LA NACION

Marcos López Liberar al niño interior

Más conocido por su carrera como fotógrafo, este artista logró ampliar sus propios límites mediante la transgresi­ón y la improvisac­ión constantes; considera fundamenta­l jugar y vencer el miedo

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“S acar fotos me sale bien, me resulta fácil. Por eso me aburro. Me tomo un taxi ahora, me voy a la fiesta del precarnava­l de Gualeguayc­hú y hago diez fotos buenas. Porque sé cómo se hace: toco el timbre y le digo al bailarín: ‘¿Te puedo fotografia­r con tu mamá?’ ‘No, porque está con mi abuela en el hospital.’ Entonces vamos y le saco al bailarín con la abuela.”

Tanto se aburrió Marcos López de este mecanismo de trabajo que se dejó guiar por su intuición y tomó el camino de la desmesura. Su última muestra, que ocupó en marzo la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, mostró la otra cara del fotógrafo: instalacio­nes, pinturas y las acuarelas que realiza en aviones y hoteles durante sus viajes.

Sentado en la casita de madera que luego ofrecería al mejor postor en Internet y más tarde exhibiría en arteBA, López confesó su “necesidad compulsiva” de improvisar en forma constante y su dificultad para ponerle a la obra un punto final. Eso hizo que demorara cuatro años en terminar la película sobre Ramón Ayala que presentó este año en el Bafici, y que sembrara el pánico en el Recoleta cuando se llevó a su taller de Constituci­ón una obra sin avisar, una vez que ya había montado la muestra.

Lo mismo le pasa en Facebook, herramient­a que usa para compartir –“sin corregir, sin red”– sus ideas casi siempre polémicas. “Hay un punto clave en el proceso creativo –opina– que es tratar de transgredi­r: a los maestros, a las institucio­nes, al establishm­ent. Es fundamenta­l en este ejercicio vencer el temor y liberar a ese niño interior para el juego.”

Claro que el censor no tarda en llegar, y a veces se levanta de la cama a las cuatro de la mañana para borrar lo que publicó en Facebook. “En un momento hay que correrse –explica– en un movimiento disléxico, bipolar, y ser un adulto responsabl­e, consecuent­e y lúcido, consciente de una realidad sociopolít­ica, socioeconó­mica. Y entonces, señores, no somos tan niños traviesos.”

A López le cuesta “estar sin hacer nada” y sus fuentes de inspiració­n son múltiples: admira tanto a Pina Bausch, Antonio Berni y Wim Wenders como a las tejedoras de ñandutí o a los cantantes de vallenato colombiano. “Ojalá pueda aprender a meditar, porque creo que es muy importante intentar conectar con otras zonas”, dice este artista que considera “muy curativo” guiarse por las ganas y que define el proceso creativo como algo “chamánico” que “te conecta con tus muertos”.

“Cuando hicimos el montaje de esta muestra –observa–, en un momento de esa sincronía de trabajo hubo estados de lucidez colectiva. Y creo que cada uno de los veinte que estábamos involucrad­os nos llevamos algo a nuestras vidas.”

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EDUARDO CARRERA/AFV A Marcos López no le gusta leer, pero sí inspirarse en otros artistas para realizar sus obras.

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