LA NACION

El país que no olvidamos

- Alicia de Arteaga PARA LA NACION

Recuperar los buenos ejemplos del patrimonio de la ingeniería civil nacional, desde este presente incierto y sin grandeza, convoca la nostalgia y acelera una inevitable sensación de frustració­n.

¿Qué pasó? Basta imaginar la gesta, casi heroica, de la construcci­ón del Dique de Cruz del Eje, que le cambió la vida a tantos cordobeses; los majestuoso­s silos de la pampa, el puerto con sus docks ladrillero­s, las estaciones de Retiro y Constituci­ón o el Tren de las Nubes, en Salta. Ese mecano gigante colgado del cielo, desafiando la inmensidad, tiene la dimensión del Fitzcarral­do de Herzog, empeñado en construir un teatro de ópera en Manaos para que cantara Caruso.

La industria argentina naciente y las exportacio­nes manufactur­adas exigían infraestru­ctura, comunicaci­ón y energía. Ese desafío de “todo por hacerse” convocó a los mejores arquitecto­s e ingenieros llegados de todas partes. Fueron proyectos de largo aliento madurados en la gestación de una nación con horizonte de grandeza. En la lejana Buenos Aires, por ejemplo, dejó su huella el francés Norbert Maillart, a quien Ramón J. Cárcano le encargó levantar el mejor correo de la época. Lo hizo. Hoy el sector industrial del Correo sobre avenida Corrientes ha sido desguazado para albergar un proyecto millonario que parece interminab­le.

¿Qué pasó entre aquel sueño y esta realidad? Con la recuperaci­ón del casco céntrico y la naciente vocación peatonal de los porteños, quedan a la vista en la

city bancaria fabulosos edificios con zócalos de mármol y fachadas de piedra París que son el equivalent­e físico de la solidez de la moneda y de la influencia creciente de la Argentina a comienzos del siglo XX. En las páginas consagrada­s al patrimonio, adn celebró y difundió varios de los “sistemas patrimonia­les” según la clasificac­ión del arquitecto Fabio Grementier­i, que van del Art Nouveau y Art Déco, a las influencia­s francesas, italiana y española, y a las tipologías propias de la ciudad en expansión.

Esta vez le toca al patrimonio del desarrollo industrial, registrado de manera impar por La NacioN en el volumen histórico de 1916, cuando saludó el Centenario de la Independen­cia con una edición de 720 páginas.

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