Cristina y los bobos
“Sería bueno que cada argentino pudiera mirar por sí mismo sin que nadie le lave la cabeza desde un aparato de caja boba.”
(De Cristina Kirchner.)
Chapeau a Cristina. ¿Cómo no estar de acuerdo con la Presidenta cuando desparrama sentido común? En un acto en Chivilcoy, donde se mezclaron la política partidaria, la producción láctea y renovadas críticas a Clarín, Cristina se quejó de “los que le lavan la cabeza a la gente desde la caja boba” de un televisor. Partiendo de la base de que el Gobierno maneja hoy a su antojo el deliberado multimedios estatal conseguido a fuerza de apoyo publicitario discriminatorio, periodistas militantes y propaganda kirchnerista hasta en los penales de Fútbol para Todos, sus dichos representan un entrañable mea culpa. Sí, señor. Hay quienes descreen de semejante acto de humildad y andan diciendo por ahí que, en realidad, Cristina sólo le estaba pegando a Magnetto, oriundo de Chivilcoy, y a los pocos medios independientes que quedan, pero no.
El Gobierno está dando muestras otrora impensadas de apaciguamiento, de diálogo componedor. ¿Acaso los chicos de La Cámpora no pasaron de ser “los soldados de Cristina” a “los pingüinos de la paz que quieren un país lleno de amor e igualdad”, como se despachó “el Cuervo” Larroque? ¿No es un avance apropiarse de los temas electorales de la oposición después de haberlos ocultado hasta el cansancio?
¿Cómo no elogiar las entrevistas que vuelve a dar la Presidenta tras años de negarse a responder preguntas de los periodistas? ¿Que sólo pueden entrevistarla guionistas condescendientes? Eso es apenas un detalle que no diluye su esfuerzo por superar la obsesión a la que nos tenía acostumbrados durante los casi seis años de gobierno en los que habló en actos públicos en 796 ocasiones, es decir, un discurso cada tres días, o que escribió 4984 tuits en la mitad de ese lapso y usó tres cadenas nacionales en una semana.
También queda claro que, al criticar el lavado de cerebros, Cristina le está pasando factura a Martín Sabbatella que, contrariando la declamada pluralidad de voces, aprobó que el 94 por ciento de las autorizaciones de nuevos medios hayan sido para emisoras de radio y televisión estatales de escasísimo rating.
¿Que pecamos de incrédulos? ¿Que compramos buzones? ¿Que el tema es tan serio que no da para ironías? Bueno, peor sería que se nos soltara la cadena y, por contagio, terminásemos gritando como Randazzo a los ferroviarios que estamos “hartos” y “podridos” de que “jodan a la gente”.ß