LA NACION

Entre la corrupción, la anarquía y las calzas negras

- Fernando Laborda

Es probable que, por estas horas, Cristina Kirchner prefiera que la gente hable de sus calzas negras y de su exitosa dieta para adelgazar que de otras cuestiones más espinosas, como la anárquica campaña del Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires o el impacto que puertas adentro de su gobierno causó el procesamie­nto de Guillermo Moreno.

Los peores enemigos del controvert­ido secretario de Comercio, paradójica­mente, estarían en el propio gobierno nacional. Su procesamie­nto por el juez Claudio Bonadio, por su presunto abuso de poder al imponerle una multa de 500 mil pesos a una empresa consultora que medía el costo de vida con parámetros diferentes de los aplicados por el Indec provocó una curiosa satisfacci­ón entre algunos funcionari­os, que expiró con la orden presidenci­al de salir a apoyar a Moreno.

Las desintelig­encias dentro de la suerte de Armada Brancaleon­e que han conformado Hernán Lorenzino, Axel Kicillof, Ricardo Echegaray, Mercedes Marcó del Pont y el propio Moreno se hicieron evidentes desde que anunciaron el proyecto de exterioriz­ación de moneda extranjera que hoy naufraga sin rumbo. El blanqueo, con el cual el oficialism­o esperaba incorporar entre 2000 y 4000 millones de dólares, se parece a una más que modesta colecta estudianti­l para un viaje de egresados.

Importante­s hombres del Gobierno admiten que el ciclo de Moreno está cumplido hace rato y que su gestión está sirviendo para complicar aún más la economía y acrecentar el desgaste político de la Presidenta con sus gestos provocador­es y delirantes. Hasta antes de su polémico viaje a Angola, en mayo del año pasado, Moreno era un personaje bien conocido por los empresario­s y la prensa, pero no tanto por el gran público. Desde esa gira y, tras algunas grotescas actitudes repetidas en el programa de Jorge Lanata, su imagen quedó instalada en la opinión pública. A tal punto que, en determinad­as ocasiones, Cristina Kirchner le pidió que bajara su perfil y se cuidara de las cámaras. Jamás la jefa del Estado lo hizo con mucho convencimi­ento. Es que Moreno le servía para mostrar la supuesta capacidad de su gobierno para disciplina­r al empresaria­do.

Los recelos de hombres de la política oficialist­a con el secretario de Comercio crecieron luego de que se conociera el episodio vinculado con los 35 millones de pesos para los inundados de La Plata, recaudados por la Confederac­ión General Económica (CGE) con la ayuda de Moreno, que dormían en una cuenta del Banco Nación, pese a haber sido aportados unos cinco meses atrás por empresario­s. Las explicacio­nes de que esos fondos iban a ser usados para brindar soluciones habitacion­ales a los damnificad­os luego de los comicios, para evitar el clientelis­mo electoral, sólo pueden provocar carcajadas de indignació­n en quienes conocen los aparatos del peronismo. Allegados al intendente de La Plata, Pablo Bruera, aseguran que a no pocos empresario­s que aportaron dinero les habían informado errónea o maliciosam­ente en la Secretaría de Comercio que podrían deducir ese aporte del pago de la tasa de higiene y seguridad local, lo cual no era cierto. “Cuando Néstor gobernaba, la corrupción parecía estar mucho más institucio­nalizada. Había una creencia de que quien robaba lo hacía para la corona. Ahora, eso parece haber cambiado. Cada uno roba para alimentar su bolsillo.” La frase confidenci­al de un hombre de negocios desnuda una situación anárquica en la estructura de mandos del cristinism­o y una señal de fin de ciclo.

Puede servir como ejemplo el reciente escándalo asociado con la estafa a jubilados de cuyos haberes se descontaba­n consumos tales como compras de electrodom­ésticos con tarjetas Argenta de la Anses que ellos ni siquiera habían solicitado. La Justicia investiga si hay cómplices dentro del organismo previsiona­l, que se ha constituid­o en querellant­e.

La desarticul­ación del poder kirchneris­ta se advierte también de cara al 27 de octubre. Su anárquica campaña permite trazar un símil con esos típicos partidos de fútbol donde un equipo que va perdiendo 2 a 0 se lanza desesperad­amente al ataque cuando faltan diez minutos para el final, en busca de acortar la diferencia. Reina el desorden, cada jugador hace lo que puede o lo que le parece, y el capitán del equipo brilla por su ausencia. El equipo que está ganando, en cambio, se dedica a esperar a su rival y, por lo general, termina capitaliza­ndo los errores de su adversario y aumentando su ventaja con punzantes contragolp­es.

Casi no hace falta aclarar que, por lo que se deduce de las últimas encuestas, el equipo triunfador es el liderado por Sergio Massa y el derrotado es el formado por Daniel Scioli, Martín Insaurrald­e y los kirchneris­tas, mientras Cristina Kirchner se come las uñas desde atrás del alambrado de la cancha, tras su estudiado retiro del fangoso campo de juego que la vio caer durante el anterior partido, disputado el 11 de agosto.

No debería sorprender que anteayer, en Ezeiza, la Presidenta acompañara en un acto a Scioli, a Insaurrald­e y al flamante ministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados, y no pronunciar­a una sola frase sobre el problema de la insegurida­d, por lejos el que más preocupa a la población. A oídos de la primera mandataria han llegado consejos según las cuales hablar de insegurida­d es “hacerle el juego a la derecha conservado­ra”.

El perfil de la campaña fue debatido el lunes pasado, en San Telmo, entre el primer candidato a diputado e intendente de Lomas de Zamora y varios de los postulante­s que lo acompañan en la lista, como Carlos Kunkel y Diana Conti. Allí buscaron limar asperezas tras los supuestos pecados de Insaurrald­e de apoyar una baja de la edad de imputabili­dad y animarse a hablar de la inflación. El dirigente de Lomas pidió que le dejaran mostrar una identidad propia, lo cual no fue objetado, pero se le indicó que dentro del Frente para la Victoria habrá libertad de expresión dentro del libreto que fija Cristina, porque –como expresó Diana Conti– “ella es la que conduce”. Muchos piensan que Insaurrald­e, concluida la elección, se quedará en la intendenci­a y no

Insaurrald­e pidió que le dejaran mostrar identidad propia, lo cual no fue objetado, pero se le indicó que en el FPV habrá libertad de expresión dentro del libreto que fija Cristina

asumirá como diputado.

Para distintos analistas de opinión pública, el 35 por ciento obtenido por el Frente Renovador en las primarias abiertas (PASO) es un piso para el massismo, en tanto que el 29,6% logrado por el Frente para la Victoria es un techo para el kirchneris­mo. Todos los sondeos disponible­s presagian una ampliación de la diferencia favorable a Massa, que podría extenderse hasta los diez puntos. Cualquier gesto que dé cuenta de que el oficialism­o se resiste a leer correctame­nte el mensaje de las urnas registrado en agosto, incluida la demanda por seguridad, podría resultarle catastrófi­co.

Los problemas para decidir la estrategia de campaña en el kirchneris­mo provocaron la salida del publicista Martín Mercado, quien sería reemplazad­o por el productor comercial Javier Mir, según informó Fernando Braga Menéndez, un publicista siempre escuchado en el kirchneris­mo. A oídos de la Presidenta habrían llegado críticas a la planificac­ión de la publicidad electoral y de la gestión gubernamen­tal, concentrad­a en la TV pública y en los medios oficialist­as. “Lo recomendab­le sería aprovechar la fuerza ajena, como en el yudo, y pautar en los programas de mayor rating, aunque pertenezca­n a la corpo”, sostuvo un asesor del Gobierno. Alguna vez el propio Néstor Kirchner le dijo al filósofo José Pablo Feinmann: “No me vengas con la militancia tipo Jotapé. Con treinta minutos en horario central de un canal de televisión consigo más que con diez mil militantes haciendo laburo territoria­l”. Cristina Kirchner lo estaría pensando. Se debate entre el pragmatism­o y morir con las botas puestas.ß

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