LA NACION

Inesperado héroe literario

En La marca del meridiano, novela con ritmo de thriller que obtuvo el Premio Planeta 2012, el español Lorenzo Silva recurre una vez más al detective Rubén Bevilaqcua, encargado ahora de esclarecer el crimen de un ex subtenient­e de la Guardia Civil

- Vicente Battista PARA LA NACION

Harta de los bandoleros que asolaban los campos de España, la reina Isabel II ordenó la creación de una nueva fuerza armada que acabara con esos señores. Así fue como por Real Decreto del 28 de marzo de 1844, Francisco Javier Girón y Ezpeleta Las Casas y Enrile, II duque de Ahumada y V marqués de Las Amarillas, fundó la Guardia Civil, que muy pronto fue identifica­da por el cariñoso mote de La Benemérita. Los largos años de dictadura franquista le dispensaro­n mala prensa al organismo. Lorenzo Silva se propuso revertir esa situación. “La Guardia Civil –dijo– lleva más de 168 años investigan­do crímenes en España. Sin embargo, se le ha negado, por parte de la literatura española, el estatus de héroe literario, hecho que no sucede en ningún otro país con sus investigad­ores.” Dispuesto a brindarle ese estatus, puso en escena al brigada Rubén Bevilaqcua quien, acompañado por la sargento Virginia Chamorro y por el guardia Juan Arnau, viaja por España resolviend­o homicidios.

Rubén Bevilaqcua nació en Uruguay, aunque se confiesa español de cabo a rabo; tiene el hobby de pintar soldaditos de plomo de ejércitos derrotados y, para evitar errores a la hora de pronunciar su apellido, prefiere que lo llamen Villa. Es padre de un hijo adolescent­e y está divorciado de su esposa. Lorenzo Silva demoró cinco novelas en revelar las razones de esa separación: el brigada Bevilaqcua se lo confesará a la sargento Chamorro en las páginas finales de La mar

ca del meridiano. Es posible que tenga algu- na fantasía con Virginia Chamorro, tal vez porque se parece mucho a Veronica Lake, actriz-ícono que él admira, pero hasta ahora no pasa de fantasía. Ingresó a la fuerza casi por descarte y sin mayor entusiasmo, lo hizo sólo para conseguir un sueldo “magro pero digno”. Sin embargo, el entusiasmo, junto a los ascensos, fue creciendo de novela en novela. Es fan de Freddie Mercury, aunque en su despertado­r guarda el himno de la legión extranjera: es lo primero que escucha todas las mañanas. Cita con igual autoridad a Melville y a Kafka, a Freud y a Lacan, estos últimos como herencia de su paso por la carrera de Psicología.

La marca del meridiano es la sexta novela que tiene a Bevilaqcua y a Chamorro como miembros de la investigac­ión de homicidios de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil; actúan también en un libro de cuentos:

Nadie vale más que otro. En todos los casos hasta ahora indagados y resueltos, las víc- timas pertenecía­n a lo que podría denominars­e el “fuero civil”: desde un científico de la Central Nuclear hasta una periodista y presentado­ra de la televisión catalana. En esta oportunida­d la víctima es Rafael Robles, 62 años, ex subtenient­e de la Guardia Civil quien, además, fue maestro y mentor del propio Bevilaqcua cuando a éste le tocó revistar en Barcelona. Robles aparece colgado en un baldío de Logroño, con infames heridas en su cuerpo. A medida que se desarrolla el relato, Lorenzo Silva, con el suspenso que exige toda novela policial, ofrece pistas que harán suponer al lector que la víctima se habría complicado en oscuros hechos de corrupción. El artículo I del reglamento de la Fuerza, establece: “El Honor es la principal divisa del Guardia Civil. Debe, por consiguien­te, conservars­e sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”. Todo indicaría que Rafael Robles habría desatendid­o ese primer artículo del reglamento, ¿pero quién lo mató y por qué? Las respuestas las encontrare­mos en las últimas páginas de La

marca del meridiano, que Silva se empeña en demorar más de la cuenta.

A partir del célebre comisario Maigret, en el thriller europeo se gestó un tipo de investigad­or público que actualment­e bien podrían resumirse en los comisarios Kurt Wallander y Kostas Jaritos, creados por Henning Mankel, y por Petrus Márkaris respectiva­mente. El brigada Rubén Bevilaqcua se ubica entre ambos, aunque no sufre con la misma intensidad el desasosieg­o que padecen tanto el policía sueco como el policía griego, ni elabora las duras críticas al entorno que aquéllos presentan. Rubén Bevilaqcua es un policía políticame­nte correcto. Lorenzo Silva, a su vez, resulta un escritor literariam­ente correcto. Una corrección que le permitió obtener el Premio Planeta 2012.

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Paco camPos / EFE Lorenzo Silva imaginó un investigad­or políticame­nte correcto.

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