Obama busca un éxito para salir de su mal momento
Quedó debilitado por la crisis siria, el escándalo Snowden y traspiés en el Congreso
WASHINGTON.– Es posible que la semana que comienza regale a Barack Obama alguna buena noticia en su presionado frente externo. De producirse, el alivio contribuirá a dar aire al presidente que, apenas nueve meses después de haber iniciado su segundo mandato, atraviesa un nuevo período de desgaste y dudas sobre las principales promesas que hizo para la etapa final de su gobierno.
“Obama tiene estas cosas. A menudo tropieza con dificultades para convencer a la gente sobre cosas en las que, en el fondo, todos piensan como él”, ironizó la columnista Maureen Dowd, una pluma filosa que, sin embargo, suele ser benévola para con el presidente.
Con más distancia, otros –como el sitio Politico– se preguntan abiertamente “qué le está pasando a Obama”, título con el que la publicación hizo, esta semana, una particular lectura de todas las vulnerabilidades que, a su juicio, el demócrata acumuló en las últimas semanas. A la cabeza puso el zigzagueante rumbo que impuso a su línea para la crisis siria.
Casi como una premonición, semanas atrás, el semanario The Economist –al que le agrada vapulear al demócrata– se preguntaba “Cómo salvar el segundo mandato”.
Apuntaba, sobre todo, a la demora en las anunciadas reformas fiscales y en el logro de acuerdos para el presupuesto. Hoy, con el riesgo de una nueva crisis por el llamado “tope de deuda pública” que afecte a la administración pública, esas advertencias parecen casi una profecía.
En pocas semanas, el presidente ha sufrido tropiezos que parecieron descolocarlo en varios frentes. Su política exterior para Medio Oriente quedó en duda con el manejo de la crisis en Siria, donde pasó de la amenaza militar directa a ponerla luego en manos de un Congreso hostil y dispuesto a meterla en un cajón para quedar, después, en mano de uno de sus máximos antagonistas, el ruso Vladimir Putin.
Pero Siria y la humillación de un Putin corrigiéndole su discurso sobre el “excepcionalismo” norteamericano se sumaron a una serie de tropiezos que contribuyeron a dejarlo en una posición incómoda.
En esa línea y en rápida memoria se sitúa la inédita “suspensión” de una visita de Estado, en este caso, de la presidenta Dilma Rousseff.
El desplante, más allá de buscar provecho interno, descolocó una vez más al presidente en el irresuelto escándalo por la vigilancia masiva que destapó el topo Edward Snowden. Conflicto, a su vez, que había disparado ya la “postergación” de su cumbre con Putin durante la deliberación del G-20 en San Petersburgo.
“Esto es algo sobre lo que medito mucho”, explicó el presidente en una de sus varias intervenciones por esos días. “Yo vine aquí para terminar guerras, no para declararlas”, añadió, con incomodidad ante la eventualidad de poner en marcha el ataque del que él mismo había hablado.
En lo interno, el presidente viene de fracasar en su intento de promover a su ex asesor económico Larry Summers al frente de la Reserva Federal, fallo que, en buena medida, se explica por el favoritismo que mostró hacia él.
“Bastó que Obama lo defendiera para que se multiplicaran las prevenciones”, dijo a la nacion David Clement, del Instituto de Gobierno FELS, en la Universidad de Pensilvania. “Cualquiera que quiera defender la independencia de la Fed se habría visto en problemas”, añadió.
Rehén, otra vez, del mando de los republicanos en la Cámara de Representantes, Obama ve ahora peligrar algunas de sus promesas centrales para su segundo período.
La reforma migratoria ya cayó postergada por las tensiones que despertó la crisis siria, mientras que, desgastada por la multiplicidad de frentes y con energía acotada para asumirlos todos, la Casa Blanca pareció claudicar una vez más en su bandera por el control del acceso a las armas de fuego.
De hecho, no se atrevió siquiera a enarbolarla, luego de que un enajenado matara a doce personas en una instalación de la marina en esta ciudad. “Condenamos la violencia y las vidas perdidas”, dijo Obama, ante la muerte ocurrida en el llamado Navy Yard, sede de mandos navales en Washington.
Pero, a diferencia de lo ocurrido meses atrás, cuando la matanza en un colegio lo animó a ponerse al frente de la cruzada, esta vez no fue más allá de la condena y el llamado a la reflexión.
“Hay momentos en que a un presidente no le queda más alternativa que reaccionar a los hechos. Pero lo peligroso es quedarse mucho tiempo en esa posición”, añadió Clement. Éste parece ser uno de esos momentos para Obama. Uno en el que le cuesta ponerse en la posición de quien domina el curso de la acción.
Con la reforma migratoria y el control de armas en serio riesgo, la Casa Blanca ve peligrar buena parte de lo que fue su bandera durante el primer período de gobierno. La reforma del sistema de salud está amenazada de perder sustento ante la presión de los republicanos en la Cámara baja, que la usan de ariete para lograr recortes en el presupuesto fiscal.
“Nos están extorsionando como nunca se ha hecho con ningún presidente”, clamó Obama.
Son horas de complejidad que ponen a prueba la energía, el entusiasmo y la determinación de aquellos días de enero, cuando juraba el comienzo de una nueva etapa. Llena de promesas.ß