Aventura en la dimensión virtual
Spam. El nuevo espectáculo de Rafael Spregelburd fue construido con una herramienta peculiar: el programa de traducción online de Google. Sometido a esa “máquina de picar sentido”, el lenguaje adquiere significados sorprendentes y termina por conformar un
Spam, el espectáculo que Rafael Spregelburd estrenará en octubre en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires, tuvo un peculiar proceso creativo. Para la escritura del texto, el autor investigó una herramienta que ofrece el buscador Google: el programa de traducción online, que busca generar sentido a partir de un algoritmo lógico. El resultado es una obra desopilante (“una especie de aventura en el mundo virtual”) protagonizada por un lingüista devenido en criminal.
A diferencia de la mayoría de sus obras, que Spregelburd escribió para El Patrón Vázquez, su grupo teatral, este trabajo fue un pedido de un actor napolitano que había visto Apátrida, monólogo con música en vivo basado en la correspondencia entre Eduardo Schiaffino y Eugenio Auzón. Como en Apátrida (en cartel hasta fin de mes en la sala El Extranjero), en Spam el actor y director comparte escenario con el músico Zypce.
“El argumento es endemoniado: mientras espera que le lleguen por mail los capítulos de una tesis que no le interesa corregir, un profesor universitario revisa su casilla de correo no deseado –cuenta el autor–. No sabemos muy bien por qué, si por desidia, por tedio o por mostrarse coraje a sí mismo, el docente responde el mensaje de una supuesta niña malaya en apuros que le pide datos bancarios para transferirle millones. La gracia es que la fábula descripta en el spam (mezcla de Hamlet, Rosa de lejos y El Rey León) resulta ser cierta.” A partir del súbito enriquecimiento, el hombre se convierte en blanco de la mafia china y lo persiguen mil enemigos invisibles. “Debe huir del mundo real y de los rastros virtuales que deja en su desordenada fuga –continúa Spregelburd–. Se refugia en la isla de Malta, con tanta mala suerte que pierde la memoria en un accidente. Así que el derrotero se cuenta en absoluto desorden e incluye una pista misteriosa vinculada con Caravaggio, la extinción de una lengua antiquísima en la Mesopotamia y una muñeca con un chip adulterado que putea a una niña y desata un infierno de distintas hipótesis”.
El público debe desentrañar el magnífico caos que se desata a partir del correo basura que responde el lingüista. Algunas de las situaciones aparecen en videos; otras fueron escritas con el traductor de Google. “El texto imita el estilo abiertamente ridículo y deses- perado del traductor, como si fuera una obra mal escrita en inglés (y en chino) y peor traducida. Gran parte de la pieza se representa en un castellano imposible, prácticamente poesía de máquinas. Durante el proceso, investigué cómo funciona el algoritmo lógico del traductor. Lo sometí a varias pruebas en distintos idiomas; lo probé en un sentido y en el inverso, para ver cuánto del significado se iba perdiendo en cada oleada sucesiva de complicación gramatical.”
Algunos ejemplos curiosos: para comprobar cómo diferencia el programa un nombre propio de un sustantivo, Spregelburd pasó por el traductor el argumento del film El satánico Doctor No. “Trasladé parte del guión de la película de James Bond a la máquina de picar sentido del Google, y el resultado fue asombroso. Cuando el apellido Bond aparece en medio de una oración, escrito con mayúscula, el término queda igual. Pero cuando Bond inicia una oración, con mayúscula obligatoria, el traductor lo entiende como ‘Bono’. Ni que hablar de lo que ocurre con el nombre del pobre Doctor No. Así, un argumento pavote como éste se transforma en una aventura de interpretación de significado. Trabajé con mucha información bastarda, algo de subcultura pop, y el resultado está mechado en este espectáculo con forma de ópera hablada y con criterio de ensamblaje más musical que narrativo.”
Spregelburd comenzó a escribir la obra en 2012, “el año ¿elegido? por los mayas para fijar el fin de los tiempos”. Según explica, “el fondo de la trama descansa en un cliché de moda: el del fin del mundo, el apocalipsis. La versión italiana resuena en los espectadores europeos como un triste espejo deformante de la crisis de su continente. Nosotros gozamos de una distancia mayor con respecto al temido fin de Europa; le damos una importancia relativa y nos escudamos en nuestra periférica manera de asistir a los complejos procesos mundiales desde la última fila del gallinero. El texto italiano y argentino es el mismo, salvo las naturales alteraciones de órdenes de escenas y prioridades locales. Pero imagino que la versión conmigo en el escenario (que se verá el 10, 11, 12 y 18 de octubre en el CETC y en marzo próximo en El Extranjero) se ve muy distinta de la puesta que dirigí para Lorenzo Gleijeses, el actor napolitano.”
El estreno mundial fue en Nápoles, en junio de este año. La obra también se presentó en Turín. La versión en italiano fue traducida por Manuela Cherubini, asistente de dirección de Spregelburd, que también experimentó con el programa de Google, jugando con las palabras en inglés, español e italiano. Para la puesta que se presentará en Estados Unidos, la traductora Jean Graham-Jones está probando el procedimiento en chino e inglés.
“Mientras hacés una prueba como ésta te das cuenta de qué cosa más extraña son las palabras –reflexiona Spregelburd–. Convivimos con ellas tan a diario que no reparamos en sus absurdas repeticiones, sus connotaciones indeseadas, sus redundancias y malentendidos. En esta obra se escuchan las cosas más raras del mundo. Hay que tenerle una paciencia importante y dejarse llevar por este universo de palabras en franca agonía de significado.”