No todos están en la cima
Las características que tienen que ver con una manera particular de mirar el mundo, con una autoconfianza a veces excesiva, y con la posibilidad de abandonar un trabajo de un minuto a otro no se da en todos los países o regiones por igual.
“La gran diferencia tiene que ver con la posibilidad de acceso a la información, y también con la calidad educativa”, dice Raúl Lacaze, director de capital Humano de Telefónica.
Estos dos factores no se dan de manera pareja en todo el país. Según las estimaciones de Ernesto Kritz, uno de los directores de Poliarquía Consultores, hay 650.000 jóvenes en la Argentina que no estudian ni trabajan ni buscan un empleo.
Por otro lado, Pablo Maison, VP de RR.HH. de Unilever, recuerda que la Argentina profunda padece casi un 40 por ciento de trabajo en negro. “Es un tema dramático, porque uno se da cuenta de que en este país existen trabajos del primer mundo, con problemas del primer mundo (como los cambios que generan los Millennials), que conviven con una enorme cantidad de jóvenes que tienen un empleo de mala calidad, con un sueldo bajísimo, sin protección médica ni seguridad social”.
El drama pasa por la falta de esperanza de encontrar un futuro mejor. Pero hay más. “Sólo 50% de los estudiantes termina el secundario”, continúa Maison. “Tienen contacto con la tecnología, pero a pesar de ello no pueden acceder a nada mas. Piensan si no trabajo hoy, tampoco voy a poder hacerlo mañana. Y no se equivocan del todo. Estar unos 5 años sin adquirir habilidades profesionales es una situación de la cual no se vuelve”, agrega.
“El Estado tiene un rol fundamental, por supuesto. Pero quizás lo que no se dice tanto es que también lo tienen las empresas y los sindicatos, para empezar a incorporar a los excluidos, capacitarlos, incorporarlos al mundo del trabajo.”