LA NACION

Seis meses del papa Francisco

En apenas seis meses, el Papa logró darle una nueva impronta a la Iglesia, más cercana a la gente

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

Cumple medio año de pontificad­o con cambios profundos.

ROMA.– Una nueva dinámica en la Iglesia, un entusiasmo renovado, vientos de cambio. Francisco cumple hoy seis meses de pontificad­o. Podría decirse que no se puede hacer el balance de un pontificad­o tan nuevo. Pero para muchos los seis meses de Jorge Bergoglio como papa son mucho más que eso. Son algo así como una perestroik­a, “reestructu­ración”, la palabra rusa identifica­da con las reformas de Mikhail Gorbachov en la Unión Soviética.

La perestroik­a de Francisco, que en estos seis meses ha podido levantarle el ánimo a una Iglesia abrumada por una crisis interna, no son sólo esos gestos que conquistar­on desde el principio a católicos y no católicos. Es decir, la humildad, la sencillez y la austeridad.

La perestroik­a de Francisco, que desde el principio dijo que quiere una Iglesia pobre para los pobres, y no una Iglesia autorrefer­encial, es una nueva forma de entender el papado y de gobernar la Iglesia. También desde el primer día, Francisco, que se ha llamado “obispo de Roma” –tendiendo puentes con los otros credos cristianos–, evita subirse al pedestal. Afirma que la Iglesia no es el papa, los curas, los cardenales; “la Iglesia somos todos”, dice.

Siguiendo este mismo concepto, y de acuerdo con la voluntad expresada por cardenales de todo el mundo en las reuniones previas al cónclave, Francisco está implementa­ndo una nueva forma de gobierno colegiado. Es decir, un gobierno más democrátic­o, que tiende a involucrar a los episcopado­s de todo el mundo y no centraliza­do en Roma.

Para ello, ha creado un consejo de ocho cardenales de todos los continente­s que deben ayudarlo a reformar la curia y en el gobierno universal de la Iglesia. Los cardenales consultore­s ya estuvieron trabajando en los últimos meses y a principios de octubre se reunirán con el Papa. Discutirán cómo reestructu­rar el poder central de la Iglesia, eje de internas en los últimos años, para que trabaje en forma más racional y eficiente.

Resistenci­a

En este medio año, Francisco también creó comisiones para investigar el IOR (el banco del Vaticano) y para reforzar los controles financiero­s del Estado, por sospechas de maniobras oscuras.

Estas iniciativa­s generaron resistenci­a en sectores de la curia que prefieren mantener el statu quo, y que incluso temen ser barridos por los nuevos vientos. “Es probable que algunos quieran hacerle una gambeta al Papa”, confió un obispo.

Al respecto, hay quien cree que dos designacio­nes del Papa muy cuestionad­as podrían ser parte de un juego sucio en su contra. Una es la de monseñor Battista Ricca como prelado del IOR, acusado de tener un presunto pasado homosexual turbulento, pero a quien el Papa respalda. La otra es la de Francesca Immacolata Chaouqui, una joven considerad­a sin experienci­a para estar en una comisión que supervisa las finanzas del Vaticano y de pasado polémico.

Lo cierto es que en la designació­n más importante hecha hasta ahora, el Papa eligió como su segundo a monseñor Pietro Parolin, el nuevo secretario de Estado designado en reemplazo del cuestionad­o Tarcisio Bertone. Parolin es un experto diplomátic­o y tiene un perfil muy similar al del Santo Padre: humilde, abierto al diálogo y ajeno a las internas de los sacros palacios.

Es claro que la perestroik­a también tiene que ver con no ser parte de esa pompa vaticana parecida a la de una corte imperial. Francisco usa un Ford Focus y ahora también una vieja “renoleta” blanca que le regalaron, porque “le duele ver curas y monjas con autos de lujo”.

La perestroik­a del ex arzobispo de Buenos Aires, amigo de judíos y musulmanes, también le ha dado un nuevo impulso al diálogo interrelig­ioso, fundamenta­l en un mundo al borde del estallido de una guerra regional, sino mundial.

Nueva autoridad moral internacio­nal, se anotó un punto con su movilizaci­ón planetaria de ayuno y la jornada de oración por la paz en Siria. Pero sigue siendo él mismo, papa Bergoglio, como lo llaman en Italia.ß

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Francisco, siempre cerca de la gente

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