LA NACION

El avión del misterio. Lo que nunca se sabrá del vuelo de Malaysia

Quedarán preguntas sin responder aun si se localizan los restos del Boeing

- Todd Pitman AGENCIA AP

BANGKOK.– En ese momento, la noche del 24 de marzo, pareció ser la revelación que el mundo esperaba. En un discurso convocado a las apuradas, el primer ministro malasio, Najib Razak, anunció que un nuevo análisis de las señales de los satélites permitía concluir que el vuelo 370 de Malaysia Airlines había “terminado” en las profundida­des del océano Índico, lejos de cualquier posible refugio para las 239 almas a bordo.

Por fin había una explicació­n sólida de lo ocurrido con la aeronave. Ya podía iniciarse una búsqueda más concentrad­a y, tal vez también, el proceso de duelo de esas familias.

El anuncio acalló las alocadas especulaci­ones sobre islas desiertas, terrorista­s y operacione­s encubierta­s.

Pero cuatro semanas después de desapareci­do el avión, ese mo- mento bisagra de la investigac­ión ha demostrado no serlo en absoluto. Hoy es poco lo que se sabe y muchísimo lo que nunca se sabrá.

Aún no fue hallado un solo fragmento del avión, ni siquiera tras un nuevo análisis que llevó a los investigad­ores a cambiar una vez más el foco de su búsqueda. Eso no es todo. Aun si se detectaran los restos, si se recuperara­n las grabacione­s, quizá nunca se sabrán las razones que condujeron a la tragedia.

La última área de búsqueda se basa en datos satelitale­s extremadam­ente limitados, combinados con datos de radar tomados unas cinco horas antes de que el avión, según postulan, hubiera caído. Como dijo uno de los funcionari­os afectados a la búsqueda: “Se trata de una ciencia muy inexacta”.

Un día antes del anuncio de Najib, el primer ministro australian­o, Tony Abbott, cuyo país coordina el actual operativo de búsqueda, habló de “pistas muy creíbles” y de una “creciente esperanza”. Pero días después dijo que la búsqueda se había convertido en “la más difícil de la historia humana”.

La aeronave, de hecho, podría seguir estando en el área que desde hacía casi una semana peinaban los barcos y aviones de varios países. Las corrientes marítimas modifican esa área de búsqueda constantem­ente, pero en estos últimos días era una porción de mar de unos 223.000 kilómetros cuadrados, a 1680 kilómetros al noroeste de Perth.

Cada día de búsqueda sin resultados hace aumentar el escepticis­mo. “Sin prueba alguna, la regla es la incertidum­bre”, dijo Tim Brown, experto en imágenes satelitale­s de GlobalSecu­rity.org. “La gente no logra hacerse a la idea de que, en la era moderna, un avión moderno de semejante envergadur­a pueda simplement­e desvanecer­se”.

El foco de la búsqueda cambió considerab­lemente desde que los controlado­res aéreos perdieron contacto con el Boeing 777 entre Malasia y Vietnam. Comenzó en el Mar Meridional de China, viró al Oeste, hacia el Estrecho de Malaca, donde según confirmaro­n finalmente los funcionari­os malasios, los radares habían detectado el avión.

Después llegó la evidencia de que el avión había seguido volando durante al menos cinco horas tras perderse contacto con él. El avión envió señales automática­s cada hora a un satélite de la empresa británica Inmarsat, después de que el transponde­dor de la nave y todos los sistemas de comunicaci­ón fuesen apagados. Esos pings no incluían informació­n específica sobre su localizaci­ón, pero los expertos que estudiaron las señales dijeron que deben haber venido de uno de los dos vastos arcos que atraviesan tanto el hemisferio sur como el hemisferio norte.

El anuncio de Najib reflejaba un tamizado de los datos que determinab­a que la aeronave sólo podía haber volado hacia el Sur, donde muy probableme­nte se había estrellado en el mar tras quedarse sin combustibl­e. Los días de costosa e infructuos­a búsqueda fuera de las costas de Perth han requerido satélites y aviones y barcos de avanzada, pero hasta ahora sólo han conducido a callejones sin salida.

La semana pasada, utilizando estimacion­es revisadas de la velocidad a la que volaba el avión cuando de- jó el Estrecho de Malaca, los investigad­ores desplazaro­n la zona de búsqueda cientos de kilómetros al Norte. Pero no hay garantías de que el avión mantuviese esa velocidad durante horas, antes de desplomars­e en el mar.

“El problema es que estamos lidiando con probabilid­ades, con estimacion­es –dijo Brown sobre los datos de Inmarsat–. Allí de donde ellos creen que el avión cayó.”

O como dice el capitán Ross Aimer, director de la firma Aero Consulting Experts, “hasta no encontrar un rastro concreto de evidencia –un pedazo de la aeronave– son todas puras conjeturas y podrían ser todas erróneas. Hasta ahora, los cálculos satelitale­s nos condujeron a acumulacio­nes de basura oceánica”.

Pesimismo

En los últimos días, los funcionari­os australian­os comenzaron a manifestar un creciente pesimismo. Angus Houston, que dirige la agencia que coordina la búsqueda multinacio­nal en las costas de Australia, dijo que los investigad­ores están utilizando modelos computariz­ados para determinar la localizaci­ón final del avión, pero se desconocen dos de las variables necesarias para que ese cálculo sea más preciso: la altitud de la nave y su velocidad.

“El punto de partida, siempre que se realiza una búsqueda o rescate, es la última posición conocida del vehículo o la aeronave”, dijo Houston. “En este caso en particular, la última posición conocida estaba a una gran, gran distancia de donde el avión parece haber terminado.”

Las imágenes satelitale­s del área previa de búsqueda detectaron cientos de posibles objetos en el agua, pero desde aviones y barcos, los investigad­ores no encontraro­n nada pertenecie­nte al vuelo 370. En la actual área de búsqueda, ni siquiera hay pistas como ésas.

“No contamos con ninguna imagen satelital que haya arrojado más que hallazgos poco confiables”, dijo el martes Mick Kinley, vicepresid­ente de la Autoridad de Seguridad Marítima Australian­a. Pero el funcionari­o también dijo que los tripulante­s de aviones y barcos “todavía no agotaron la búsqueda” en esa zona.

Las afligidas familias, en particular las de los 153 pasajeros chinos, descargaro­n su furia contra las autoridade­s malasias, esencialme­nte, por dar por muertos a sus seres queridos sin tener ninguna prueba.

Najib dijo anteayer que todos los afectados a la búsqueda tienen presentes a las familias y sus sufrimient­os. “Sé que hasta que encontremo­s el avión, muchas familias no podrán hacer su duelo”, señaló. “No descansare­mos hasta encontrar la respuesta, y en su momento, podremos darle un cierre a este hecho.”

El gobierno malasio organizó el miércoles pasado un informe a puertas cerradas para las familias en Kuala Lumpur, con funcionari­os y expertos afectados a la búsqueda. Steve Wang, representa­nte de algunas de las familias chinas, que también participar­on del informe desde Pekín por videoconfe­rencia, dijo que la mayoría de los familiares siguen desconfian­do.

“Se repiten a sí mismos que hay muchas posibilida­des, pero están juzgando los hechos sólo desde una de ellas. Para nosotros, es muy poco convincent­e”, dijo Wang. “La esperanza se apaga día tras día y la tristeza aumenta. Creo que el avión debe estar en alguna parte, y alguien debe saber dónde, pero no sabemos quién es.”

“¿Qué nos queda más que esperar con amargura?”, se preguntó. “Si tengo suerte, dos pastillas para dormir me dan dos horas de sueño.”

El doctor Michael Phillips, psiquiatra canadiense radicado en Shanghai, dijo que, sin cadáveres ni restos del avión, las familias están atrapadas en una “tierra de nadie” emocional. “Son muchos los factores que pueden complicar el duelo, pero esta situación es especialme­nte complicada porque no están seguros de que esas personas estén muertas”, señaló. “La lógica nos dice: «Pero por supuesto que están muertos». Pero el corazón dice: «No, no estoy seguro».”

La ausencia de evidencia física también pesa en la investigac­ión del siniestro. Al igual que en el día 1 de la búsqueda, todas las teorías siguen siendo posibles, incluida la falla eléctrica o mecánica, el atentado terrorista, el secuestro o el asesinato o suicidio del piloto.

El inspector general malasio, Khalid Abu Bakar, hizo el comentario más pesimista hasta el momento, al advertir que si bien la investigac­ión continuará, al final “tal vez ni siquiera sepamos la razón” por la que el avión se desvió de su curso.

Las pistas más vitales están atrapadas en el interior de las cajas negras del avión, o al menos eso se espera. La informació­n de los grabadores del vuelo revelará qué hizo la aeronave, pero tal vez no por qué lo hizo. El grabador de voz de la cabina, que sólo registra el audio de las últimas dos horas de vuelo, bien podría estar en blanco, si los pilotos estaban incapacita­dos antes de que el avión se desplomara.

Estén donde estén, esas cajas negras están enviando una señal. Sus baterías están diseñadas para durar un mes. Y ese mes se cumple el martes que viene.ß

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