LA NACION

“La gente es un termómetro de la actualidad del equipo”, dice el DT de la Academia, Ischia

Mientras transita sus primeros pasos en Racing, el DT no pierde el tiempo e intenta darle su sello a un plantel con el ánimo caído

- Texto Damián Cáceres | Fotos Soledad Aznares

La sala de prensa está desierta. Lejos del bullicio de una semana atrás, cuando asumía como entrenador de Racing, aparece Carlos Ischia. Presuroso se disculpa por haber atendido una extensa comunicaci­ón telefónica. Tras sentarse, da la sensación de bajar, por un instante, las revolucion­es que vivencia en sus primeros días en Avellaneda. El devenir de la Academia lo preocupa. Si bien lleva un partido como DT, reconoce que con el plantel están en una etapa de conocimien­to mutuo. “Me gustó lo que hicimos ante Lanús. Sobre todo en el primer tiempo. Creo que el para

te [por el corte de luz] nos afectó más a nosotros que al rival porque veníamos con el envión de varias situacione­s claras de gol”, cuenta Ischia, quien se define como un entrenador con una buena dosis de docente. “Vengo de una familia donde mis tres hermanas son docentes. Actualment­e estoy en pareja con una persona que es pro- fesora de historia. Dos de mis hijas son profesoras de educación física. La docencia ha estado muy ligada a mi vida y es algo que intento aplicar como técnico”, explica. Tal vez por eso es habitual observarlo en cada práctica intercambi­ando opiniones con sus dirigidos. El diálogo lo lleva a flor de piel y su estilo paternalis­ta no sorprende. — ¿El problema del equipo es futbolísti­co o psicológic­o? —Todo está relacionad­o. Cuando no marcha lo futbolísti­co como pasó acá en el inicio, lo anímico y lo psicológic­o pesan mucho. Es inevitable porque el jugador pierde la confianza. Cualquier cosa o error que se transforma en gol parece un desastre porque la gente se pone intranquil­a y nerviosa. Y el contexto se hace más complejo. — ¿Cómo se baja la ansiedad porque siempre se habla del peso de la gente de Racing? —Siempre voy a preferir jugar con público. Hubo partidos sin público y no es lindo que así sea. Acá la gente empuja, acompaña y el jugador se debe acostumbra­r. Debe aprender a convivir con eso porque cuando las cosas van bien te alientan y cuando salen mal no. Es así. Es algo normal. En el jugador o en el entrenador no cabe agarrársel­a con la gente. Si la gente está mal por algo es. No sucede que la gente esté mal si el equipo anda bien. La gente es un termómetro importante de la actualidad de cualquier equipo. — ¿Cómo se hace para volver a potenciar a los más jóvenes? ¿Cómo se recupera a Vietto en lo inmediato? —A Luciano no lo veo tan mal. Él dice que no se siente bien porque no hace goles. Cuando empezó en Primera convirtió varios y el jugador se acostumbra. Pero hay momentos donde le toca un bajón y eso es común. Es un chico, no hay que olvidarse de eso. Hay que darle confianza como a los demás jugadores con trabajos en definición, en espacio reducido para poder presionar al rival lo más lejos de nuestro arco donde ellos lastiman. — ¿Los jóvenes son más permeables que en su época de jugador? —Absolutame­nte. Escuchan, atienden. Hay momentos para cada cosa. Hoy tienen más posibilida­des de conocer y de conseguir cosas. Recuerdo que en mi casa se compró el primer televisor cuando tenía 13 años. Hoy cualquier chico que está en el fútbol tiene su auto, su celular, su tablet, su computador­a. En mi época no era así. Se vivía de otra manera. Es cuestión de adaptarse.

— ¿Tienen miedo los entrenador­es de hacer debutar a los jugadores juveniles? —Algo de eso hay. Primero tenés que tener ganas de buscar, de meterte con el trabajo de inferiores y de ver a cada chico. La forma de conocerlos es viéndolos cotidianam­ente. No hay otra. Uno piensa que va a hacer el trabajo por muchos años. Entonces no sólo es pensar en el próximo partido sino también en el largo plazo. A Mauro Zárate lo fui a buscar a la séptima y al otro año debutó en Primera. En Boca, a Nicolás Gaitán no lo querían porque era flaquito. Inmediatam­ente lo pedí y mal no le fue. — La dirigencia de Racing está dividida con una interna entre el presidente y el vice primero, ¿esto puede afectar el trabajo de un entrenador? —No me voy a meter en ese tema. No me interesa. Converso y charlo con todos por igual. No soy quien para meterme en la vida institucio­nal. Debo abocarme al trabajo para demostrarl­e a la gente que me trajo que no se equivocó. Y sobre todo para darle productivi­dad al equipo. Mejorar el rendimient­o de los jugadores. Intentar sacar otros valores como intentó Racing en el último tiempo para que el club se sienta protegido por sus divisiones juveniles. Ese es mi trabajo hoy. — Recienteme­nte Cagna dijo que el fútbol argentino era cruel. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación? —No siempre es así. Hay casos y eso depende de los resultados. Estuve 3 años y medio con Carlos [Bianchi] en Boca y logramos muchos títulos. Después volví a Boca como entrenador y me fue bien con dos títulos, pero a los cuatro meses me echaron. Se acepta que así sea. Es así el fútbol. — ¿Qué los equipos grandes no pasen por un buen momento es indicador que el fútbol argentino se empareja para abajo? —Acá es el único país donde cualquier puede salir campeón. Mirás España y es monótono porque o es Barcelona o Real Madrid. Ni el Atlético, con un equipazo, tiene chances. Acá no es así. Cualquiera puede salir campeón y eso lo hace atractivo.ß

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Sobre la realidad del plantel, Ischia opinó: “Cuando no marcha lo futbolísti­co, lo anímico y lo psicológic­o pesan” mucho

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