Sufrida inmigración
En los relatos de A síes como la pierdes, el dominicano Junot Díaz muestra el drama de los latinos en Estados Unidos
En ocho de los nueve relatos de Así es
como la pierdes participa Yunior: siendo un niño que viaja con su hermano y su madre de Santo Domingo a New Jersey cuando el padre finalmente ha logrado instalarse allí; un adolescente que es testigo de las aventuras amorosas, del desenfreno y del cáncer terminal de su hermano mayor; un joven que sale con su vecina, una maestra de mediana edad; un estudiante universitario que conoce a una “blanquita”; un profesor de Harvard condenado a la infidelidad, acorralado y abandonado por las pruebas escritas que demuestran su culpabilidad. El relato restante, “Otra vida, otra vez”, lo protagoniza Yasmín, y su historia es la de una inmigrante latina: los avatares que pueblan sus días, las injusticias que la acechan por su condición de mujer extranjera.
El séptimo relato, “Invierno”, cuenta los primeros tiempos del protagonista lejos de su patria: del hogar pobre pero cálido de la tierra natal al frío ambiente del extranjero: “Era nuestro primer día en Estados Unidos. El mundo se había congelao”. Afuera, la nieve persistente de New Jersey; adentro, dos niños y una madre aislados por la férrea decisión del padre, que pronto los abandonará. Más tarde (pero unas páginas antes: “La doctrina Pura”), la adolescencia y la enfermedad de Rafa narradas por un hermano menor que padece y alimenta la tensión de la relación fraternal. Entre ellos y durante las últimas semanas del mayor, una mujer: Pura, cuyo nombre no postula castidad o inocencia, pero sí connota la pureza de su precaria condición de extranjera sin atenuantes: “una dominicana dominicana. O sea, sin papeles y acabadita de bajarse de la yola”.
Después llegará “Miss Lora”, la maestra que a diferencia de otras dominicanas, cuya voluptuosidad física el narrador jamás ignora, “era demasiado flaca. No tenía nada de caderas. Ni tetas tampoco, ni culo, ni siquiera el pelo llamaba la atención”. No ha tenido hijos y la distancia que la separa del estereotipo puede ser observada al entrar a su casa: “Su apartamento es lo más limpio y arreglado que has visto, y dada la carencia de locura caribeña se podría pensar que ahí vive un blanco”. Los colores de piel definen conductas: “Solamente a una prieta cabrona se le ocurre venir a Harvard a embarazarse. Las blanquitas no hacen eso. Las asiáticas no hacen eso. Solo las fokin negras y latinas”, discrimina Yunior en el diario que lleva en “Guía de amor para infieles”, el relato que cierra el libro y narra la última gran desventura amorosa del protagonista. Como en otros casos, la infidelidad deja su huella escrita. Decenas de e-mails acompañados de fotos conformarán el Libro del Día del Juicio, la prueba encuadernada que su ex le envía para favorecer su inspiración literaria. O el diario delator que encuentra “Alma”, la bella dominicana que tiene un culazo “que parece existir en una cuarta dimensión”. Yunior, que suele defenderse con la misma torpeza con que facilita el descubrimiento de la infidelidad, alega con ambición literaria: “Baby, esto es parte de mi novela”.
Junot Díaz es dominicano (Santo Domingo, 1968) pero escribe en inglés, salpicando su prosa de spanglish. Los narradores de los nueve relatos de Así es como la pierdes se mueven por la primera, la tercera, y hasta la segunda persona. Muchas veces adoptan un punto de enunciación móvil, que acompaña al personaje desde el presente, como si se tratara de una cámara. Por detrás de los tragicómicos problemas de faldas del protagonista, en mayor o menor medida casi siempre emerge un mismo drama, el de los inmigrantes latinos en EE. UU. Una lucha cargada de discriminación, rigores y frustración. Como sentencia la mujer de “Otra vida, otra vez”: “No hay promesa que sobreviva a ese mar”.