LA NACION

LA FRASE DEL DÍA

El historiado­r italiano, experto en el peronismo, traza paralelos entre el Gobierno y el justiciali­smo clásico, y afirma que “la Argentina exagera su propia importanci­a”

- Laura Di Marco PArA LA NACIoN

LORIS ZANATTA “El kirchneris­mo perderá la batalla cultural: los populismos están condenados a morir” Del historiado­r italiano, experto en peronismo, en una entrevista con la nacion.

“¿Por qué hoy en Italia se puede decir que el fascismo fue una dictadura y que no se puede reivindica­r? ¿Por qué a nadie se le ocurriría decir hoy en España «Viva Franco»? El problema de la Argentina es que el kirchneris­mo no logra ver lo evidente, y es que el peronismo, a pesar de todos sus logros, fue un régimen dictatoria­l. Y no sólo no lo reconoce sino que lo lee como un éxito, y por eso repite sus errores”, lanza el historiado­r italiano Loris Zanatta, devenido en uno de los mayores expertos en el estudio de los populismos en América

latina –el peronismo es, actualment­e, su principal foco de interés– y de la historia de la Iglesia Católica. De visita en la Argentina para presentar su último libro sobre la política exterior del primer peronismo – La Internacio­nal justiciali­sta. Auge y ocaso de los sueños imperiales de Pe

rón (Sudamerica­na)–, Zanatta, que es profesor en la Universida­d de Bologna, se divierte cuando le cuentan una anécdota que revela, entre otras cosas, que sus trabajos han logrado saltar el cerco de la academia. “Si la Presidenta no sabe qué es el kirchneris­mo, que le pregunte a Loris Zanatta”, fue un tuit que circuló por las redes poco después de la emisión de la primera media hora de la entrevista que ofreció Cristina Kirchner al ciclo oficialist­a Desde otro lugar. Su biografía política sobre Eva Perón fue el libro que lo hizo conocido en la Argentina. “Cristina tiene, como Eva, una visión mucho más emocional y primitiva de la política de la que tenía Néstor Kirchner, por eso su estilo confrontac­ional tiene efectos más desgarrant­es en la sociedad”, dijo a la nacion, y no ahorró definicion­es políticame­nte incorrecta­s, filosas y polémicas sobre el movimiento político más trascenden­te de la Argentina contemporá­nea.

Viene de tapa

Calificó como una “década desperdici­ada” a la era K –igual que a la década del “peronismo clásico”–, y consideró que Sergio Massa encarna una alternativ­a moderada del populismo. El tigrense es, para Zanatta, la versión de un peronismo que se va amoldando a la tradición constituci­onalista liberal; algo así como la cara visible de “un populismo híbrido”.

En esa línea, vaticinó un fin de ciclo, no sólo para el kirchneris­mo, sino para la tradición populista pura y dura en América latina.

Con la distancia intelectua­l –y tal vez emocional– que otorga reflexiona­r sobre el país desde afuera, definirá a Perón como “un vivo que terminó mal” y admitió que, cuando finalizó la última investigac­ión sobre su política exterior, sintió “una gran decepción”: “Pensaba que era un estadista y me encontré con un megalómano, un político de bajo nivel”, dijo.

Marcó fuertes paralelism­os entre la visión del mundo que tenía el peronismo clásico y la del kirchneris­mo, tanto en el modelo económico como en la política exterior, y derribó mitos instalados. “Es absolutame­nte falso que Perón haya buscado la integració­n de América latina. Más bien, fue lo contrario. La Argentina kirchneris­ta está obsesionad­a por el Norte del mundo, como lo estaba Perón porque, en realidad, tiene su mito nacional proyectado en esa dirección. Argentina exagera su propia importanci­a; tiene un complejo porque sólo quien se siente inferior tiende a sobreactua­r.”

Sabe que gran parte de la sociedad cree que sólo el peronismo puede gobernar la Argentina, una creencia que él comparte: “Sí, es así. Y yo agregaría: lamentable­mente”.

–¿Por qué lamentable­mente? –Porque no es sano que la Argentina sólo pueda ser gobernada por una fuerza política que juega todos los roles: el oficialism­o y la oposición, la izquierda y la derecha, el campo y la ciudad, el sindicalis­mo y la patronal. No es sano para una dialéctica democrátic­a. –¿Y qué evidencias hay de que el ciclo populista esté en su ocaso o de que el kirchneris­mo vaya a perder la batalla cultural? –El kirchneris­mo está a punto de perder la batalla cultural en la sociedad porque los populismos, a la larga, están condenados a morir. El populismo tiene una visión homogénea del pueblo en sociedades que son, cada vez, más fragmentad­as. Pero ocurre que esa fragmentac­ión, tarde o temprano, se impone y le saca la máscara a esa idea mítica de la unanimidad. Si lo miramos en términos históricos, después de la Segunda Guerra Mundial, y mucho más aún después de la Guerra Fría, en Occidente ha habido un avance enorme de la tradición constituci­onalista liberal. Fue así como los populismos (Zanatta ubica en esa familia tanto al fascismo como al comunismo) se han visto obligados a poner su contenido dentro de la ropa de la democracia constituci­onal liberal; yo los llamo populismos híbridos. –¿Massa o Scioli serían populistas híbridos? –Sí, claro, más Massa que Scioli. Existe una lucha entre la democracia liberal y la tradición populista; pero, en esa tensión, comienza a prevalecer la fuerza de las institucio­nes liberales. El hecho de que aparezca un peronista como Massa, que hace un discurso muy atento a la institucio­nalidad y a la constituci­onalidad, va en ese sentido. Pero con Scioli, Massa o Macri, es muy probable que la próxima etapa subraye la institucio­nalidad y el pluralismo por sobre el viejo imaginario unanimista que el kirchneris­mo ha representa­do. Lo mismo pasó en Chile. Los socialista­s chilenos, en su congreso de 1968, reivindica­ban la lucha armada; luego, cuando llegaron al poder, hicieron políticas populistas y hoy son un partido progresist­a, pero reformista. Lo mismo los que vienen de la tradición de Pinochet. No reivindica­n al pinochetis­mo. –En una entrevista reciente, la Presidenta ha reivindica­do a Perón como líder indiscutid­o y lo mismo piensa el arco peronista no kirchneris­ta; incluso, la oposición aliada a sectores del PJ. No me imagino a Scioli, Massa, Moyano, incluso Macri, declarando que Perón encarnó una dictadura, como usted sugiere. –Y éste es el problema. Porque hasta que no se ve la evidencia, no se pueden sentar las bases de una vida pluralista y democrátic­a en el futuro. Nadie de los que usted nombró va a decir nunca que fue una dictadura brutal. Y, sin embargo, los que vienen de la tradición de Pinochet, no dicen: “Queremos Pinochet hoy”. Tal vez se puede decir: “Nos gustó que hiciera política de distribuci­ón de la riqueza, pero fueron errores históricam­ente inaceptabl­es haber cerrado La Prensa, reprimir a los opositores, monopoliza­r el poder político”. Cuando se pone a Eva Perón en el medio de la 9 de Julio, es imponerles a todos los argentinos un mito de parte, y eso no se hace. –¿En qué se parecen Cristina y Eva? –Cristina Kirchner tiene, como Eva, una visión mucho más emocional y primitiva de la política de la que tenía Néstor Kirchner. Es más dicotómica, de negro y blanco, por eso su estilo confrontac­ional tiene efectos más desgarrant­es sobre la sociedad. Tengo la impresión de que se la cree más. Porque no grita en público y luego vuelve a su oficina y empieza a tejer sus alianzas en privado. Tiene una visión ideológica, también como Eva, a prueba de toda forma de discusión y de crítica, con una fe casi ciega. –En la biografía de Eva Perón, y lejos del relato peronista de la pareja mítica, usted describe al matrimonio de Perón y Eva como una relación de competenci­a creciente. Sin embargo, eso no parece haber sucedido con los Kirchner. –Lo que terminó repitiéndo­se en 1973 en la Argentina, pero de una manera mucho más ulcerada, era lo que ya había comenzado en los 50: la confrontac­ión entre el peronismo de Perón y el de Eva. Si hubiesen sido dos partidos compitiend­o en un contexto de institucio­nalidad democrátic­a, la Argentina se hubiera ahorrado, tal vez, muchos dolores. Las comparacio­nes siempre conllevan el riesgo del anacronism­o y de usar la historia como un supermerca­do, en el que uno saca las cosas que más le sirven. El paralelo entre ambas parejas políticas se puede hacer en que Néstor Kirchner fue más atento a los equilibrio­s políticos, como lo fue Perón. A pesar de su radicaliza­ción, especialme­nte frente al público, ambos fueron hombres consciente­s de que el ejercicio del poder significa armar una posición de dominio del líder sobre diferentes actores. Y que eso implica negociar, bajar los decibeles. –Después de la derrota de las PASO, hay un giro hacia la moderación de la Presidenta y también de admisión de problemas negados como la inflación o la insegurida­d. –Podría moderarse, sí, pero no es creíble como intérprete del peronismo moderado porque, para eso, ya hay una alternativ­a que ha ganado credibilid­ad, que es Massa. Y que, además, está establecie­ndo alianzas. –¿Y qué Cristina podría develarse en los próximos dos años, teniendo en cuenta que no tiene reelección y que encarna un movimiento que dice ir por todo? –Bueno, se están creando alternativ­as, y hay una institucio­nalidad que permite un cambio pacífico. En ese sentido, el contexto es muy diferente al del peronismo clásico. Por otra pare, tiene otros problemas muy grandes. Uno cuando viene a la Argentina queda impresiona­do por la diferencia entre la realidad y la virtualida­d. El modelo económico está en serios problemas, desde que la utilizació­n de las reservas se usa para suplir la no sustentabi­lidad del modelo. En ese sentido, no ha sido ninguna década ganada; por el contrario, fue una década desperdici­ada. Y lo mismo afirmo del primer peronismo, aún con todos los logros

Cristina Kirchner, como Eva, tiene una visión mucho más emocional de la política La integració­n latinoamer­icana del primer peronismo es un mito El futuro de la Argentina está con sus vecinos, pero se obsesiona con el Norte

que ha tenido. Logros permitidos por una riqueza que no era mérito del peronismo. Perón soñaba con una Argentina de 100 millones de habitantes, nutrida por la inmigració­n. La Argentina potencia. Nada de eso sucedió: fue un fracaso, que hoy se lee como un éxito. –¿Cómo quedará el kirchneris­mo en la historia? –A la historia universal entrará sólo Perón, pero no Cámpora, Cristina, o Kirchner. Los Kirchner quedarán, pero siempre como un subproduct­o. Se pensará al kirchneris­mo como una derivación del peronismo. –Ya que usted afirma que tanto el kirchneris­mo como el peronismo setentista tienen muchas más coincidenc­ias y repeticion­es de las que suponen con el peronismo clásico, ¿qué paralelism­os se dan en la política exterior? –Las alianzas internacio­nales de la política exterior argentina repiten muchos de los defectos del primer peronismo, empezando por una exageració­n de su propia importanci­a. Es una política que, en ambos casos, ha llevado a la Argentina al aislamient­o. –La Presidenta ha comparado a la Argentina con Australia y Canadá. También destaca lo bien que estamos en comparació­n con la crisis de los países desarrolla­dos. –Es cierto que el mundo desarrolla­do atraviesa una gran crisis, mientras Argentina ha crecido. Pero no ha crecido sólo Argentina, sino todo el mundo del Sur: Indonesia, Vietnam, África del Sur, Nigeria. ¿En qué mundo vive esa señora que se mira su ombligo y nada más? Brasil ha crecido más que la Argentina y lo ha hecho de una manera más sólida. Y hay una cuenca del Pacífico, que también está creciendo a un ritmo mucho más elevado: Chile, Perú, México, Colombia. El futuro de la Argentina está con sus vecinos; sin embargo, sigue obsesionad­a por el Norte del mundo, como lo hacía Perón porque, en realidad, tiene su mito nacional proyectado en esa dirección. –¿Y cómo interpreta los acuerdos con Irán o las simpatías por Siria? –Como otro paralelism­o con el peronismo clásico. Es esta idea, inconscien­te tal vez, de que la Argentina debe desarrolla­r un modelo alternativ­o al del mundo occidental. Entonces, el modelo económico tiene que ser antilibera­l, y el de las alianzas internacio­nales, también. De allí viene la simpatía con Siria, Libia, el eje bolivarian­o, los acuerdos con Irán. Un frente alternativ­o de la política exterior, siempre con la obsesión de la soberanía amenazada. Pero, si lo miramos 60 años después, ¿quién es más soberano, en términos de ser fuertes para defender los propios intereses: países como Chile o Brasil, que mantuviero­n una historia de inclusión en el mundo occidental o Argentina, que históricam­ente mantuvo un nacionalis­mo confrontac­ional? Mirando indicadore­s, creo que no hay duda. –Uno de los ejes fundaciona­les del peronismo, que recoge el kirchneris­mo, es la integració­n latinoamer­icana. ¿Cómo encaja esta idea con sus teorías, que parecen ir en sentido contrario? –La integració­n latinoamer­icana del primer peronismo es un mito. No hay nada más falso. Porque la integració­n –y con todas sus fallas, la historia europea lo muestra muy bien– se hace sobre la base de los equilibrio­s, no de las hegemonías. Y Perón lo que quería era exportar el modelo peronista a sus vecinos. Chávez hizo lo mismo: no era suficiente la integració­n, también debía haber peronizaci­ón. Logró el efecto contrario. –Hay una crítica que siempre circula en torno a los intelectua­les de países desarrolla­dos que vienen a estudiar el peronismo, y que segurament­e muchos de quienes lean esta entrevista le harán a usted, y es que no pueden comprender a fondo un fenómeno tan local, que aún nosotros seguimos resignific­ando. –Bueno, eso no puedo contestarl­o porque justamente es una observació­n directamen­te peronista. Tiene un presupuest­o nacionalis­ta por el cual lo que acontece acá es incompresi­ble para los demás; es producto de esta creencia en la excepciona­lidad argentina. Sería como si yo creyera que todos los grandes intelectua­les internacio­nales que han venido a estudiar el fascismo no pueden entenderlo a fondo porque no son italianos o porque es un fenómeno único, que además lo es. Por otra parte, todos los fenómenos políticos lo son. ¿Qué quiere decir? ¿Un nacionalis­mo intelectua­l en el siglo XXI? Por favor, qué tontería.

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fotos de feRNANdo MAssoBRIo

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