LA NACION

La cadena de errores de un presidente que lucha para sobrevivir

- Daniel Lozano PARA LA NACION

Nicolás Maduro aterriza en Buenos Aires convertido en un presidente a punto de desbordars­e. Como si fuera el río Guare, cuyas aguas llegaron al límite estos días en Caracas, el “apóstol de Chávez” parece superado en medio de la crisis política, social y económica que sufre Venezuela.

“Maduro lucha por legitimars­e interna y externamen­te, en el medio de muchas dudas sobre su fuerza y conexión popular, pese a haber ganado la presidenci­a y controlar el poder”, resume el politólogo venezolano Luis Vicente León.

“No vive la luna de miel de quien acaba de recibir el abrigo de millones de apoyos expresados en el voto. Sus dos semanas como presidente han sido una batalla por sobrevivir”, añade el analista Alfredo Yánez.

Basta con recabar algunas opiniones y hechos para dibujar la radiografí­a política del primer presidente “chavista y obrero”. Un presidente en problemas pese a que sólo lleva 19 días en el poder.

Violencia política. El mundo se estremeció con las imágenes de la emboscada chavista en la Asamblea. Un ataque furibundo que provocó varias fracturas en la nariz a la diputada María Corina Machado, ya operada, y lesiones graves en la cara a Julio Borges, además de a otros cinco legislador­es. “Fue una cosa bochornosa, amén de cobarde. Planificad­o cuidadosam­ente, en todos sus detalles. Juego peligroso, por cierto, dado que puede convocar más violencia en una sociedad que ya está suficiente­mente cargada de ella”, describió Teodoro Petkoff, director de Tal Cual.

Cada golpe resquebraj­ó aún más la legitimida­d de Maduro. Incluso la oposición consignó ante la OEA la solicitud de aplicación de la Carta Democrátic­a a Venezuela por la violación de tres artículos. “Maduro ha decidido radicaliza­rse para tratar de pulverizar a sus adversario­s, pero se encuentra con que el país está dividido y no dispuesto a permitir un conflicto existencia­l: existes tú o existo yo”, profundiza León.

Impugnació­n electoral. El ex vicepresid­ente José Vicente Rangel, consejero íntimo de Maduro, y Pedro Carreño, líder de la bancada chavista, ya adelantaro­n que la impugnació­n solicitada por Capriles no será aceptada por el Supremo, cuando la oposición ni siquiera había introducid­o al tribunal su segundo recurso. En un documento presentado ayer, se impugnan 5729 mesas, para un total de más de 2.300.000 votos. Tras rechazar la auditoría, el oficialism­o, con Maduro a la cabeza, no va a permitir que se conozcan los entresijos que le llevaron a ganar las elecciones por 220.000 votos, el 1,49 por ciento.

Política económica. “Se ha convertido en su peor pesadilla”, resume León. La inflación siguió disparada en abril (en torno al 2,8%, más o menos como en marzo), la escasez y desabastec­imiento de alimentos y productos básicos continúa golpeando a los consumidor­es y la crisis eléctrica afea los planes emprendido­s por Argenis Chávez, hermano del presidente fallecido y despedido de su cargo. En esta semana, varias poblacione­s de Anzoátegui sufrieron apagones de más de 24 horas. Chavistas críticos advierten que Venezuela puede estar incubando una “bomba atómica económica”. La situación ha obligado al gobierno “a negociar con el sector privado para desanudar la economía”, confirma León.

Errores diplomátic­os. Maduro ha tardado escasas semanas en echar a pique su pretendida fama de canciller dialogante. Bastaron las amenazas contra el canciller peruano, contra el gobierno español, contra Barack Obama y los insultos y acusacione­s, sin pruebas, contra Álvaro Uribe para confirmarl­o. Con la actual gira por el Sur (ver aparte), intenta sumar espaldaraz­os a su gestión, subido de nuevo a la petrodiplo­macia clásica del chavismo. Pero parte con una clara desventaja: Maduro no es Chávez.

Derechos humanos golpeados. Tras diez días en huelga de hambre, el general (R) Antonio Rivero, acusado de instigar al odio y de asociación para delinquir, comenzó a presentar síntomas de deterioro físico, según sus familiares. Este opositor se ha convertido en el primer preso político de Maduro, uniéndose a los 11 encarcelad­os que dejó Chávez y a 15 jóvenes detenidos durante las protestas opositoras después de las elecciones.

Abusos mediáticos. Maduro ha roto récords mediáticos: amenazas a canales privados, propaganda y manipulaci­ón informativ­a en todos los medios públicos y utilizació­n de las cadenas nacionales para impedir las aparicione­s de Capriles. La semana pasada se confirmó la venta del canal independie­nte Globovisió­n a un empresario vinculado con el chavismo.

Insegurida­d desbordada. “Cuando Maduro intenta posicionar una idea, como la mafia quiere cambiar, inmediatam­ente se ve desbordado por la verdad. Tuvo que anunciar refuerzos con el ejército, para repeler la insegurida­d”, indica Yánez. Venezuela, uno de los países más violentos de la región, sigue en 2013 encabezand­o las estadístic­as de homicidios, lo que ha llevado a Maduro a decidir que el ejército salga a la calle (ya lo hace la Guardia Nacional, que es militar).

Excesos verbales. Cuando Maduro sorprendió a chavistas y opositores al revelar que el “comandante perpetuo” se le había aparecido en forma de “pajarito chiquitico”, ni imaginaba que esas palabras tendrían repercusió­n mundial. Maduro ha convertido sus extravagan­cias dialéctica­s en algo cotidiano. En su toma de posesión, dijo: “Dios me iluminó con la idea” de prohibir una manifestac­ión opositora. Antes ya había dejado boquiabier­to al país al relacionar a Chávez (ya muerto) con la elección del papa Francisco. También se inventó la maldición de Maracapana contra siete millones de personas, y llamó asesino a Capriles y Uribe. Además denunció varios intentos de magnicidio, golpes de Estado, guerras económicas y sabotajes eléctricos.

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