la poética de Javier villafañe se luce aÚn más con la dirección de eva halac
Es un clásico en más de un sentido. Por un lado, es una de las obras más conocidas de Javier Villafañe, el titiritero que supo unir el arte popular con el vue- lo poético y la destreza en la manipulación del muñeco de guante. Por otra parte, en El Caballero de la Ma
no de Fuego retoma Villafañe la tradición de las historias medievales, de princesas y brujos, de castillos y espadachines, que viera representadas en su juventud por los grandes pupis sicilianos, esos muñecos con armaduras de metal que manejaban los inmigrantes italianos en La Boca en las primeras décadas del siglo XX. Es decir, un tópico clásico rescatado por un autor devenido él mismo en clásico.
La puesta en escena de Eva Halac de El caballero... rescata la efectiva contundencia de la obra. La trama es concisa, sencilla, como la requieren los títeres de guante para poder desplegar todo su potencial histriónico. El “Brujo embrujador señor de las brujerías” rapta a la princesa Trenzas de Oro y la lleva a su castillo allende el mar. El Caballero de la Mano de Fuego, “valiente en valentía”, va en su rescate, guiado por un grillo. La lucha contra el Brujo y su ayudante, el Diablo, da lugar a las típicas escenas de toma y daca, de repentino ocultamiento y aparición sorpresiva, de persecuciones por todos los recovecos del retablo.
Dentro de esta dinámica sin pausa, que despierta el entusiasmo de los más chicos, tienen lugar sin embargo la pincelada poética y el contrapunto humorístico. La aparente ingenuidad del planteo argumental se monta así sobre un entramado sutil, se enmarca en una mirada inteligente. La música en vivo de Juan Cristóbal Sleigh genera climas, por momentos el mismo músico amaga intervenir sobre la trama. El conjunto funciona a partir de una gran economía del movimiento, un elemento clave para la eficacia dramática de los retablos. La prolijidad característica de las puestas en escena titiritescas de Eva Halac la sostiene al destacar con limpieza los momentos clave del desarrollo de la acción. Se lucen el Brujo en su maldad como motor de la acción y el presentador, siempre una especie de álter ego del titiritero y representante de la onda de compañía itinerante que forma también parte del bagaje de la obra de Villafañe.ß