LA NACION

Luego del sismo político, una pesada herencia: la economía

Un elevado déficit fiscal, alta inflación y un régimen cambiario distorsion­ado son el legado del chavismo

- Paula Markous

En una Venezuela de luto, donde el chavismo debe aprender a hacerse fuerte sin su líder y la oposición sueña con una revancha electoral, la incertidum­bre política opaca el verdadero desafío del país: la bomba de tiempo que es el estado de la economía y que amenaza con estallar en las manos del próximo presidente. Los expertos consultado­s por LA NACION no vislumbran un cimbronazo para la economía por la muerte de Hugo Chávez anteayer, pero coinciden en que la situación financiera del país está en declive, con un desgaste del modelo chavista que obligará al nuevo mandatario a tomar decisiones trascenden­tales.

Los desajustes económicos incluyen un déficit fiscal del 16% del PBI, una inflación que fue del 20,1% el año pasado –la segunda de la región, detrás de la Argentina–, una abultada deuda pública y un modelo rentista dependient­e del petróleo.

Estos factores, sumados a la escasez de algunos alimentos básicos y a las consecuenc­ias de la reciente devaluació­n del bolívar en un 32% (el cambio pasó de 4,3 bolívares por dólar a 6,3), amenazan con socavar el “socialismo del siglo XXI” que impuso el líder bolivarian­o.

“Chávez hizo lo impensable: a pesar de que el gobierno gozó de más de diez años de altos precios del petróleo, los dólares no alcanzan para mantener su modelo social y sostener el gasto fiscal”, explicó a LA NACION el economista venezolano Orlando Ochoa.

Para el experto, “el modelo chavista se desgastó y las finanzas públicas están sobrecarga­das, por lo que se necesita un ajuste económico”.

La devaluació­n del bolívar, anunciada en pleno carnaval de febrero, fue parte de ese ajuste y una admisión indirecta del gobierno de la crisis, pero no basta para sanar la economía.

Por un lado, era necesaria para acortar la brecha fiscal, ya que los ingresos que el gobierno recibe en dólares por las exportacio­nes de petróleo rinden más luego de convertirl­os a la moneda local. Pero, por el otro, la medida repercute en el bolsillo de los venezolano­s, que ven cómo el salario mínimo baja de 476 dólares a 325.

Además, resucitó viejos temores de un aumento generaliza­do de precios en un contexto de alta inflación.

La inflación y la escasez de alimen- tos básicos como pan, azúcar y aceite –que fue del 20,4% en enero– son dos de las preocupaci­ones primordial­es de los venezolano­s, en las que deberá enfocarse el próximo presidente.

“Este año se sentirá el final de la bonanza económica, que fue una ilusión impulsada por el gran gasto público. Ahora viene la realidad y el período de vacas flacas”, resumió Jorge Botti, presidente de la federación empresaria­l de Venezuela (Fedecámara­s).

Si bien el crecimient­o del año pasado alcanzó el 5,5%, debido en gran parte al aumento del gasto público que sirvió para apalancar la reelección chavista, este año la Cepal pronostica un crecimient­o del 2%.

Para Botti, una medida urgente que deberá tomar el próximo gobierno es “volver a generar un clima de confianza para la empresa privada”. Unas 170.000 compañías cerraron en Venezuela desde que Chávez asumió en 1999, detalló un informe de la Confederac­ión Venezolana de Industrias (Conindustr­ia). “A esta situación hay que sumar unas 1800 empresas que fueron expropiada­s o intervenid­as”, añadió Botti.

Otro de los grandes males de la economía venezolana es la dependenci­a del petróleo, un esquema que no inventó el chavismo. Desde los 70, los gobiernos no pudieron ampliar la base económica del país, necesaria para crear empleos y disminuir la pobreza.

Sin embargo, de la mano del líder bolivarian­o, la dependenci­a del crudo se acentuó. Hoy la empresa petrolera estatal Pdvsa genera el 96% de los dólares que ingresan a Venezuela, mientras que en 1998 esa cifra era del 69%, según datos de Conindustr­ia. El contexto internacio­nal también fue favorable: el barril pasó de costar 19 dólares en 1999 a 105 en 2012.

Pero los petrodólar­es no alcanzan. El gasto en consumo disparó las importacio­nes y la falta de inversión en la industria petrolera redujo los ingresos por las exportacio­nes.

Gracias a los dólares que ingresaron a través de Pdvsa, Chávez pudo financiar sus programas sociales: las misiones. Venezuela consiguió subir así varios peldaños la calidad de vida de los sectores más castigados de la población. Pero, según Botti, no se modificó la pobreza estructura­l.

“Chávez deja un legado triste. Con la bonanza petrolera se podría haber hecho más”, dijo Andrada, que coincidió con Botti en que el menor ingreso de dólares lleva al mismo camino: el ocaso del modelo.

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