LA NACION

INTIMIDADE­S DE ISABEL ALLENDE

la nacion publica sus libros y la autora cuenta sus procesos creativos

- Texto Texto Laura Reina

Son las nueve de la mañana en San Francisco, California, y la escritora Isabel Allende acaba de cumplir con el primero de sus muchos rituales matutinos: meditar. Lo hace desde hace años y surgió casi como una necesidad, al igual que la escritura. Desde que su vida dio un vuelco grande por varias tragedias personales –entre las que se cuenta el asesinato de su tío, el presidente chileno Salvador Allende, pero sobre todo la muerte de su hija Paula a manos de una terrible enfermedad–, ella ha sabido plasmar por escrito esas vivencias y transforma­rlas en éxitos editoriale­s que se han traducido a todos los idiomas. Más allá del reconocimi­ento ganado con sus libros, para ella cada página escrita es una pequeña batalla ganada contra el fantasma de la desmemoria. Referente de la literatura latinoamer­icana contemporá­nea, desde el miércoles próximo lanzará

la nacion las obras completas de la escritora de habla hispana más leída de la actualidad, algo que, según confiesa, la llena de alegría y emoción.

–¿Qué demonios logró exorcizar con la escritura? –El olvido. El olvido es un terrible demonio. Yo he tenido que empezar de cero muchas veces en mi vida. Nací en Lima y dejé Perú a los tres años y me fui a vivir a lo de mi abuelo en Chile. Después vino el golpe militar y me fui a Venezuela, donde fui refugiada política por 13 años. Y hace más de 26 que vivo en Estados Unidos con mi esposo. Viví yéndome todo el tiempo. Son muchas vidas en una y en cada vida uno va dejando atrás amigos, lugares, casas, objetos y recuerdos. La escritura me ayudó a recuperar el país perdido, sobre todo con La casa de los espíritus, mi primera novela. Cada vez que termino un libro, me doy cuenta de que el tema está relacionad­o con algo que ha sido muy importante y que no quiero olvidar. Cada libro es una exploració­n dentro del alma. –Pertenece a la primera generación de escritores latinoamer­icanos que crecieron leyendo a los autores del boom latino. ¿Eso la marcó especialme­nte? – Sí, claro. Yo había leído mucho desde chiquita. Era una niña bastante solitaria en una casa muy masculina y entonces lo único que hacía era leer. Leía todo lo que caía en mis manos. Leí muy temprano autores para adultos. Y ya a los 20 años empecé a leer a los grandes autores del boom de la novela latinoamer­icana y eso me marcó mucho, aunque nunca pensé que iba a ser escritora. –Entonces, ¿cómo surgió la vocación? –Fui periodista, me encantaba contar historias. Pero en Venezuela no pude trabajar de periodista y esas historias se iban acumulando en mi cabeza. Empecé escribiend­o una carta para mi abuelo en Chile que se convirtió en La casa de los espíritus sin saber cómo. En esa época, trabajaba en una escuela como administra­tiva. Y por la noche y durante los fines de semana escribía. Pero no tenía ninguna intención en que saliera publicado. –¿Y cómo esa carta se transformó en un libro que más tarde fue vendido en todo el mundo? –Gracias a Tomás Eloy Martínez, que era amigo de la familia. De paso por Venezuela, mi mamá le dijo que yo había escrito una novela que no era mala. Tal vez él se espantó ante la idea de que le diera a leer la novela y nos contactó con la agente literaria Carmen Balcells. Un mes después, ella me dijo que quería representa­rme. Eso ya era suficiente para mí. Pretender que se publicara la novela era mucho. Pero Carmen se la metió a la fuerza en la editorial Plaza & Janés y, un mes después, en la feria de Fráncfort, fue un boom. –Es muy leída por mujeres. ¿Existe una literatura de género? –Hoy hay una nueva generación que está leyéndome en escuelas y universida­des, y en esa nueva generación no se nota tanto la diferencia de género. Sí se nota en la gente mayor. Pero a la literatura cuando se le pone un adjetivo disminuye. La literatura no tiene género, la palabra tampoco. Pero uno escribe desde la perspectiv­a propia, estás determinad­a por tu circunstan­cia y, por supuesto, el género determina una parte enorme de tu forma de ver el mundo. Y sumado a esto, hay otro factor: la mujer lee más ficción que el hombre. –La literatura erótica es ahora un

boom. ¿Por qué pasa esto? –El erotismo es parte de la vida, de las relaciones humanas. Lo que más me interesa cuando estoy contando una historia es la relación entre los personajes y lo erótico siempre está presente. Pero lo explícito deja de tener la misma fuerza. Una escena erótica explícita carece de interés, lo que está sugerido es mucho más erótico que lo que está contado al detalle. Lo mismo sucede con escenas de extrema violencia. –¿Cuáles diría que son los tres libros imprescind­ibles para entender su obra? –Me es muy difícil juzgar, pero la crítica o los profesores que enseñan mis libros selecciona­n más o menos los mismos: La casa de los espíritus, que lo consideran un clásico. Otro que enseñan es Paula, que es el libro que más eco me ha traído y por el que recibo más cartas de lectores, e Hija de la fortuna, que habla de la fiebre de oro en los Estados Unidos y aquí es muy popular. A mí me gusta

La isla bajo el mar, que es un libro de gran consistenc­ia histórica y de un tema que me apasiona. –A 40 años del golpe contra Salvador Allende, ¿fue tentada para escribir una biografía sobre él? –Me han pedido, pero no soy capaz de escribir una biografía sobre nadie. Es un trabajo muy preciso, muy académico, requiere de una investigac­ión rigurosa y de falta de pasión. ¿Cómo podría ser yo desapasion­ada

“Nunca pienso la primera frase de un libro, la suelto ese mismo día” “Viví muy poco en Chile, pero sólo ahí me siento que pertenezco”

de lo que pasó en Chile o a Allende? –¿Se siente chilena a pesar de casi no haber vivido ahí? –Viví muy poco en Chile, pero sigo sintiéndom­e chilena. Los primeros años de mi vida, que son los formativos, los pasé ahí. Hoy me siento muy cómoda en Estados Unidos, aunque sólo en Chile me siento que perte- nezco. Pero estoy en Chile y echo de menos lo que tengo aquí. –Todo escritor tiene sus manías a la hora de sentarse a escribir. La suya es empezar las novelas siempre un 8 de enero, que es cuando comenzó a escribir la carta a su abuelo. ¿Es pura superstici­ón? –Todos esos pequeños rituales no son tanto superstici­ones, sino formas de estructura­r el trabajo. Es organizar mi vida en torno a esa fecha. Mientras tanto, tomo notas, investigo y espero a estar preparada para esa fecha. Nunca pienso la primera frase, la suelto ese mismo día. A veces no queda como la primera frase, pero sí la incluyo por superstici­ón. –¿Cómo se lleva con el paso del tiempo? –Pésimo, envejecer no tiene ningún glamour. Lo único bueno es que uno se siente con derecho a decir “basta”. No hay que rendirle pleitesía a nadie. Uno se siente liberado. Pero no le veo el sentido de vivir hasta los 100 años, arrastrand­o los huesos. – ¿Fantasea con escribir hasta los últimos días de su vida? –No, fantaseo con no escribir más. Pero es difícil porque si tengo una historia que contar y no puedo, siento que me ahogo.ß

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AP/Archivo

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