Eduardo Stupía Concentrarse
El pintor necesita el silencio para abordar su proceso creativo como si se tratara de sesiones de freejazz
De Orson Welles a Pablo Picasso, pasando por Roland Barthes y la Nueva Enciclopedia de Labores
Femeninas, la biblioteca de Eduardo Stupía, en esta enorme casa de Almagro que perteneció a la familia de Leopoldo Torres Agüero, parece no tener límites. Los libros de un artista que por azar no logró anotarse en la carrera de Letras se cuelan incluso en sus obras, trabajadas en técnica mixta y sin imágenes definidas.
Ese aparente caos se sostiene sobre un delicado equilibrio. Un punto medio que demanda concentración total, a tal punto que Stupía no puede escuchar música mientras trabaja. “Necesito el silencio, escuchar solamente”, explica.
Tal vez por haber sido músico, este hombre que cada año es éxito de ventas en arteBA y que meses atrás expuso en Londres y en Art Basel Hong Kong encara su proceso creativo como si se tratara de sesiones de
free jazz. Sin preparativos, rutinas ni horarios fijos, llega al taller y abre las ventanas que dan a la avenida Medrano, para dejar entrar “esas energías que solés intentar dejar afuera”.
A los diez minutos comienza a dibujar, con el primer material que encuentra. Entonces siente que algo empieza a moverse. Y lo deja fluir hasta ubicarse “en el medio de la corriente”, cada vez más profundo, sin destino cierto. “Ahí entran a tallar cosas como la conciencia, el oficio, la atención, la racionalidad y las emociones –observa–. Empiezo por cualquier lado, sigo por donde sopla el viento y termino donde sea.”
En medio de esa “lógica desquiciada”, Stupía procura construir las ganas y tomar distancia tanto de sus emociones como de las obras, algo que logra al abordar varias a la vez. Lo hace mientras lee cinco o seis libros en forma simultánea, escribe algún prólogo o reseña, da clases o hace curadurías, como las de La Línea Piensa junto con Luis Felipe Noé. Totalmente adaptado a la diversificación de roles del mundo contemporáneo, admira sin embargo a los pintores de otras épocas, como Matisse y Rodin. Artistas que, según él, vivían “más concentrados”.