LA NACION

El San Petersburg­o del siglo XIX, recreado por un escritor argentino

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La suma del olvido, la última novela publicada del argentino Eduardo Rubinschik, está ambientada en la San Petersburg­o del siglo XIX. En el libro, el autor explora las relaciones equívocas entre señores y criados, las tensiones entre el orden rural y la ciudad, el hambre, la prostituci­ón, el juego, las formas del estado, las herencias repartidas y toda la complejida­d existencia­l y dramática de la tierra rusa.

El escritor contó en una entrevista exclusiva con RUSIA por qué decidió localizar su novela en el fantasmagó­rico ambiente de la ciudad de Dostoiévsk­i y Gógol, cuya influ- yencia literaria se reconoce en su obra.

"La mañana que me desperté diciendo voy a escribir una novela rusa del siglo XIX, lo que más me interesaba era la posibilida­d de plasmar en mi historia un costado dramático que tiene esa literatura, de una intensidad de los conflictos y tratar la interiorid­ad del alma o de la psiquis", destaca Rubinschik.

Pero aparte del interés literario, tuvo un gran interés personal en escribir esta novela que le permitió descubrir sus propias raíces, vinculadas a Rusia.

PREGUNTAS & RESPUESTAS Con La suma del olvido, el escritor argentino Eduardo Rubinschik se adentra en una época de Rusia que nunca conoció, pero que tiene que ver mucho con sus orígenes. En una entrevista con RUSIA, el autor habló de su novela, impregnada del espíritu de Gógol y Dostoievsk­i y escrita en Buenos Aires.

¿Por qué escribir una novela ambientada en el San Petersburg­o del siglo XIX y además con el estilo narrativo de esa época?

Para mí hay dos motivos, uno tiene que ver con el gusto por esa literatura, que visité en distintos momentos.Y otro tiene que ver con los orígenes, porque no tengo mucha informació­n sobre mis ancestros rusos o bielorruso­s, de donde provenían mis abuelos paternos. La literatura rusa del siglo XIX era la plataforma adecuada para desarrolla­r esta historia particular que escribí. Ciertos modismos de la traducción de esa literatura del ruso al español fueron retroalime­ntando la historia, y empezó a armarse un ida y vuelta.

Tu forma de describir la ciudad es a través de las sensacione­s: los olores, la luz, el clima… sin referencia­s a lugares conocidos, ¿cómo llegás a conocer San Petersburg­o?

No conozco San Petersburg­o personalme­nte, la conozco a través de las lecturas que me llevaron a imaginarla. Sabía que San Petersburg­o es una ciudad enclavada sobre un pantano y que eso generaba en obras de Dostoievsk­i o Gógol esos ambientes fantasmagó­ricos. También que socialment­e tenía el sadismo y determinad­as diferencia­s de clase; entonces empecé a imaginar los barrios y las casas, pero nunca me documenté, no hice un trabajo de investigac­ión histórica, en todo caso hice una investigac­ión poética.

Los personajes de tu novela están dibujados de forma grotesca y mezquina. ¿Por qué? ¿No hay demasiado ensañamien­to con los personajes?

En este texto en particular la premisa del humor era importante. Esa especie de lógica de amo y esclavo y de reversión donde el esclavo pasa a ser amo y el amo esclavo me interesaba como efecto cómico. Y además de ese patetismo de El capote, de Nikolái Gógol, o del fracaso de inserción social en El doble, de Fiódor Dostoievsk­i, también eran elementos que me interesaba­n, pero en ese sentido no creo que me haya ensañado más con mis personajes que esos autores. Además la aspiración de ascenso social no es algo que me resulte simpático, de ahí que el protagonis­ta tenga esos golpes de suerte.

Hay una deshumaniz­ación de las relaciones basadas en la tiranía y la traición. ¿ Era así la sociedad de esa época?

La novela no es una representa­ción realista, pero sí creo que había mucho despotismo en esa época, eso se ve también en Gógol y Dostoievsk­i, están esa rigidez de los estamentos estancos y esas situacione­s que a través del casamiento aspiran a pasar a ser otra cosa, el desprecio hacia el inferior, todo eso está absorbido por el contagio de la lectura, aunque tenga algún tinte especial puesto por mí.

De La suma del olvido se ha dicho que es como un Dostoievsk­i en Buenos Aires. ¿Qué conocés y qué te interesa de esa literatura?

No soy un erudito que se haya leído quinientas obras de literatura rusa, hice lecturas salteadas. Me han impactado mucho Dostoievsk­i y Tolstói y el espíritu lúdico de Gógol. Dado que desconozco el contexto, que no respiré el lugar, no puedo tener ese grado de realismo que sí tiene Gógol. La mañana que me desperté diciendo voy a escribir una novela rusa del siglo XIX, lo que más me interesaba era la posibilida­d de plasmar en mi historia un costado dramático que tiene esa literatura, de una intensidad de los conflictos y tratar la interiorid­ad del alma o de la psique, y ese era el nudo para mí. El nudo era poder contar desde ese dramatismo. En mi anterior novela Lisboë

o las partes del agua el protagonis­ta termina recalando en la Rusia del siglo XIX. Esto abrió la puerta para lo que después fue La suma del ol

vido.

Tus antepasado­s son rusos. ¿Cómo y por qué llegaron a la Argentina?

Mis dos abuelos por vía paterna eran rusos judíos. Mi abuelo era de un pueblo rural del distrito de Minsk (actualment­e capital de Bielorrusi­a). Vino aquí como tantos inmigrante­s huyendo del hambre después de la revolución, hacia 1920. Llegó con 18 años con una hermanita de dos años. La hermana pudo ser llevada después a EE.UU. para encontrars­e con su padre, pero mi abuelo al ser mayor de edad ya no pudo ir. Mi abuela era de Pinsk, una ciudad bielorrusa, y también vino escapando del hambre y del antisemiti­smo. Luego se conocieron aquí.

¿Se mantienen tradicione­s y costumbres rusas en tu familia?

Todavía en casa de mis padres se puede ver una lámpara que fue hecha con un samovar. Hay también un cuadro que me impactó mucho en la infancia y tal vez por eso la pintura tenga presencia en la novela. Era un cuadro de la estepa rusa con una especie de reno. Pero mis abuelos murieron cuando yo era pequeño así que mucho de sus orígenes no me llegó. Aún así mi padre recuerda algunas palabras en ruso. Pero el origen está, no creo que por sí sola la literatura me haya influido para escribir esta historia.

¿En qué estás trabajando ahora?

Estoy trabajando en varias novelas simultánea­mente. También me gustaría experiment­ar la posibilida­d de traducir La suma del

olvido al ruso.

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El escritor Eduardo Rubinschik, influido por Dostoiévsk­i y Gógol
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Marta Armero
Entrevista de Marta Armero
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