Abandonar el mundo del vértigo, un dilema que muchos pilotos no fueron capaces de resolver
con el tiempo transcurrido desde el accidente de Michael Schumacher, no falta quien aún se pregunta qué motivó en un ex competidor, con más de 300 GP de Fórmula 1 y otros tantos en categorías menores, a seguir sintiendo esa necesidad de vivir la adrenalina a pleno. En el caso del alemán, en competencias de esquí alpino. Pero los antecedentes marcan que muchos de sus ex colegas, a los que también les costó desprenderse del estigma del vértigo, han continuado experimentándolo en aviones, lanchas, jet ski, motos, alas delta, ultralivianos o cualquier tipo de elemento (deportivo o no) como elemento de riesgo. De hecho, probablemente su accidente más serio, Schumy lo haya sufrido en las motos, cuando se cayó en cartagena, en una carrera para “despuntar el vicio” durante sus años sabáticos, antes de anunciar su regreso con Mercedes, en 2010. como el gran campeón alemán, a varios protagonistas de la velocidad en las pistas les costó desprenderse de esa sensación de seguir viviendo a fondo. Emblemáticos son los casos del francés Didier Pironi, muerto en una carrera de off-shore en las cercanías de la Isla de Wight, en 1987, o de su compatriota Patrick Depailler, quien sufrió quebraduras en las piernas practicando aladeltismo. Un talento como Mike Hawthorn murió a los pocos meses de consagrarse, por acelerar en la lluvia su auto particular y terminar contra una columna, y Luis Di Palma perdió la vida en 2000, sobre el avión con el que asombraba a propios y extraños. Mínimos ejemplos de un gran dilema: no poder poner
los pies en la tierra cuando se los baja del coche de carreras.