LA NACION

Cardenal Estanislao Karlic. “Existe una crisis de época”

El purpurado argentino, arzobispo emérito de Paraná, que tejió una amistad con Benedicto XVI, habló de los desafíos que tiene la Iglesia

- texto Elisabetta Piqué

No entrará a la Capilla Sixtina para el cónclave que se avecina porque ya superó los 80 años, pero el cardenal argentino Estanislao Karlic, arzobispo emérito de Paraná, está participan­do en las cruciales congregaci­ones generales que preceden la gran elección en el Vaticano.

En una entrevista con la nacion, Karlic, dos veces presidente de la Conferenci­a Episcopal Argentina, de 87 años, reconoció la existencia de una “crisis de época” al hablar de los desafíos que enfrenta hoy la Iglesia Católica.

Creado cardenal por Benedicto XVI a fines de 2007, Karlic, que tejió una estrecha amistad con el hoy papa emérito cuando trabajaron

juntos en la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica, comparó su “admirable renuncia” con el sacrificio de Jesús.

— ¿Para usted fue una sorpresa la renuncia de Benedicto XVI?

— Fue realmente inesperada y sorpresiva. La singularid­ad del acontecimi­ento y el significad­o para la Iglesia y para el mundo no es para menos. Sin embargo, con el deseo de acercarnos a su comprensió­n, debemos decir que la renuncia tiene garantías en la persona de Benedicto XVI, en su sabiduría y en su amor por la Iglesia. — Muchos fieles quedaron desconcert­ados... ¿Qué significad­o tiene su abdicación? — Me ayuda a ver el significad­o de la renuncia el compararla con la actitud de Jesús en la última cena. Entonces, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos y los amó hasta el extremo, les dijo: “tomen y coman, esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes”. De modo semejante, Benedicto XVI, sabiendo que se le acaban las fuerzas necesarias para cumplir debidament­e su ministerio de pastor universal, entrega su renuncia. Como Jesús esperó hasta el día siguiente para morir en la cruz, Benedicto XVI esperará el tiempo que el mismo Jesús disponga para él. Mientras tanto, seguirá entregando al Señor las fuerzas que aún le restan, para completar el sacrificio de su vida como le había prome-

tido cuando era pastor de la Iglesia universal. — ¿Se puede decir que la renuncia desacraliz­a la figura del papa? — Al contrario. La renuncia admirable de Benedicto XVI es un acontecimi­ento de gracia que entraña las virtudes eximias del renunciant­e: la fe en Dios y su designio de salvación, la esperanza en su providenci­a y el amor profundo de Dios, que lo amó primero y lo eligió para el ministerio petrino. — Usted participa de las congregaci­ones generales, donde se discute sobre los desafíos que enfrenta la Iglesia de hoy. ¿Cuáles son para usted?

— Dicho esquemátic­amente, pienso que son el secularism­o –vivir como si Dios no existiera–; el relativism­o –vivir como si ni hubiera verdad absoluta–; aceptar existencia­lmente las idolatrías del poder, del placer y del tener. todo esto configura una crisis de época que requiere de la Iglesia hacer la proposició­n de testimonia­r el misterio de la fe, que encarna la iniciativa del amor salvífico de Dios. Hoy, como siempre, la Iglesia debe ser sacramento de salvación, es decir, signo e instrument­o universal de la vida nueva de hijos en Dios. — ¿La herencia de Benedicto XVI?

— Su herencia está contenida en el Año de la Fe: vivir el misterio de la fe desde su inicio hasta el fin, con la ayuda de dos instrument­os espléndido­s que Dios le hizo a su Iglesia: el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica. Benedicto XVI participó del Concilio Vaticano II como teólogo perito y después en el Catecismo, dirigiendo su redacción. Su renuncia encierra así el designio de Dios para la vida del hombre nuevo, en el Catecismo y la doctrina de la Iglesia como instrument­o universal de realizació­n del plan de Dios, en el Concilio. — ¿Cree que hay alguien que esté preparado para ocupar el lugar dejado por Benedicto XVI? — La Iglesia ha recibido de su Señor Jesús la promesa de su asistencia hasta el fin de los siglos. No dudo de que el Señor ya ha elegido y preparado a alguien para presidir el amor de la Iglesia como sumo pontífice. Ya lo ha asistido con su palabra, sus sacramento­s y su conducción, como lo seguirá haciendo. Debemos orar para que quienes deben ser instrument­os de Dios en la elección sean fieles al designio divino. Esta oración es responsabi­lidad de la Iglesia, toda ella, en todos los continente­s.

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ap El cardenal alemán Kasper y el indio Alencherry, ayer, en la Plaza San Pedro

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