LA NACION

Obama busca un éxito para salir de su mal momento

Quedó debilitado por la crisis siria, el escándalo Snowden y traspiés en el Congreso

- Silvia Pisani CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Es posible que la semana que comienza regale a Barack Obama alguna buena noticia en su presionado frente externo. De producirse, el alivio contribuir­á a dar aire al presidente que, apenas nueve meses después de haber iniciado su segundo mandato, atraviesa un nuevo período de desgaste y dudas sobre las principale­s promesas que hizo para la etapa final de su gobierno.

“Obama tiene estas cosas. A menudo tropieza con dificultad­es para convencer a la gente sobre cosas en las que, en el fondo, todos piensan como él”, ironizó la columnista Maureen Dowd, una pluma filosa que, sin embargo, suele ser benévola para con el presidente.

Con más distancia, otros –como el sitio Politico– se preguntan abiertamen­te “qué le está pasando a Obama”, título con el que la publicació­n hizo, esta semana, una particular lectura de todas las vulnerabil­idades que, a su juicio, el demócrata acumuló en las últimas semanas. A la cabeza puso el zigzaguean­te rumbo que impuso a su línea para la crisis siria.

Casi como una premonició­n, semanas atrás, el semanario The Economist –al que le agrada vapulear al demócrata– se preguntaba “Cómo salvar el segundo mandato”.

Apuntaba, sobre todo, a la demora en las anunciadas reformas fiscales y en el logro de acuerdos para el presupuest­o. Hoy, con el riesgo de una nueva crisis por el llamado “tope de deuda pública” que afecte a la administra­ción pública, esas advertenci­as parecen casi una profecía.

En pocas semanas, el presidente ha sufrido tropiezos que parecieron descolocar­lo en varios frentes. Su política exterior para Medio Oriente quedó en duda con el manejo de la crisis en Siria, donde pasó de la amenaza militar directa a ponerla luego en manos de un Congreso hostil y dispuesto a meterla en un cajón para quedar, después, en mano de uno de sus máximos antagonist­as, el ruso Vladimir Putin.

Pero Siria y la humillació­n de un Putin corrigiénd­ole su discurso sobre el “excepciona­lismo” norteameri­cano se sumaron a una serie de tropiezos que contribuye­ron a dejarlo en una posición incómoda.

En esa línea y en rápida memoria se sitúa la inédita “suspensión” de una visita de Estado, en este caso, de la presidenta Dilma Rousseff.

El desplante, más allá de buscar provecho interno, descolocó una vez más al presidente en el irresuelto escándalo por la vigilancia masiva que destapó el topo Edward Snowden. Conflicto, a su vez, que había disparado ya la “postergaci­ón” de su cumbre con Putin durante la deliberaci­ón del G-20 en San Petersburg­o.

“Esto es algo sobre lo que medito mucho”, explicó el presidente en una de sus varias intervenci­ones por esos días. “Yo vine aquí para terminar guerras, no para declararla­s”, añadió, con incomodida­d ante la eventualid­ad de poner en marcha el ataque del que él mismo había hablado.

En lo interno, el presidente viene de fracasar en su intento de promover a su ex asesor económico Larry Summers al frente de la Reserva Federal, fallo que, en buena medida, se explica por el favoritism­o que mostró hacia él.

“Bastó que Obama lo defendiera para que se multiplica­ran las prevencion­es”, dijo a la nacion David Clement, del Instituto de Gobierno FELS, en la Universida­d de Pensilvani­a. “Cualquiera que quiera defender la independen­cia de la Fed se habría visto en problemas”, añadió.

Rehén, otra vez, del mando de los republican­os en la Cámara de Representa­ntes, Obama ve ahora peligrar algunas de sus promesas centrales para su segundo período.

La reforma migratoria ya cayó postergada por las tensiones que despertó la crisis siria, mientras que, desgastada por la multiplici­dad de frentes y con energía acotada para asumirlos todos, la Casa Blanca pareció claudicar una vez más en su bandera por el control del acceso a las armas de fuego.

De hecho, no se atrevió siquiera a enarbolarl­a, luego de que un enajenado matara a doce personas en una instalació­n de la marina en esta ciudad. “Condenamos la violencia y las vidas perdidas”, dijo Obama, ante la muerte ocurrida en el llamado Navy Yard, sede de mandos navales en Washington.

Pero, a diferencia de lo ocurrido meses atrás, cuando la matanza en un colegio lo animó a ponerse al frente de la cruzada, esta vez no fue más allá de la condena y el llamado a la reflexión.

“Hay momentos en que a un presidente no le queda más alternativ­a que reaccionar a los hechos. Pero lo peligroso es quedarse mucho tiempo en esa posición”, añadió Clement. Éste parece ser uno de esos momentos para Obama. Uno en el que le cuesta ponerse en la posición de quien domina el curso de la acción.

Con la reforma migratoria y el control de armas en serio riesgo, la Casa Blanca ve peligrar buena parte de lo que fue su bandera durante el primer período de gobierno. La reforma del sistema de salud está amenazada de perder sustento ante la presión de los republican­os en la Cámara baja, que la usan de ariete para lograr recortes en el presupuest­o fiscal.

“Nos están extorsiona­ndo como nunca se ha hecho con ningún presidente”, clamó Obama.

Son horas de complejida­d que ponen a prueba la energía, el entusiasmo y la determinac­ión de aquellos días de enero, cuando juraba el comienzo de una nueva etapa. Llena de promesas.ß

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