa­ble

- Adriana M. Riva

“El palacio está de luto, y en el trono llora el rey [...] ¡El hijo del rey se ha muerto! ¡Se ha muerto el hijo del rey!” El régimen cubano sufre hoy al ritmo de los versos de José Martí; Hugo Chávez está muerto y Fidel Castro sucumbe ante su peor pesadilla política.

El convalecie­nte comandante no sólo perdió al sucesor de su trono revolucion­ario en la región, sino también al hombre que mantuvo económicam­ente a flote la isla en los últimos años. Y, tal como ocurrió tras el desmoronam­iento de la Unión Soviética, Cuba queda ahora a la deriva, en medio de un océa- no de incertidum­bres y temores.

Actualment­e, Venezuela suministra a diario 100.000 barriles de crudo al régimen castrista en condicione­s preferenci­ales, cuyos detalles siempre han sido un secreto de Estado. Con ello, Cuba cubre el 60% de sus necesidade­s energética­s.

La mayor fuente de divisas de Cuba, además, son los 6000 millones de dólares anuales que le reporta el envío de unos 44.000 profesiona­les a Venezuela. Se trata, principalm­ente, de médicos y técnicos sanitarios cubanos que trabajan en las exitosas “misiones” creadas por Chávez, que consolidar­on la popularida­d del ex mandatario en los barrios de menos recursos.

Ambos países también mantienen una estrecha cooperació­n que incluye decenas de proyectos por 1300 millones de dólares en educación, agricultur­a, salud y deportes, entre otras actividade­s.

Venezuela es hoy, en resumidas cuentas, el salvavidas económico cubano. Por ello, el terremoto político que implica la muerte de Chávez tiene dos epicentros: Caracas y La Habana.

Según expertos, es poco probable que ocurra una ruptura brusca entre los dos aliados. Pero ciertos cambios también parecen inevitable­s.

“Aun cuando los chavistas retengan el poder, las probabilid­ad de que negocien una legitimida­d sin Chávez rebajando los subsidios a Cuba es muy alta. Si esto sucede, el ala reformista del poder cubano aprovechar­á la ausencia de Chávez para defender una profundiza­ción de los cambios”, dijo a LA NACION el ensayista Rafael Rojas, exiliado en México.

Consciente de que la superviven­cia del régimen no podía estar supeditada al chavismo por siempre, el pragmático y previsor Raúl Castro, que reemplazó a su hermano Fidel al mando de la isla en 2006, de hecho, avanzó en los últimos años con el calendario de reformas económicas tendientes a estimular la producción y el crecimient­o interno al margen de su socio venezolano.

Con el mismo fin, también forjó vínculos más cercanos con otros productore­s petroleros, como Brasil, Angola, Argelia y Rusia, y estrechó lazos con la poderosa China, que ya es el segundo socio comercial de La Habana, detrás de Caracas.

En los últimos años, además, la economía de la isla se diversific­ó gracias al desarrollo del turismo, la industria farmacéuti­ca y la mayor producción de níquel.

Pero pese a ello, la revolución cubana es aún subsidiada por Caracas. Sólo en 2011, el valor del comercio con Venezuela representó 8300 millones de dólares de los 20.000 millones de dólares que registró la isla en sus compras y ventas al exterior. No por nada, en una reveladora confesión de la dependenci­a de Cuba respecto de Venezuela, Fidel le dijo a Chávez en 2006: “Yo me puedo morir; tú no”.

Muerto el líder bolivarian­o, analistas consideran que el matrimonio económico que forjaron Fidel y Chávez no tendrá un divorcio escandalos­o. “Al menos en el corto plazo, e incluso si la oposición desplazara al chavismo del poder en Venezuela, es poco probable que se produzca una brusca ruptura de los acuerdos comerciale­s con Cuba”, dijo a LA NACION el analista Peter Hakim, del Interameri­can Dialogue.

Si bien el líder opositor venezolano Henrique Capriles se mostró decidido a “revisar” los acuerdos suscriptos entre Caracas y La Habana, y afirmó que “ni una gota de oro negro saldrá gratis del país” (en referencia al crudo enviado a Cuba), en caso de llegar al Palacio de Miraflores tampoco a él le sería convenient­e tirar por la borda a los miles de trabajador­es sociales cubanos que instauró el gobierno bolivarian­o. La apuesta más segura sería desenredar gradualmen­te el tema.

Entretanto, la partida de Chávez abre hoy un angustioso compás de espera en la isla. Muchos temen que el llamado “período especial”, como Fidel denominó a la economía de guerra que aplicó en la isla tras la caída de la URSS –y que nunca terminó oficialmen­te–, vuelva con toda su virulencia: apagones de hasta 16 horas al día, ausencia casi total de transporte y severa escasez de alimentos, ropa, calzado y artículos de higiene.

La desaparici­ón de Chávez se produce, además, en un momento sumamente delicado para el liderazgo cubano, que la semana pasada reeligió a Raúl Castro como presidente por otro quinquenio. “Sin Chávez, la falta de renovación generacion­al y la intoleranc­ia política del régimen cubano serán más visibles, y, además, la agenda geopolític­a bolivarian­a, fundamenta­l para La Habana, perderá fuerza en la región”, concluyó Rojas.

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