Harto de padecer a otros, Diego Reinhold produce su propia obra
Místico y existencialista, habla de su carrera, de la fama, el éxito y la autogestión
Cantante y bailarín, pero sobre todo una usina de ideas, todos esos atributos lo convirtieron en un referente del stand up local, como lo prueba
Rococó, el espectáculo que presenta los jueves, a las 23.30, en Paseo La Plaza, junto a Maju Lozano, Natalia Carulias, María Carámbula y la Srta. Bimbo Godoy. –¿Qué te inspiró para crear BULeBU? –Tenía ganas de meterme con el lenguaje de la música, crear un espectáculo sofisticado, con canciones cantadas a distintas voces, donde hubiera zapateo americano, proyecciones, mapping en vivo, instrumentos raros. Este show es la última versión, de modo que quedó mucho material afuera, con el que podría hacer otro espectáculo. –Tu trabajo siempre revela un especial interés por la tecnología. –Sí. Suelen ofrecerme técnicas que tienen que ver con pantallas de petróleo transparente o con otras novedades, pero nunca tomo estas innovaciones en función de lo que cuento. Es al revés.
BULeBU es un espectáculo de baile y show, y su banda sonora –una conjunción de jazz, boleros, rumba y aires de Fred Astaire– está inspirada en los años 50 y 60. Con dirección musical de Nicolás Sorín, en esta oportunidad Diego está acompañado por el matrimonio que conforman Ivanna Rossi (la atribulada víctima de Alzheimer en Forever
Young) y Sebastián Codega ( Cats,
Swing Time).
Un tipo leal, un tipo normal
A los 13 años, Diego ingresó en la escuela de Hugo Midón. No le gustaba ir al colegio ni la pasaba demasiado bien. Encontró en el teatro un espacio donde se sentía a gusto. A los 17 , Midón lo llamó para que hiciera su debut, nada menos que en el papel central de El imaginario. Desde entonces mantuvieron una relación artística muy fructífera: continuaron juntos en El gato con botas, Locos recuerdos, La vuelta manzana, Huesito caracú y Hotel Oasis. Más de dos décadas después de aquel debut promisorio, Reinhold exhibe orgullosamente una carrera rica en matices: trabajó en musicales tan aclamados como Gypsy, Boquitas pintadas, Jazz, swing, tap, Mina... che cosa sei? y El pasajero;
incursionó en la revista con Incom
parable y Deslumbrante, e integró el elenco de la saga Cómico Stand Up. Además, brilló en Los exitosos Pells y condujo Demoliendo teles.
Este año fue parte del elenco del
Stravaganza, estados del tiempo, uno de los mayores éxitos de la temporada, en Villa Carlos Paz. Y siguió con su participación en
Desayuno americano, cuando era conducido por Ernestina Pais. Se desvinculó de ambos proyectos. En el espectáculo de Flavio Mendoza, presentaba aquél número en el que construía un relato utilizando nombres de calles, que le otorgó tanto reconocimiento del público. Diego no quiso renovar su contrato: el ritmo le resultaba agotador y él se encargó de decirlo a los cuatro vientos.
–¿Honestidad brutal? –Cuando algo no me gusta, me da gastritis, me peleo conmigo mismo. Tuve que parar de hacer esas obras que hacía y de trabajar con esa gente con la que trabajaba…
–Lo decís por Stravaganza…
–Y otras más, pero no viene al caso. –¿Qué pasó con los derechos de autor de tus cuadros?
–Fue.
–El público sabe que son tuyos. –Pero terminó. Los perdí. Me hizo mucho daño. Soy un tipo leal. No quise hacer lío. –A partir de ese momento te alejaste un poco de todo. ¿Es así? –Sí, cuando me di cuenta de lo que había pasado, me angustié. Pensé que aquel era mi lenguaje, que lo había encontrado. Y de repente apareció alguien haciendo lo mismo que yo. Empecé a hacer conjeturas ridículas a partir de mis propias inseguridades. De todos modos, agradezco esas situaciones tan tristes que me tocó vivir: fueron un gran aprendizaje.
–¿Qué aprendiste? –Ahora estoy eligiendo, por eso trabajo con mis amigos. No soy un tipo muy seguro de mí mismo. Cuando aparecía una oportunidad, no podía negarme. Aprendí que no hay que hacer eso, si no, todo se reduce a una mera acumulación.
Diego se define a sí mismo como un “tipo feliz”. Su profesión le permitió comprar una casa con pileta, en el barrio de Chacarita, donde se
“Soy bastante fascista en mi manera de pensar, pero no quiero convencer a nadie” “Cuando algo no me gusta, me da gastritis y me peleo conmigo”
refugia de todo en compañía de su gato Richard (“el más lindo del mundo”). “Debo sonar a Osho con todo lo que te digo, pero es muy simple lo que pienso de la vida y el cosmos”, advierte. Enemigo del chiste fácil y escatológico, puede acudir a un lenguaje algo sofisticado en el que se cuelan palabras como “sinapsis”, “epifanía” y “semántica”.
–¿Dónde nace ese lenguaje? – Siempre fui de asociar cosas, ideas. Eso es el humor: la asociación libre, la yuxtaposición de universos que son difíciles de unir. En esos chispazos aparece la risa. Leí mucho. Igual ya no quiero leer más, no me gusta más la ficción, no me gusta más el papel, su olor… Ahora quiero que todo sea audiovisual.
Cuando se le pregunta si pretende dejar un testimonio, Diego Reinhold se ríe antes de responder. “Soy bastante fascista en mi manera de pensar. Pero no quiero convencer a nadie. Busco ejercer mis nuevos paradigmas, es decir, descubrir el ser a partir de tanto dolor atravesado. Soy sólo una persona normal”, dice, como si nada, y se va.ß