Scioli, ante el dilema de convertirse en David frente a Goliat
Mientras el conflicto con los docentes amenaza con profundizarse, Daniel Scioli se decidió en las últimas horas a ganar la batalla en la opinión pública. De cara a la reunión que mantendrá el próximo lunes con los gremios que agrupan a los trabajadores de la educación y al anticipo de los líderes sindicales de que no aceptarán menos del 30 por ciento de aumento salarial, el mandatario provincial enfatizó: “Sigamos discutiendo, pero con los chicos en las aulas”.
De ese modo, Scioli buscó desacreditar las medidas de fuerza de los docentes, que llevan cuatro días de paro en el mes y amenazan con otra huelga de 96 horas para la semana próxima, explicando que los alumnos no tienen por qué ser rehenes o carne de cañón en la negociación paritaria. Hubo una sugestiva alusión del gobernador a Cristina Kirchner, cuando expresó que discutir con los chicos en las aulas “es seguramente la voluntad de nuestra presidenta y de los padres”. No escapa a esa declaración el hecho de que el jefe de Suteba, Roberto Baradel, es visto como un incondicional del kirchnerismo.
Sutilmente, el gobernador busca inmiscuir al gobierno nacional en la discusión, imaginando que la prolongación del conflicto docente también afectaría negativamente a la primera mandataria.
En su estrategia de lenta diferenciación del kirchnerismo, Scioli dio en las últimas horas un par de señales. Ayer, ratificó su convicción y decisión política de que “aquel que cometa un delito con un arma y tenga antecedentes, no quede liberado”. Lo hizo durante un acto en el que se dio cuenta de los miles de armas secuestradas en operativos policiales o entregadas voluntariamente en el marco del Programa de Desarme, en el que estuvo acompañado por el ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, una de las figuras de su gobierno más cuestionadas en el kirchnerismo.
El gobernador también hizo el martes algo que la Presidenta se tiene vedado: reunirse con productores agropecuarios e inaugurar la muestra Expoagro, en Baradero. Se trata de una señal no poco importante, que también le ha servido al mandatario bonaerense para encontrar un feedback, no exento de algunas críticas, por parte del sector rural. En la víspera, por ejemplo, productores le pidieron a Scioli que efectúe un reclamo “eficaz” de fon- dos al gobierno nacional, además de indicarle que la capacidad contributiva del campo se ha agotado. El titular de Carbap, Horacio Salaverri, llegó a sugerirle: “Si está resuelto a solicitar al gobierno nacional fondos y restitución de coparticipación, vamos a acompañarlo, pero que no lo haga de manera tímida con una nota de carácter testimonial”.
En las últimas semanas, el reclamo sobre la pérdida de puntos de coparticipación que data de los años 80 y acerca del congelamiento del Fondo del Conurbano Bonaerense en 650 millones de pesos desde 1995 comenzó a hacerse oír. Para no pocos observadores, el grito llegó demasiado tarde.
Los funcionarios sciolistas esgrimen ahora que el Fondo del Conurbano equivalía, originalmente, al 10% de la recaudación del impuesto a las ganancias, en tanto hoy es del 0,4% y el 9,6% va al resto de las provincias, once de las cuales reciben más que Buenos Aires.
Desde el gobierno nacional pueden responderles que en los dos primeros meses de 2013 la Nación re- partió casi el doble de los recursos del Fondo del Conurbano en obras públicas de alto impacto para los municipios bonaerenses, entregados en mano por Julio De Vido: unos 1239 millones de pesos. Tanto intendentes de la oposición como hombres del sciolismo hablan de discriminación y de clientelismo.
¿Cómo competir contra semejante caja?, se preguntan unos y otros, y algunos miran al gobernador como un David frente a Goliat. Nadie podrá decir que Scioli es impaciente, imprudente o rebelde. Y difícilmente alguien lo pueda decir en lo inmediato. Mientras tanto, el gobernador piensa cómo diferenciarse sin distanciarse. Ya dio un paso, cuando prometió “continuidad con cambios”. Próximamente, podría comenzar a hablar de la inflación y a ensayar otras frases para propiciar una nueva relación entre lo público y lo privado en la Argentina. Una relación más amigable, distinta de la del cristinismo y, por supuesto, del chavismo.