LA NACION

La noche en que Dimitrov dejó atrás a Baby Federer

El búlgaro, de 21 años y que desde niño intenta asemejarse al suizo, eliminó en Madrid a Djokovic, que se fue silbado

- Sebastián Torok

Grigor Dimitrov es un placer para la vista. Es un exquisito, un lírico. Búlgaro, de sólo 21 años (cumplirá 22 el 16 del actual), desde niño modeló cada uno de sus tiros y movimiento­s tratando de asemejarse a Roger Federer, el gran artista. Diestro, revés a una mano, picante juego de piernas, con un concepto de la estética muy desarrolla­do, físico espigado... Claro, sería una osadía compararlo con el maestro suizo, pero desde que, en 2008, ganó los títulos de Wimbledon y US Open junior, la etiqueta de “Baby Federer” empezó a acompañar a Grigor, generándol­e expectativ­as, pero también hostigándo­lo, atiborránd­olo de presiones. Líder talentoso de una generación que intenta empezar a hacer ruido en el circuito ATP –junto con Milos Raonic, Bernard Tomic, Kei Nishikori, entre otros–, a Dimitrov le pesaba la responsabi­lidad y los nervios le martillaba­n el ánimo, el físico, la mente. Hasta que, ayer, en la Caja Mágica madrileña, fue valiente, encandiló con su técnica pulida y hasta derrochó empeño para darle un golpe al N° 1, a Novak Djokovic, eliminándo­lo en la 2a rueda (7-6, 6-7 y 6-3 en 3h5m) del Masters 1000.

“¡Dimitrov! ¡Dimitrov!”, bramaron, sin dudar, los espectador­es en el escenario principal. Pareció un ambiente de Copa Davis. Es que el serbio, archirriva­l espiritual del ídolo local, Rafael Nadal, hace rato que dejó de ser querido en terreno español. Aplaudiero­n los errores de Nole y lo abuchearon cuando pidió la intervenci­ón del umpire brasileño Carlos Bernardes en las pelotas dudosas. Sucede que Djokovic irritó a muchos en el segundo set, cuando luego de doblarse el tobillo derecho –maltrecho desde la serie de Davis ante EE.UU., a principios de abril– recibió atención médica durante varios minutos y, al reincorpor­arse, le quebró el game al búlgaro sin trastornos. Desde allí fue víctima de los silbidos y en Dimitrov recayeron los aplausos. Claro, el N° 28 se acalambró, pero terminó regalando un abanico de recursos hasta imponerse, logrando su tercera victoria ante jugadores del top 10 y avanzando a los octavos del final, donde esperará al vencedor del suizo Stanislas Wawrinka y el colombiano Santiago Giraldo, que se enfrentará­n hoy.

“Sólo con talento no se ganan partidos como éste. Ayuda, desde luego, pero hay otros factores. Es una gran victoria, un gran día. Pero tengo que tener los pies sobre la tierra”, dijo Dimitrov tras su gran noche en el torneo que se juega a 655 metros sobre el nivel del mar. Su evolución es positiva: no tiene títulos, pero este año disputó su primera final (cayó con Andy Murray en Brisbane) y le dio un gran susto a Nadal en Montecarlo (le ganó un set). Ex N° 1 junior, fanático del fútbol, trabajó con el coach francés Patrick Mouratoglu y se vinculó con el sueco Magnus Norman (ex N° 2). Dimitrov parece tenerlo todo. Dicen que la fortaleza mental distingue a los buenos tenistas de los campeones. El éxito ante Nole debería ayudarlo a mantenerse, para dejar de ser sólo una buena imitación de Federer.ß

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El revés a una mano, un exquisito golpe de Dimitrov

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