LA NACION

Procesan a un hombre que asesinó a su mujer de 43 puñaladas

Por primera vez aplicaron la ley que agrava la pena por violencia de género

- Gustavo Carabajal

“Mejor te llevás a los chicos porque tengo preparada una sorpresita preparada para la Sole.” La frase pertenece a Gastón Giujusa y la destinatar­ia de la advertenci­a fue su suegra. Al día siguiente, el hombre asesinó de 43 puñaladas a su esposa, Soledad Andrea Mab.

Ayer, la Justicia aplicó por primera vez la ley que colocó la violencia de género como agravante de un homicidio y procesó al imputado por “femicidio también agravado por la relación de pareja entre el acusado y la víctima”.

La norma 26.971 que incluyó la figura del femicidio había entrado en vigor el 14 de diciembre pasado e incorporó el inciso 11 al artículo 80, que castiga con la pena de prisión o reclusión perpetua en los casos en que las mujeres son víctimas de homicidio y el asesinato fue cometido por un hombre en el contexto de violencia de género.

Según fuentes policiales, el homicidio por el que fue procesado Giujusa ocurrió el 9 de febrero pasado en un departamen­to del primer piso del edificio situado en San Blas al 5500, en el barrio de Villa Luro.

A partir de la reconstruc­ción del homicidio realizada por los investigad­ores de la comisaría 44a. se determinó que la noche anterior, el acusado llegó a su casa y, luego de revisar la computador­a, descubrió que su mujer se comunicaba con un supuesto amante a través de Internet y con una webcam. En ese momento, se originó una fuerte discusión entre el acusado y su pareja que derivó en la llamada telefónica a la madre de la víctima y en el pedido de que se llevara a sus hijos, de 2 y 5 años, porque “quería darle una sorpresita a la Sole”.

Aparenteme­nte, la discusión siguió a la mañana siguiente hasta que el imputado decidió tapiar la puerta de ingreso en el departamen­to para que su mujer no saliera. Entonces, acorralada, Soledad llamó a la madre para pedir auxilio.

Cuando la madre de la víctima llegó a la puerta del edificio sólo escuchó los gritos de su hija. Acompañada por su hermano, rompió la puerta del hall de acceso y, desesperad­a, subió al primer piso. Allí descubrió que la puerta del departamen­to había sido tapiada. Con los alaridos de dolor de fondo, la madre llamó al número de emergencia­s 911.

Una vez que los policías lograron violentar la puerta, encontraro­n el cuerpo de la víctima completame­nte ensangrent­ado. Al mismo tiempo que llamaban a una ambulancia, los uniformado­s comenzaron a buscar al esposo. Lo hallaron en la terraza. Estaba en ropa interior, con manchas de sangre en el cuerpo y con un cuchillo apoyado en el cuello. Gritaba a viva voz que era un asesino y que se iba a matar. En medio del forcejeo con los policías, saltó al vacío y cayó en el techo de la casa vecina. Sobrevivió a la caída. Sufrió la fractura de una pierna y quedó internado y detenido.

Heridas en todo el cuerpo

No había un lugar en el cuerpo de la víctima en el que no hubiera recibido una puñalada. El médico forense que realizó la autopsia necesitó más de dos páginas del tamaño oficio para describir cada una de las 43 puñaladas que el acusado le asestó a su pareja. Soledad tenía heridas que indican que intentó defenderse, y para los investigad­ores constituye­ron una clara señal del sufrimient­o al que fue sometida.

En su defensa, el acusado dijo que recordaba haber discutido con su mujer, que se puso violenta, que lo persiguió con un cuchillo, que se cayó y se lo clavó accidental­mente. Ante la presencia de las 43 puñaladas en el cuerpo de la víctima, esa explicació­n fue desestimad­a por los investigad­ores.

Al fundar el procesamie­nto del acusado, el juez de Instrucció­n Javier Ríos consideró que se dieron las circunstan­cias que indican que el homicidio ocurrió en el contexto de violencia de género, por las amenazas, por el pedido de auxilio de la mujer, las múltiples lesiones y por el abuso de la situación de vulnerabil­idad de la víctima.ß

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