Castigo con formato de impuesto
El sector del automóvil en la Argentina está en un momento crítico. Como en este país todo es pendular, de las vacas gordas de los últimos años, donde las políticas oficiales favorecieron la producción y las ventas de automóviles, ahora la situación parece virar 180°.
Aunque los números de marzo aún no se conocen (al cierre), se habla de una caída del 90% en las ventas de modelos premium, de alta y gama e importados en los que impacta de lleno el denominado impuesto interno (hecho ley con tratamiento exprés) y de un 30% entre los vehículos de gama menor y otros.
Pero, ¿cómo? ¿No es que el impuesto interno sólo se aplica a unos pocos modelos carísimos? Pues no. La escala inicial es para vehículos que los concesionarios adquieren a las fábricas desde $ 170.001 hasta $ 210.000 (gravados con una alícuota nominal del 30%). La segunda arranca en los $ 210.001 (alícuota del 50 por ciento).
¿Son reales estas alícuotas? Ernesto Cavicchioli, de Hyundai (como todos los importadores ve afectado casi el 100% de sus productos con este impuesto), dice que no. “La fórmula real de la AFIP para recaudar este impuesto es tasa efectiva = (100 x tasa nominal) / (100 – tasa nominal). Así, la tasa efectiva de la alícuota del 30% es del 42,85% y la del 50% trepa al 100%. En otras palabras, el Congreso ha promulgado un impuesto del 100% cuando antes era del 11,11%. Esto se refleja en los precios al público con tasas entre 80% y 90% en dólares, más la devaluación como impacto en pesos. Por esto, un modelo cuesta en la Argentina entre 3 y 4 veces más que en Chile o Estados Unidos.”
En este contexto, ¿por qué aumentaron entonces entre un 20 y un 30% los precios de modelos que no son afectados por el impuesto? Fuentes del sector dicen que durante mucho tiempo, las ventas de los autos de alta gama
financiaron los precios relativamente bajos de los autos de gama baja. Si esto es cierto, y se le suma la devaluación y la inflación...
Las mismas fuentes aseguran que la recaudación del Gobierno será menor que antes, porque las ventas, como se dijo, caerán abruptamente. El correlato social queda a la vista: un castigo a la clase media que compra autos y a los trabajadores del sector, mediante suspensiones y despidos.