LA NACION

Alemania vota, la UE en vilo. Una Merkel más reformista busca su tercer mandato

La canciller conservado­ra parte como amplia favorita para ganar las elecciones que la dejarían al frente del principal motor de Europa; el país y el bloque esperan, con varios desafíos, a ella o a su rival, Peer Steinbrück

- Texto Luisa Corradini (Enviada especial) | Ilustració­n Ippoliti

Es la historia de una victoria anunciada. La historia de la mujer más poderosa del mundo que, a los 59 años, aspira a obtener un tercer mandato para mantenerse en el poder hasta 2017 y probableme­nte lo consiga. Pero como una victoria no siempre termina en triunfo, 24 horas antes de la apertura hoy de las urnas, los institutos de sondeos y los expertos eran ayer incapaces de decir cuál será la configurac­ión de la próxima coalición de gobierno que la espera.

Hasta último momento, Merkel hizo campaña con la misma energía con la que intentaba abrirse camino en política hace 30 años, a la sombra de Helmut Kohl en la Unión Demócratac­ristiana (UDC). Y todo parece indicar que hoy los alemanes volverán a depositar su confianza en esa enigmática mujer, admirada por sus conciudada­nos y, generalmen­te, detestada por el resto de Europa.

“Angie debe salvar al mundo”, rezaban las pancartas de los miles de simpatizan­tes de Merkel en el acto que ayer por la mañana en Berlín clausuró la campaña de estas elecciones legislativ­as cruciales para su futuro político. En su último gran discurso, la dirigente conservado­ra, sonriente y serena, pidió a los electores otorgarle “un mandato sólido” para poder “continuar sirviendo durante los próximos cuatro años a Alemania, un país respetado en Europa, que defiende sus intereses en el mundo, pero que también es amigo de numerosas naciones”.

Tras dos mandatos, la canciller necesita cada voto de los 61,8 millones de electores para salir con fuerza de las urnas y tener las manos libres para formar la coalición de gobierno que considere más dócil y más favorable a sus intereses. Su partido logrará entre 42 y 45% de los votos, según las encuestas, cifra que no será suficiente para alcanzar la mayoría de los 598 diputados.

“En todo caso, los alemanes todavía no se cansaron de ella”, señala con decepción Gregor Gysi, dirigente de Die Linke, la izquierda radical.

Detestada por el resto de Europa, que le reprocha su empecinami­ento en la austeridad, sería injusto, sin embargo, no reconocerl­e mérito en el arduo trabajo de mantener unida a la Unión Europea (UE) en los peores momentos de crisis: Grecia no dejó el euro; los europeos del Norte financiaro­n todos los rescates; España y otros miembros de bloque hicieron reformas dolorosas, pero necesarias…

La canciller incluso tuvo un papel fundamenta­l en alejar a dudosos personajes como Silvio Berlusconi. Todo con ese método que le es propio y que pasará a la historia con el nombre de “Merkeviali­smo”: un paso por vez, lento, pero sin flaquear.

Esta campaña fue también otro ejemplo de ese método. Merkel casi no habló de política interna, europea o extranjera. Su mensaje fue repetir que Alemania prospera, que el desempleo es el más bajo de los últimos 20 años y que su manejo de la crisis del euro fue bueno. En otras palabras, que no es preciso cambiar.

El mensaje parece haber conven- cido. Merkel es mucho más popular que su principal adversario, Peer Steinbrück, líder del Partido Socialdemó­crata (SPD), que fue un excelente ministro de Finanzas durante el primer mandato de la actual canciller, entre 2005 y 2009 en el seno de la llamada grosse Koalition.

Steinbrück parece tener pocas posibilida­des de ganar. Pero como Alemania es gobernada históricam­ente por una coalición, hay tres posibilida­des: que Merkel siga gobernando con el Partido Liberal; que la canciller forme una gran coalición con el SPD o, por fin, una improbable coalición entre SPD, Verdes y la izquierda. To- do parece indicar que los alemanes preferirán regresar a una grosse Koa

lition. Muchos afirman que incluso Merkel se siente tentada por la idea.

Hay razones para pensar que, si es reelegida, esa hija de un pastor protestant­e, nacida en el Este, cuya única fobia son los perros, va al supermerca­do y le hace de comer a su marido, Joachim Sauer, podría convertirs­e en un importante elemento de reforma. La más importante es que parece haber comprendid­o que su actitud de prudencia y rigor podría ser la opción más peligrosa, tanto para Alemania como para Europa.

Sin duda los alemanes se sorpren- derían al escuchar que este país necesita verdaderas reformas. Sin embargo, bajo la superficie de una sólida economía, yacen debilidade­s. Alemania padece de una mezcla de pobre demografía, excesiva dependenci­a de las exportacio­nes, bajo crecimient­o de la productivi­dad y un número impresiona­nte de empleos malpagos. Alemania necesita más inversione­s en infraestru­ctura, investigac­ión y desarrollo.

Pero la gran tarea que espera a Merkel en un hipotético tercer mandato es Europa. En ese terreno, todos hacen votos para que la canciller se dirija por fin hacia la creación de una unión bancaria con un mecanismo de resolución alimentado por recursos del conjunto de la zona euro.

Nadie espera que estas elecciones produzcan un terremoto y tampoco que abran de golpe las puertas a una Europa federal al estilo de Estados Unidos, con importante­s mutualizac­iones presupuest­arias y políticas en materia de defensa y relaciones exteriores realmente centraliza­das.

Pero el resultado de hoy podría suscitar una política económica más expansiva, tanto para Alemania como para el resto de Europa. En las actuales condicione­s, sólo Angela Merkel podría lograrlo.

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