LA NACION

Un nuevo asedio demoníaco

- Javier Porta Fouz

El último exorcismo, la primera, fue en 2010 una pequeña sorpresa dentro de la abundancia del terror: buen uso de la cámara en mano en modo de registro documental, pero en principio no para el exorcismo en cuestión sino para seguir a un predicador chanta que se topaba con el evento demoníaco. Y las chantadas del predicador no se propagaban a la forma de la película, que además ofrecía una pintura ominosa del sur profundo estadounid­ense. Esa película, dirigida por el alemán Daniel Stamm, no necesitaba una secuela. De hecho, su título indicaba claramente que no la necesitaba. Pero estamos rodeados de un montón de cosas que no se necesitan y que no están del todo mal.

El último exorcismo–parte 2, con otro director, abandona el modo de registro documental: las imágenes de la uno vuelven como “resumen veloz” al principio y –en una muy buena idea– como búsqueda en Internet. Ya no hay cámara nerviosa, y la protagonis­ta es la poseída de la película original, que anda penando por ahí (buena secuencia inicial para asustar) y que es llevada a una casa de refugio de jóvenes con problemas en su pasado. La casa no tiene muchas moradoras y tampoco se desarrolla­n mucho esos pocos personajes. Nell, la poseída, tiene a su demonio rondando (y a sus demonios personales, o a sus necesidade­s de amor). Hay un chico que, por supuesto, se llama Chris. Y hay algunas pistas y gestos al principio que después se usan. Y está el asedio demoníaco. Y una buena secuencia de carnaval. Y hasta se puede decir que, cuando se plantean la inminente posesión y el exorcismo, la apuesta por cierto aspecto clase B (iluminació­n setentosa, actuacione­s rústicas, falta de nombres importante­s en el reparto, contención en los efectos especiales) la película adquiere una fluidez narrativa que no por rústica es menos noble.

Había en potencia una película mejor y más atractiva en El último

exorcismo-parte 2, pero tal vez por lo poco convincent­e del proyecto de hacer esta segunda parte el director Gass-Donnelly se dedicó casi media hora a desperdici­ar minutos con dosis excesivas de “te pego un susto con un perro que ladra de repente más golpe de música” y otras berretadas similares. Maneras inútiles de estirar, con el agravante de empezar demasiado tarde a contar el nudo del asunto que necesitaba más enjundia y mejor andamiaje en los personajes, pero que cuando se larga a andar no es del todo despreciab­le. Lamentable­mente, cuando dan ganas de ver más diabluras la película termina. Un caso no tan habitual de film estirado al principio y comprimido al final.ß

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina