Postales cariocas
La tercera edición de ArtRio convocó a galerías internacionales de primer nivel, entre ellas tres argentinas. Un balance optimista, aun cuando las ventas cedieron
Pese a la incertidumbre económica, con un real depreciado frente al dólar que redujo las ventas de obras, la feria de arte contemporáneo de Río de Janeiro, ArtRio, finalizó el domingo pasado su tercera exitosa edición y ya se instaló con fuerza en el circuito internacional.
Para evitar las multitudes del año último y la difícil circulación por los stands de las 120 galerías que participaron entonces, en esta última edición se limitó el ingreso a 12.000 personas por día; un total de 52.000 personas en cinco días del evento. No está mal. Fueron menos galerías, 106, y más metros de exhibición en los renovados pabellones de depósito de la zona portuaria carioca, que se está transformando en el ambicioso proyecto Porto Maravilha con vistas a los Juegos Olímpicos de 2016.
“Creo que fue una edición mucho más equilibrada, tanto en público como en ventas. Gran trabajo del comité de selección que eligió las galerías con criterios más realistas. Nos preocupaba la pérdida de valor del real, sin embargo, tuvimos ventas muy buenas. Tal vez si hubiésemos contado con un tipo de cambio como el de los años anteriores, se hubiese vendido mucho más, pero creo que la mayoría quedó satisfecha”, contó a adn Brenda Valansi, cofundadora de ArtRio junto con sus socios Elisangela Valadares, Luiz Calainho y Alexandre Accioly.
Valansi no quiso dar cifras de negocios. Se sabe que la meta establecida desde sus orígenes era de 120 millones de reales. El año pasado superaron los 150 millones, en parte gracias a importantes obras que trajeron algunas de las principales galerías del mundo, como Gagosian, de Nueva York, y White Cube, de Londres, con el fin de atraer el interés de los coleccionistas brasileños.
La edición de este año no fue la excepción: los pesos pesados del mercado dieron la nota. Como la neoyorquina Pace, que causó sensación al vender el primer día un móvil de Alexander Calder, creado en 1945, por unos 18 millones de reales. Gagosian, por su parte, habría vendido una tela de Fernand Léger por unos 10 millones de reales. La galería se negó a dar detalles.
Regreso anunciado
“Nosotros vendimos muy bien, aunque el hecho de que la economía brasileña no estuviese tan fuerte afectó las ventas en general. Volveremos el próximo año, con seguridad”, afirmó Victoria Gelfand-Magalhães, directora de la sede neoyorquina de Gagosian, donde compartían el amplio espacio obras de Pablo Picasso, Roy Lichtenstein, Alberto Giacometti, Lucio Fontana, Urs Fischer y Robert Rauschenberg.
Pared de por medio, en el amplio stand de la británica White Cube, que el año pasado abrió una sucursal en San Pablo, coincidió en su compromiso de participar nuevamente en la feria de 2014, cuando se realice entre el 10 y el 14 de septiembre.
“Ahora que tenemos un pie puesto en Brasil, eso nos ayuda mucho a mejorar la relación con los clientes e ir familiarizando el mercado con artistas que no son tan conocidos aquí. Este año tuvimos en San Pablo exposiciones del alemán Magnus Plessen y del estadounidense Theaster Gates; trajimos obras suyas aquí y se vendieron muy bien”, apuntó Karla Meneghel, directora de la filial paulista de White Cube, que ofrecía también piezas de Damien Hirst, Sarah Morris, Doris Salcedo y Gabriel Orozco, entre varios más.
Tanto Meneghel como Gelfand-Magalhães destacaron que, además de los artistas extranjeros, hay un fuerte apetito local y de coleccionistas internacionales por el arte latinoamericano, para quienes ArtRio es una excelente plataforma.
Así, algunas estrellas del firmamento artístico brasileño también tuvieron muy buenas experiencias, como Beatriz Milhazes –uno de sus cuadros fue adquirido por 4,5 millones de reales–, Adriana Varejão, Nuno Ramos, María Nepomuceno, Marina Rheingantz y Vik Muniz. Nombres que están en la shopping list del alto coleccionismo y son representadas por galerías brasileñas muy establecidas, como las paulistas Fortes Vilaça y Luisa Strina o la local A Gentil Carioca.
La galería argentina Jorge Mara-La Ruche, que colgó pinturas de Eduardo Stupía, Juan Lecuona y Carlos Arnaiz, entre otros, y fotografías de Horacio Coppola y Grete Stern, resaltó que, a diferencia de las ediciones anteriores, los compradores estuvieron más cautelosos. “La gente pensó mucho a la hora de comprar; el año pasado se largaban sin miedo”, comentó Mara, cuya galería fue una de las tres argentinas que participaron del evento, junto con Rolf Art y Daniel Abate. Este último dentro del programa SOLO, curado por Pablo León de la Barra (Museo Guggenheim) y Julieta González (Museo Tamayo).
Más allá de la afluencia de público y de las ventas satisfactorias, todos los galeristas consultados coincidieron en que la logística de ArtRio todavía deja mucho que desear. En especial en lo que se refiere al acceso al lugar, ya que prácticamente es imposible llegar por medios de transporte público. Autos y taxis tuvieron particulares dificultades debido a obras viales que se están realizando junto a los pabellones.
Por otra parte, este año se presentaron obstáculos de fechas que se podrían haber evitado: la feria se realizó en medio del Día de la Independencia (7 de septiembre) y comenzó en pleno Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío.
“Es una feria joven, que todavía está aprendiendo cómo organizarse y debe conquistar su lugar en la creciente oferta internacional. Vale doble el entusiasmo de los galeristas y el interés del público”, resumió Melanie Graille, de la galería Fortes Vilaça.