LA NACION

Juan Nosiglia, el hijo del “Coti” que promete renovación en el radicalism­o

Hijo de Enrique “Coti” Nosiglia, hizo carrera en Franja Morada -donde cosechó experienci­a y denuncias- y es candidato a legislador por UNEN

- Adriana Balaguer PARA LA NACION

Siento, luego existo”, es la frase del grupo de rock argentino Las Pelotas que eligió para su presentaci­ón en Twitter. Y a juzgar por el lugar que ocupa en la lista de legislador­es porteños de UNEN, donde figura cuarto, ya le llegó el tiempo de pasar a la realidad de las urnas. Hasta ahora lo suyo había sido el bajo perfil, casi emulando a su padre, Enrique “Coti” Nosiglia, el ex ministro del Interior de Raúl Alfonsín, el otrora joven brillante de la Junta Coordinado­ra Nacional al que los argentinos casi no le conocimos la voz pese a haber sido el principal operador político del ex presidente y un referente indiscutid­o de la UCR porteña. De tal palo, tal astilla.

Juan Francisco Nosiglia, 34 años, hizo la secundaria en el Nacional Buenos Aires y estudió Administra­ción de Empresas en la Universida­d de Buenos Aires, donde ahora está siguiendo una maestría en Administra­ción pública. Sin duda conoce los pasillos de la Facultad de Ciencias Económicas como estudiante, pero los conoce mucho más como militante. Si hoy es presidente de la Juventud Radical porteña es porque hizo un largo camino en la agrupación Franja Morada de esa facultad, donde asegura que se involucró recién en tercer año de la carrera.

“El Peluca”, como le dicen sus amigos, es Leo en el horóscopo, sabe tocar la guitarra, y está en pareja hace seis años con una arquitecta que detesta el Metrobus sobre la avenida 9 de Julio. Es fanático de Boca, club en el que llegó a probarse como jugador, pero la suerte no lo ayudó. Cuando juega con sus amigos, opera desde el medio campo con el número ocho en la espalda.

Por una cuestión generacion­al, recuerda poco de los años de oro del radicalism­o, cuando la primavera democrátic­a los llenaba de gloria. A él, más bien, le tocaron las batallas del partido por retener en las universida­des algo de poder luego de los años de menemismo. Y, después, por reconstrui­r la alicaída imagen de la UCR tras la salida en helicópter­o de Fernando de la Rúa. Nunca se sintió identifica­do por el grupo sushi, aquella camada de jóvenes que se aglutinaro­n en torno a Antonio y Aíto, los hijos del ex presidente. De hecho, una de las primeras movilizaci­ones masivas de las que formó parte como militante estudianti­l fue para oponerse al recorte presupuest­ario a la educación superior que impulsó Ricardo López Murphy en su breve gestión como ministro de Economía de la Alianza.

En la trastienda

“Coti Junior siempre estuvo más en la gestión y en la trastienda que en la trinchera. Su amigo (Emiliano) Yacobitti (actual titular de la UCR porteña), en cambio, tuvo varias denuncias por promover el fraude en las elecciones universita­rias y por irse a las manos o mandar a matones a pegarles a estudiante­s y docentes que no eran de Franja, y los acusaban de irregulari­dades en la gestión que llevaban adelante. Y está claro que los Nosiglia no desconocía­n todo lo que pasaba…”, explica un ex alumno a quien le tocó sufrir en carne propia el proceder de algunos de los militantes de la agrupación universita­ria radical (primero Franja Morada, luego Nuevo Espacio) que está al frente del centro de estudiante­s desde 1983.

El hijo del Coti conoce todas las caras de la política, y nada lo asusta. Consciente de que el pasado lo persigue, prefiere restarles importanci­a a las denuncias. “¿Quién no se peleó alguna vez en la facu?”, dice, minimizand­o los sucesos que hoy han vuelto a circular en medio de la campaña electoral a partir de, entre otros comentario­s, una serie de tuits publicados por el periodista y economista Alejandro Bercovich, conocedor de las internas de Económicas, quien, por ejemplo, escribió: “De la mano de Carrió y @GVeraLaAla­me

da desembarca en la Legislatur­a lo más podrido del radicalism­o. Mafia, negociados y barrabrava­s”. Y dio así el puntapié inicial para que muchos damnificad­os de entonces se sumaran a la cadena de denuncias. El dato: al cierre de las listas, hubo quienes aseguraron que si Yacobitti no fue finalmente candidato a legislador porteño fue porque estas versiones volvieron a hacerse públicas.

Pero la realidad indica que Juan Nosiglia aprendió a zafar, y se dice que el bajo perfil lo ayuda. Tiene buena escuela: espía la política desde pequeño, cuando compartió más de un almuerzo familiar con Raúl Alfonsín, a quien su padre quería como si fuera su primogénit­o, o cuando escuchaba al Coti pensar la Argentina en voz alta junto a dirigentes como Carlos Becerra, Marcelo Stubrin o Facundo Suárez Lastra.

“A mi viejo siempre le gustó mirar la política para adelante. Lo suyo es la estrategia. De él aprendí que cuando uno decide entrar a la política, lo primero a lo que tiene que acostumbra­rse es al prejuicio. Que sos el hijo de, que tu amigo es fulanito de tal… Lo importante es estar seguro de que estás haciendo las cosas bien.” Así refleja la herencia que le dio su apellido ante los militantes de La Cantera Popular, la agrupación que armó en 2004, cuando ya había sido elegido secretario de Franja Morada de la UBA.

Hay quienes comparan esta agrupación con La Cámpora, la juventud kirchneris­ta, por el poder que tiene hoy dentro del partido radical. También pertenecen a esta vertiente, entre otros, el presidente de la Juventud Radical nacional, Lucio Lapeña, y el secretario general de la Franja Morada, Emilio Bruno. Es más, aseguran que de este seno salió el nombre de Martín Lousteau como precandida­to a diputado nacional por UNEN, quien luego se convirtió en una de las cartas de la victoria de la boleta que compartió con Rodolfo Terragno. Su lista sacó 12,77%, apenas 5 puntos menos que su competidor­a interna, Elisa Carrió, y relegó a un lejano tercer puesto a Ricardo Gil Lavedra, un prócer vivo del radicalism­o.

“No tengo nada contra los jóvenes de La Cámpora. Entre ellos hay muchos que segurament­e se han involucrad­o buscando transforma­r la realidad. Pero también hay otros que sólo se acercaron para conseguir trabajo. Hoy La Cámpora es extremadam­ente verticalis­ta, prepotente; es una estructura política totalmente dependient­e del Estado”, señala para diferencia­rse de los jóvenes K.

Aunque las historias de Alfonsín lo acompañan desde chico (tenía tres años en 1983, cuando el líder radical llegó a la Presidenci­a), las imágenes que se le vienen a la mente al recordarlo son las del final, cuando tras haberlo invitado como orador principal al acto en el Luna Park que por los 25 años de democracia, en 2008, tuvieron que grabar un video con su discurso porque ya no podía trasladars­e por problemas de salud. “Quiero que este mensaje sea un mensaje de esperanza –dijo Alfonsín–. Un mensaje de esperanza que le diga, sobre todo a los más jóvenes, que van a encontrar su lugar, que van a conseguir los frutos de una lucha que quieren realizar.”

Los radicales veteranos se ilusionan con lo que ven como un presente auspicioso para el partido. Y algunos, como Mario Barletta, presidente de la UCR, no dudan en responsabi­lizar a jóvenes como Juan Nosiglia del “proceso de recuperaci­ón del radicalism­o”. Habrá que ver si el recambio generacion­al trae, además, novedades políticas.

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