Un giro que todavía no llegó a la actividad agropecuaria
Más por necesidad que por convencimiento el Gobierno está adoptando decisiones económicas de las que abjuraba tiempo atrás. El recorte de subsidios, el reconocimiento del índice de inflación, el valor del dólar y el intento de buscar financiamiento externo van en esa dirección. Esto, que puede decirse para el ámbito de la macroeconomía, hasta ahora aún no puede aplicarse para el agro.
El criterio de que un aumento de las exportaciones de trigo, maíz y carne puede perjudicar los precios que pagan los consumidores argentinos sigue vigente. Hay algunos datos recientes que permiten cuestionar esa idea. El programa de “cortes cuidados” que la industria puso en marcha con la Secretaría de Comercio, con valores reducidos para el vacío, el asado, el matambre y la entraña, está teniendo un impacto positivo, según creen los exportadores. “La semana pasada se vendieron 4500 kilos de carne en la apertura del Mercado Central de La Plata”, se entusiasmó un exportador. Esto indicaría que cortes de mayor demanda en el mercado externo, como el lomo o el bife ancho, podrían destinarse en una proporción más alta que la actual a la exportación.
Hasta ahora, hay un compromiso de autorizar un volumen de 15.000 toneladas anuales que equipararían el nivel de ventas externas del año pasado. El objetivo parece bastante modesto teniendo en cuenta que la demanda internacional sigue estando activa y que, tras la devaluación de ene- ro pasado, la competitividad de la industria frigorífica tuvo una mejora. Una mayor apertura de las exportaciones no perjudicaría a los consumidores internos y emitiría una señal favorable para el resto de la cadena. En el Ministerio de Agricultura están convencidos de que es posible alcanzar un volumen de exportaciones equivalente al 20% de la producción, similar al que se llegó en 2005, sin alterar la demanda interna.
La cartera agrícola está trabajando con la secretaría de Comercio en medidas para impulsar una mayor siembra de trigo para la campaña 2014/15. Actuarían sobre la molinería de forma tal de asegurar el abastecimiento y, al mismo tiempo, controlar con más eficiencia a la actividad.
“Queremos que se siembre más trigo que en la campaña pasada”, admitió una fuente de Paseo Colón, que descartó que en lo inme- diato se autoricen más exportaciones del cereal. Podría haber un porcentaje mayor si confirman que se superaron los 9,2 millones de toneladas cosechados en la última campaña.
Desde otras filas del oficialismo hay quienes sueñan que el Estado puede hacer todo. Se reflejó esto en un seminario organizado por la agrupación de intelectuales kirchneristas Carta Abierta sobre el papel del estado en el comercio exterior. Allí se defendió la creación de una Junta Nacional de Granos o de una agencia estatal que interviniera en el comercio de granos con el supuesto loable propósito de defender el precio que reciben los productores y quitarle porción de mercado a las compañías multinacionales. Este gobierno, que desde hace una década maneja el Estado, ya dio pruebas de cómo administra el comercio de granos. Con el manejo de las mesas de trigo y de maíz y la administración de los ROE les mejoró notablemente los márgenes de ganancia del comercio de ambos cereales a las compañías que supuestamente dice combatir. No es cuestión de demonizar a estas firmas porque, como todos, hacen negocios en el contexto en el que se desenvuelven. Habría que preguntarse cuánto dinero público se iría en la intervención en el mercado de granos cuando, como se sabe, el Estado tiene responder a otras urgencias, como la salud, la educación y la seguridad.
Un exportador de ingreso frecuente en los despachos oficiales creía que estas iniciativas tenían pocas probabilidades de prosperar tras el acuerdo que alcanzaron con el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, para adelantar la liquidación de divisas. De todas maneras, el relato puede deparar sorpresas.