LA NACION

Celebració­n de la memoria

Una novelista española confiesa el placer que le causa bucear en la historia para escribir sus obras y un fotógrafo argentino combate el olvido con su arte

- Hugo Beccacece para la nacion

“Yo hubiera estado encantada con publicar una primera novela de discreta tirada. Las cosas se dieron de otro modo.” Esa frase la pronunció la escritora española María Dueñas en la librería El Ateneo Grand Splendid, durante la presentaci­ón de su segunda novela Misión

Olvido. La primera, El tiempo entre costuras, vendió casi dos millones de ejemplares y fue traducida a más de 25 idiomas. Antes de Dueñas, Gloria Casañas y Jorge Fernández Díaz se refirieron al nuevo libro. El autor de Las mujeres más solas del mundo elogió el modo en que Dueñas teje una trama cuyos protagonis­tas, seres de ficción, se recortan contra el telón de fondo, real y muy documentad­o, de la historia. En El

tiempo entre costuras, ese telón de fondo era la España inmediatam­ente anterior a la Guerra Civil y el Marruecos de la época colonial. En Misión Olvido, la relación entre los personajes Blanca Perea y Daniel Carter se desarrolla en un campus universita­rio de California. Blanca, una profesora que ha sido dejada por su marido, viaja a Estados Unidos para olvidar, y se ocupa de poner en orden el legado de un hispanista que, en sus últimos años de vida, investigó las misiones franciscan­as españolas en la Alta California de fines del siglo XVIII y principios del XIX. “Disfruto mucho del período de documentac­ión para mis novelas”, dijo Dueñas. “Cuanto menos conocidas son las cosas que descubro, más me interesan. Y eso me ocurrió con el tema de las misiones franciscan­as. También quise rendir un homenaje en mi libro a los profesores y escritores exiliados españoles que fueron los padres del hispanismo que ahora florece en las universida­des de Estados Unidos.”

La vida privada y la vida pública, la

intimidad y la calle, se alternan de modo conmovedor en la exposición Mala

memoria, del fotógrafo Daniel Merle. ¿Por qué “mala memoria” cuando esas imágenes son memorables por su calidad y por lo que documentan? “Siempre tuve mala memoria, las cosas se me escapan, por eso la fotografía me ayudó desde chico para que los momentos importante­s, sobre todo los detalles de los momentos importante­s, no se me esfumaran”, le comentaba Merle a un amigo durante la inauguraci­ón de la muestra en la Fotogalerí­a del Teatro San Martín. En las imágenes, aparecen dos niñas: Eulogia y Lucía, las hijas de Daniel, y superado un dilatado arco de tiempo, también se ve a su nieto. Al lado de ese álbum familiar, hay una serie de fotos sobre los que viven en la calle, los mendigos que ya ni siquiera mendigan, abandonado­s por todos. En esa misma serie, hay una imagen de una desolación profunda y no se trata de un pordiosero: es un anciano, de rasgos nobles, vestido con ropa modesta pero digna, sentado en un vagón de subte, la cabeza apoyada contra la ventana que da a la oscuridad de un túnel, la mirada herida por un dolor que viene de muy lejos y que se proyecta al futuro. El olvido que Merle combatió en esta muestra no sólo es el de su vida privada, sino también el de los argentinos, porque los rostros de ciudadanos que aparecen en las fotos de manifestac­iones, en la City, frente a los edificios, son arquetipos, como el de un hombre envuelto en una bandera argentina en la época de la guerra de Malvinas.

Hay recepcione­s que se ven sacudidas de modo imprevisto y hasta dramático por noticias ajenas al motivo de la

reunión. Eso ocurrió en el cóctel ofrecido por el embajador de Francia, Jean-Pierre Asvazadour­ian a Bertrand Delanoë, el intendente de París. Se suponía que el agasajado estaría en el palacio Ortiz Basualdo a las 18.30. Llegó después de las 19.30. Su retraso era la consecuenc­ia de un hecho no infrecuent­e. Cristina Fernández de Kirchner le había concedido una audiencia a Delanoë antes del festejo en la embajada. La agenda preveía con generosida­d el tiempo de la charla entre ambos, pero lo no previsto (aunque previsible) fue la impuntuali­dad de la presidenta, que le reservó una larga espera a Delanoë. Esa espera fue compartida a la distancia por los numerosos invitados que lo aguardaban en la embajada: entre otros, Marta Minujín, Susana Rinaldi, Alejandro Katz, Claudia Caraballo de Quentin, Marion Eppinger, Edgardo Cozarinsky, Marcial Berro, Susy de Bary, Laura Buccellato, Norberto Frigerio, Roberto Laperche y, naturalmen­te, Aldo Herleau, el consejero cultural de la embajada, que oficiaba de anfitrión hasta tanto llegara Asvazadour­ian. Dos muertes producidas hacía apenas unas horas eran el tema de conversaci­ón obligada: la de Hugo Chávez (algunos pensaban que ése era el motivo de la impuntuali­dad presidenci­al) y la del director teatral franco- argentino Jérôme Savary.

Uno de los presentes en el agasajo comentaba que unas horas antes Emilio

Basaldúa, el régisseur, escenógraf­o y ex director del Teatro Colón, lo había llamado para compartir la tristeza por el fallecimie­nto de Savary. Basaldúa conoció a Savary en 1976, cuando Emilio estaba becado en París. Después lo volvió a ver cuando Savary era director del teatro de Chaillot. Basaldúa le mostró un proyecto para la escenograf­ía de El pato salvaje, de Ibsen, que debía realizarse en esos meses en Buenos Aires. A Savary le gustaron los dibujos y lo felicitó. En 1998, vino a Buenos Aires para poner en escena Macbeth, de Verdi, y le propuso a Emilio que fuera su escenógraf­o y vestuarist­a. Cuando se produjo la crisis de fines de 2001, eran muy pocos los artistas extranjero­s que querían venir a la Argentina, Basaldúa, que se desempeñab­a como director del Colón, pensó en Savary para que montara Ascenso

y caída de la ciudad de Mahagonny, de Kurt Weill, y éste aceptó por una suma casi simbólica. No quería “desatender” la que seguía siendo su patria. Savary, que había nacido en la Argentina, llevado por su madre abandonó el país en la niñez. Sin embargo cuando tenía 20 años, regresó para hacer el servicio militar porque no quería perder la ciudadanía nacional. Le tocó hacerlo en Azul. Mucho tiempo después, en una de sus tres visitas de trabajo al país, Basaldúa lo llevó a Azul para que recordara los viejos tiempos y allí el oficial que comandaba la unidad militar le entregó al emocionado Jérôme un diploma de reconocimi­ento.

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la muestra que exhibe en el teatro san Martín rescata su pasado familiar y detalles de la vida cotidiana Daniel Merle fotográfo
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María Dueñas
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presentó en Buenos aires su segunda novela, Misiónolvi­do María Dueñas escritora

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