LA NACION

VirtuDes únicas y Defectos incorregib­les

- Fernando Pacini

Que la selección ataca como nadie y defiende como muchos es una idea que se ha afirmado con el paso de los partidos. Está a la vista. Las dos cosas son inmodifica­bles. Así será el equipo del Mundial. Puede haber algunos ajustes, pero el perfil futbolísti­co va a ser este. Sabella consiguió muchas cosas en su gestión: estabilida­d, mesura, les dio confianza a los convocados por la regularida­d de sus citaciones, etcétera. La clasificac­ión temprana también es un mérito. Pero la virtud más grande del entrenador argentino no suele destacarse a menudo: acercó este ataque, único en el mundo por abundancia de talento, velocidad e imaginació­n, a su potencial. Hace tiempo que Messi, Agüero, Higuaín y Di María están en la selección, pero jamás habían logrado hacer las diferencia­s que hacen hoy. Se acostumbra­ron a jugar juntos, se habituaron a compartirs­e, y ahora sí, se reconocen demoledore­s. Vuelan hacia adelante. Los cuatro, lanzados y combinando en velocidad, son un caos indescifra­ble para los rivales. Los defensores adversario­s, al cabo de tres o cuatro embestidas, cada vez que los ven arrancar en la mitad de la cancha, ven la gran ola de un tsunami y asumen una cautelosa resignació­n. El objetivo defensivo para quienes enfrentan al ataque argentino es el decoro, ya no la eficiencia. Tras ellos, queda un equipo, muchas veces largo; en ocasiones, quebrado, concediend­o un latifundio entre defensores y delanteros. Suponer que ese bloque que no participa de la ofensiva, puede respaldar achicando hasta la mitad de la cancha, es difícil de imaginar. No es una defensa con aptitudes para regresar a máxima velocidad. Sin Mascherano, el problema se agrava: ni Gago ni Biglia son marcadores; sus recuperaci­ones responden más a la interrupci­ón de pases que al quite. Un punto a resolver es cómo evitar que los rivales lleguen siempre dos contra uno sobre los costados. La obsesión de tener defensores altos (resignando un lateral izquierdo puro) puede tener recompensa en pelotas aéreas, pero puede ser una pérdida en el juego global. Como sea, no queda mucho tiempo para pruebas. La Argentina no tiene defensores clase A, ni los tendrá en 9 meses. Podemos no compartir algunos de los criterios de Sabella, discutir algunos nombres, sugerir algunos retoques, no mucho más. Un equipo es una construcci­ón paciente; lleva más que cinco o seis partidos, que es lo que queda antes de Brasil. No tiene caso seguir reclamando mejorías excesivas. A esta altura, hasta podría ser contraprod­ucente cambiar demasiado. Ya se dobló la última curva hacia Brasil. La selección es esto y punto, con sus virtudes y defectos a la vista.ß

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