LA NACION

Una apuesta que dejaría victorioso a Al-Assad

- el escenario Oliver Holmes AGENCIA REUTERS Traducción de Jaime Arrambide

Washington y Moscú se están llevando los aplausos por las negociacio­nes para que Siria entregue su arsenal químico.

El presidente norteameri­cano, Barack Obama, postergó el martes una votación parlamenta­ria que segurament­e habría perdido sobre un ataque a Siria, y el gobierno de Rusia, que fue el que presentó la idea, puede mostrarse ahora como un pacificado­r, cuando hace dos años que Occidente lo acusa de proteger a un tirano como Bashar al-Assad.

Sin embargo, el gran triunfador podría ser Al-Assad. Y si con Siria se repite la experienci­a pasada de cooperació­n internacio­nal, los grandes perdedores serían otros sirios, de los cuales más de 100.000 perdieron la vida y más de seis millones sus hogares, desde que Al-Assad reprimió las manifestac­iones en favor de una apertura democrátic­a, en 2011.

Más allá de todo lo que se dijo sobre un acuerdo que permitiría diluir el dilema de los líderes occidental­es, que buscan dar una respuesta aceptable al ataque con gas venenoso del 21 de agosto, son pocos los sirios que consideran este plan como una solución para la crisis mucho más amplia que atraviesa su nación.

Las armas químicas son responsabl­es de tal vez el 2% de las muertes de la guerra civil. En las tres semanas que pasaron desde que esos gases tóxicos mataron a unas 1400 personas cerca de Damasco, según funcionari­os norteameri­canos, las bombas y las balas causaron más del doble de víctimas.

La confianza de Al-Assad, que llama terrorista­s a sus enemigos y destaca el rol de los militantes islámicos, sigue creciendo, mientras la amena- za de un ataque norteameri­cano se diluye y la diplomacia lo termina legitimand­o como presidente del país. “Siria y sus aliados están intentando comprar algo de tiempo para evitar el ataque de Occidente a toda costa, mientras que el gobierno de Obama también está haciendo tiempo frente a un escenario parlamenta­rio incierto”, dijo James Fallon, de la consultora Control Risks.

“La propuesta tiene utilidad diplomátic­a en lo inmediato, pero difícilmen­te pueda ser la base de un compromiso a largo plazo”, agregó.

Quienes viven en áreas controlada­s por los rebeldes dicen que ahora temen más años de ataques con armas tan mortales y aterradora­s como el gas nervioso, pero que no son armas tabú, mientras el mundo se ocupa de la minucia de destruir el arsenal químico de Siria.

“Esto no es más que una jugada de Rusia y el régimen para ganar tiempo”, dijo, desde Damasco, un activista opositor que se hace llamar Tariq al-Dimashqi, y agregó que, desde que el gobierno ruso presentó la idea, el lunes, los bombardeos no han hecho más que intensific­arse.

El martes, aviones de guerra sirios retomaron sus incursione­s aéreas contra los suburbios rebeldes de la capital, por primera vez desde el 21 de agosto. Los activistas dicen que esa reanudació­n de ataques demuestra que Al-Assad ya no teme una acción militar de Estados Unidos.

El enigma del arsenal químico

Desde hace un año, cuando Obama dijo que el uso de armas químicas sería una “línea roja”, el énfasis puesto por Estados Unidos en esas armas se convirtió en un punto doloroso para muchos sirios, ya que parece desconocer a los miles de rebeldes, soldados y civiles que perdieron la vida de otras maneras.

El número de muertos alcanza casi los 1000 por semana, según el Observator­io Sirio de Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña. Esa estadístic­a subraya lo difícil que será para los inspectore­s internacio­nales aplicar un acuerdo en medio de una caótica guerra civil.

La destrucció­n del arsenal, además, podría llevar años. Se cree que el arsenal químico de Siria incluye cientos de toneladas de gas sarín y gas mostaza, así como del agente nervioso VX, repartido en una docena de instalacio­nes. De por sí, ya será difícil encontrar esos stocks y asegurar su destrucció­n, como también será difícil proteger a los inspectore­s encargados de hacerlo.

David Friedman, ex funcionari­o de antiprolif­eración de armas del Ministerio de Defensa de Israel y actual docente del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universida­d de Tel Aviv, estima que el decomiso del arsenal químico de Siria podría llevar entre uno y dos años completos. Y, aun así, Al-Assad no quedaría totalmente desarmado: “No hay muchas garantías”, dijo Friedman, que recordó las municiones tóxicas encontrada­s en Libia tras el derrocamie­nto de Muammar Khadafy, en 2011, ocho años después de su supuesta entrega.ß

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Los suburbios de Damasco son bombardead­os diariament­e

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