Andreotti y el país
Como todo hombre público, Giulio Andreotti, recientemente fallecido en Italia, ha sido controvertido. Sus compatriotas lo juzgarán por lo que hizo bien, lo que hizo mal y por lo que no hizo. Yo quiero evocarlo sólo por el trato personal que tuve con él, que también tuvo implicancias políticas.
En los años de mi exilio, durante el régimen militar, siempre me preocupé por destruir la propaganda de quienes usurpaban el gobierno argentino, que querían hacer creer en el exterior que el país se dividía entre guerrilleros y Fuerzas Armadas y que éstas eran la única opción en tal enfrentamiento. En mi actividad política me preocupaba de hacer conocer que esa afirmación era falsa, que la inmensa mayoría de los argentinos quería vivir en paz, sin violencia de ninguna clase y al amparo de su Constitución, sin el terrorismo de Estado de quienes asaltaron el poder o el que habían practicado las organizaciones guerrilleras. En esta tarea tuve un aliado en Andreotti, que presidía o integraba la delegación italiana a las conferencias de la Unión Interparlamentaria a las que yo también asistía. él sabía muy bien que mi partido en la Argentina y el suyo en Italia tenían distintos pensamientos. No obstante, siempre me dio la protección de su país. Me conseguía entrevistas, me invitaba a las recepciones de su em- bajada y hasta me consultó en ocasiones sobre si estaba interesado en que se invitase a alguien en especial para facilitarme las conversaciones. Cuando me presentaba a mis interlocutores era siempre generoso, lo cual, más que un apoyo personal, lo era a la causa democrática que yo sostenía.
Cuando triunfó la democracia en la Argentina, con Raúl Alfonsín en la presidencia, fui a saludarlo en mi función de embajador itinerante para transmitirle los saludos del presidente y agradecerle su valiosa solidaridad en aquellos años crueles.
Hipólito Solari Yrigoyen
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